viernes, 1 de marzo de 2019

A LO SUYO AMIGO, A LO SUYO. PERDÓN, POR FAVOR: PERDÓN

A LO SUYO AMIGO, A LO SUYO. PERDÓN, POR FAVOR: PERDÓN 

 Probablemente habremos escuchado esta frase en más de una ocasión: ¡a lo suyo, amigo, a lo suyo!. Usted no se meta en mi vida que yo no me meteré en la suya, aunque si me permite le diré - si a usted no le importa - un par de cosas por si las puede tener a bien. Seguro que esto es lo que en más de una ocasión hemos oído y escuchado. Incluso hemos metido baza sin que nadie nos la pidiera, pero casi siempre " por aportar una idea más". En el fondo nos estamos metiendo en la vida de los demás.
¡Qué claro es el evangelio de esta semana!: "Antes de quitar la paja del ojo ajeno, quitemos la viga de la nuestra". Los medios de comunicación social tenemos el gran peligro, el gran "pecado", de que todo es válido en aras a una noticia que puede tener una repercusión en la sociedad, que vive ávida de "carnaza" de otros, porque la nuestra ya nos queda corta. Hay programas televisivos en los que el desgarro, la violencia verbal, el descuartizamiento de la vida íntima de muchos que han tenido la gran suerte - para ellos - de ser muy conocidos... son la norma para poder ganar una audiencia que por otra parte se me antoja falsa, puesto que decimos que no nos gusta ese tipo de espacios, pero que si nos mirasen por una cámara oculta veríamos que estamos enganchados a ellos de una manera que parecemos imanes.
En nuestra vida de cada día no estamos siendo consecuentes con lo que el evangelio nos propone (Lc 6, 39) esta semana. Ayudar a otros a reconocer su error, significa que nosotros tenemos que ser los primeros en darnos cuenta de que estamos también siendo erróneos, por ello no podemos ir con un espíritu de altanería. Es fácil caer en la crítica feroz, pero es que nosotros no somos ni mejores ni perores que nadie.
 Cuando el reconocimiento del error no se hace por la imposición de un dedo acusador, sino desde la ayuda de la mano tendida que comprende y es capaz de poner medidas que ayuden a reparar el daño, la cosa cambia. La comprensión cambia la mirada de venganza y el castigo, por la posibilidad de restauración y conversión que tenemos todas las personas.
Saber reconocer que nosotros también estamos necesitados de comprensión nos permite comprender mejor al otro. Saber reconocer que estamos necesitados de perdón, nos permite saber corregir al que nos pide nuestra ayuda, a veces en un tono desesperado. Cuando veo que en ciertos programas televisivos la resolución es la amenaza de una querella criminal, de una denuncia ante el juzgado, de una resolución judicial con un montante económico, me pregunto si los medios de comunicación social no han caído muy bajo.
Esta semana, a pesar de los pesares, nuestro Papa pedía perdón. Perdón por un encubrimiento no exclusivo de la Iglesia, pero que en esta quizás se acentúa más por su condición de ser lo que es. Hubo quien aplaudió y hubo a quien no le pareció suficiente. Probablemente es más fácil hacer leña de un árbol caído, que el tender una mano, a quien no se sintió confortado, escuchado, querido y además vilipendiado y que ahora le está, desde el corazón de una madre eclesial, diciendo perdón. Me uno al Papa, me uno a todos aquellos que reconocen una viga en su ojo, me uno a los que de corazón sincero abren y tienden su mano a quienes están necesitados de ellos.
Nunca más debiéramos pedir perdón por ello, pero si hace falta, hasta setenta veces siete y nunca digamos, a lo suyo, amigo a lo suyo
Hasta la próxima 
Paco Mira

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