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viernes, 15 de noviembre de 2024

COMPARTIENDO JUNTOS


LA ESPERANZA ES LO ÚLTIMO QUE SE PIERDE
Hay días en el calendario que no deberían nunca de ser recordados. Siempre que en el calendario hay una fecha en rojo, es como las señales de tráfico: hay algo importante que merece la pena ser recordado. Pero eso también significa si tenemos o no los deberes hechos en relación a esa fecha. Cuando recordamos el día mundial contra el cáncer, es que por desgracia el cáncer no está erradicado; cuando recordamos el día mundial contra el hambre, es que por desgracia no la hemos superado. Hoy recordamos la VII jornada mundial de los pobres. No para celebrarlo, sino para tomar conciencia de lo que no debería haber.
Cuentan que un hombre huérfano paseando por la Gran Vía de Madrid, vio una mujer, que en medio de cartones, pedía una limosna. No solía dar a nadie dinero, pero no sabe ni como ni por qué, a aquella mujer sí le dio. La miró y le preguntó si se llamaba Azucena. Lo que ella negó en un principio, al final acabó confesando que sí. Era su madre adoptiva. Hoy el Papa Francisco nos recuerda esta jornada, con el lema No apartes tu mirada del pobre.
Es curioso como en un mundo donde el hombre ha llegado a la luna, donde probablemente llegaremos a Marte, donde las grandes tecnologías llegan a nuestros ordenadores, donde la Inteligencia artificial será capaz de ser más perfecta que el hombre, no somos capaces de erradicar ciertas enfermedades, no somos capaces de acabar con el hambre y resulta que cada vez tenemos más pobres a nuestro alrededor. Parece que no vemos la luz al final del túnel, que no tenemos esperanza.
Quizás, después de las lecturas que hemos escuchado hoy, nos preguntemos ¿qué nos espera después de tantos esfuerzos, luchas, ilusiones, sinsabores..?. ¿No tenemos los hombres otro objetivo sino producir cada vez más, distribuirnos cada vez mejor lo producido, consumir más, hasta que acabemos siendo consumidos por nuestra propia caducidad?.
El hombre necesita una esperanza para vivir con plenitud. Una esperanza que no sea una envoltura para la resignación, como aquellos que se las arreglan para organizarse una vida tolerable y aguantar bastante buen la aventura de cada día. Una esperanza que no debe confundirse con una espera pasiva, ni el arrojo ciego y falto de realismo de quien actúa a la desesperada, sin amor a la vida, y por tanto, sin temor a destruir a otros o a que lo destruyan a él.
Necesitamos en nuestro corazón una esperanza que se mantenga viva aunque otras pequeñas esperanzas se vean malogradas e incluso completamente destrozadas. Los cristianos encontramos esta esperanza en Jesús de Nazaret y en sus palabras que no pasarán. No esperamos algo que no puede ser. Nuestra esperanza se apoya en el hecbo inconmovible de la resurrección de Jesús.
En el lenguaje apocalíptico de las lecturas de hoy, se nos dan toques de atención para estar preparados. Los pobres, cuya jornada celebramos hoy, también nos dan toques de atención. No podemos mirar para otro lado e ignorar la suerte de los que están en las orillas y a los bordes de los caminos de nuestra sociedad. Los pobres nos tienen que hacer espabilar de cómo cuidamos nuestro mundo, que hay 82 millones de personas que han tenido que abandonar sus casas, su falmilia, sus raíces y nosotros, a veces, no queremos mirar, los criticamos, los miramos con malos ojos y ni siquiera queremos oir sus quejas de lamentos.
Va siendo hora de tomarnos en serio las señales de los tiempos. No para meter la cabeza debajo del ala como el avestruz y diciendo que no podemos hacer nada, sino que empecemos a espabilar porque en cualquier momento nos puede tocar a nosotros.
Hasta la próxima
Paco Mira



sábado, 9 de noviembre de 2024

EL AMOR ES LO ÚNICO

 


EL AMOR ES LO ÚNICO

Hace unos días contacté con unos profesionales para realizar unas reparaciones en mi casa. Tras concretar el día y hora en que vendrían a hacer los trabajos, me pidieron: ‘Mándenos su ubicación’. Antes, cuando teníamos que encontrarnos con alguien, le pedíamos la dirección, pero hoy en día, con las nuevas tecnologías, se pide la ubicación, que señala el emplazamiento físico de algo o alguien, y podemos ver en el móvil por dónde ir y si estamos cerca o lejos del destino.

Para que sepamos por dónde ir, hoy Jesús también nos envía ‘la ubicación’ del Reino. Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Qué mandamiento es el primero de todos?”. Ciertamente, este escriba ya conocía el mandamiento que hemos escuchado en la 1ª lectura: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”. Pero, según la tradición judía, la Torá (el conjunto de los cinco primeros libros de la Biblia) contiene 613 mandamientos, y por eso quiere conocer el itinerario correcto para llegar al encuentro con Dios.

Jesús le responde que, efectivamente, «el primero es: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser». Pero, para darle la ubicación precisa y que no se pierda en la maraña de mandamientos y preceptos, añade un segundo mandamiento tomado del Levítico, «amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento mayor que estos».

El amor no está en el mismo plano que otros deberes. No es una norma más, perdida entre otras normas más o menos importantes. Amar es la única forma sana de vivir ante Dios y ante las personas. Si en la política o en la religión, en la vida social o en el comportamiento individual, hay algo que no se deduce del amor o va contra él, no sirve para construir una vida humana. Sin amor no hay progreso.

Se puede vaciar de Dios la política y decir que basta de pensar en el prójimo. Se puede vaciar del prójimo la religión y decir que lo decisivo es servir a Dios. Para Jesús, Dios y el prójimo son inseparables. No es posible amar a Dios y desentenderse del hermano.

No hay un ámbito sagrado enel que nos podamos ver a solas con Dios, ignorando a los demás. No es posible adorar a Dios en el fondo del alma y vivir olvidado y olvidando a los que sufren. El amor a Dios, Padre de todos, que excluye al prójimo se reduce a mentira.

Hoy Jesús nos recuerda cuál es la ubicación del Reino de Dios. Nos corresponde comprobar si estamos yendo por el buen camino, y si estamos cerca o lejos del reino, evaluando nuestro amor tanto a Dios como a los hermanso. A veces nos centramos mucho en devociones de piedad, en el culto a Dios, en una fe intimisma, en una espiritualidad desencarnada, y del compromiso cristiano lo dejamos para un lugar secundario. Pero también al revés: caemos en el activismo, en múltiples compromisos y descuidamos nuestra relación con Dios, no descubrimos la necesidad de la oración, de la formación de la participación en la eucaristía, etc....

La ubicación del Reino de Dios que nos ha dado Jesús, con esas coordenadas del amor a Dios y al prójimo como a uno mismo nos recuerda que el camino hacia el encuentro con Dios se recorre amando a Dios sobre todas las

cosas, pero ese amor no queda encerrado en nosotros mismos, sino que, teniéndolo como fuente, nos entregamos al prójimo, amándolo como a nosotros mismos para que también pueda conocer y vivir lo que nosotros hemos conocido y disfrutamos.

Hasta la próxima

Paco Mira

viernes, 11 de octubre de 2024

¿TENEMOS O SOMOS MÁS?



Hay una cosa clara y es que tenemos mucho más que las generaciones que nos han precedido. Tenemos mucho más que nuestros abuelos y que nuestros padres. No solo en adelantos tecnológicos, sino en propuestas que hacemos y que la sociedad nos hace. Pero la pregunta que tenemos que hacernos, es si en valores somos y tenemos más que nuestros predecesores: ¿somos más honrados, felices, más libres de lo que fueron nuestros mayores’

Hoy el evangelio nos habla de pobreza y esta es una actitud profunda de confianza y descanso en Dios. Esta es una vivencia, una experiencia que se tiene en el fondo de la vida, del ser. Si queremos saber qué cristianos somos, miremos nuestra relación con los más pobres y débiles de la sociedad. El test del cristiano es el pobre. Comunmente solemos pensar que para saber vivir hay que ser rico, por eso ponemos nuestra confianza en el dinero; para vivir bien necesitamos mucho dinero, muchas cosas, cuanto más tengamos meor vida llevaremos.

Hoy tenemos mucho más que las generaciones anteriores, pero realmene ¿somos más?, ¿somos más honrados, más felices, más libres de lo que fueron nuestros mayores?. Del tener no viene el ser. Hablar de la pobreza crea siempre cierto escozor. La pregunta sería, ¿dónde pongo yo mi confianza?. Hoy diríamos que unos confían en la cuenta corriente, en el prestigio social... La pobreza es una actitud profunda de confianza y descanso en Dios, una experiencia que se tiene en el ser.

La pobreza, como la libertad o el celibato o el matrimonio son cuestiones radicales por las que uno opta lleno de confianza y buena voluntad. La pobreza no significa miseria. Decía san Benito que la comida no tiene que ser obsesión ni por exceso ni por defecto. Si nos fijamos en el dinero no debe ser una obsesión en la vida. La pobreza es la actitud de poner nuestra confianza en Dios, es el verdadero pobre. No tenemos que ir muy lejos, sino adentrarnos en nosotros mismos, en nuestros recorridos y vivencias, porque el ser pobre no se discute, se medita y se opta.

Dios nos mira a todos y cada uno de nosotros: a Zaqueo, a Pedro al ladrón en la cruz, a Judas, al buen muchacho de hoy. Mira al joven con afecto y le invita a la pobreza y a la generosidad. El cumplir los mandamientos no bastan para crear personas. Pero del bienaventurados los pobres no nos va a venir la riqueza. Somos bienaventurados y felices por la confianza en Jesús. La pobreza es una libertad ante los bienes, una solidaridad con los más pobres de nuestra comunidad. Si el test del cristiano es el pobre, miremos cómo es nuestra relación con ellos.

Aunque vivamos observando fielmente unas normas de conducta religiosa, al encontrarnos con el evangelio descubriremos que en nuestra vida no hay verdadera alegría y nos alejaremos del mensaje de Jesús con la misma tristeza que aquel que se alejó muy triste porque era muy rico. Con frecuencia los cristianos nos instalamos en nuestra religión, sin reaccionar ante la llamada del evangelio y sin buscar ningún cambio excesivo en nuestra vida. Hemos rebajado el evangelio acomodándolo a nuestros intereses.

A nosotros, como al del evangelio se nos dice: una cosa te falta. ¿Qué nos falta a nosotros en un mundo en el que – en teoría - no falta de nada?. Pues probablemente la salud, el trabajo, la compañía, la empatía... a todos nos falta algo. Por ello en la primera lectura se nos invita a pedir la sabiduría. Sabio es el

que sabe atender a sus mayores, el que sabe acompañar en los momentos importantes de la vida, los que saben reconocer a Dios en todo aquello que hacen.

Ante el evangelio nos hemos de preguntar sinceramente si nuestra manera de ganar y de gastar el dinero es la propia de quien sabe compartir o del que solamente busca acumular. Si no sabemos dar de lo nuestro al necesitado algo esencial nos falta para vivir con la alegría cristiana.

Miremos en nuestra vida lo que nos impide seguir a Jesús; descubramos lo que nos puede dificultar el seguirle de verdad. Debemos dar gracias por tantos hombres y mujeres, jovenes y adúltos que han hecho del seguimiento de Jesús el ideal de sus vidas y a causa de ello han dejado. Honores, dinero, propiedades, casa, patria, lengua, amigos...Todos ellos han de ser un estímulo para nuestras vidas. Ojalá que en el mundo de hoy podamos oir la misma invitación que al joven rico: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres. Despúes ven y sígueme que es posible.

Hasta la próxima

Paco Mira

viernes, 4 de octubre de 2024

LA UNIDAD COMO BANDERA

 


 

En la vida en general y en la de los cristianos en particular, hay cosas que se dan por hecho, porque parece que son evidentes, pero que sin embargo no se cumplen o no hacemos que se cumpla. ¿los cristianos tenemos que ser uno?. La teoría nos dice que sí, sin embargo la práctica nos va a decir que no siempre sucede aquello que deseamos. Triste, pero cierto.

El evangelio de este fin de semana, me lleva a pensar que la comparación del divorcio que nos propone, es una buena señal para que nosotros pensemos que en nuestra Iglesia, en nuestra querida Iglesia también hay divorcio. Y hay divorcio porque la unidad no se ve ni en las alegrías ni en las penas, ni en la salud ni en la enfermedad, ni en las ilusiones y esperanzas como tampoco en los fracasos. Hay veces que en mi querida Iglesia, brilla el ¡sálvese quien pueda!

Ahora que nos volvemos a reunir en el Sínodo, ya con las reuniones finales antes de rubricar el documento que sirva de guía para los próximos años; ahora que hemos cantado en más de una ocasión juntos, juntos somos más, ahora que en nuestra Diócesis hemos celebrado el II encuentro diocesano de pastoral dando la imagen – espero que real – de caminar en la misma dirección, urge el que la unidad sea la bandera de cualquier iniciativa eclesial.

Quiero creer que el mensaje del Génesis, al margen de lo mitológico que pueda tener, es válido en el mundo de hoy para seamos todos una sola carne. Ahora que los silbidos de las balas afloran en una sinfonía trágica de la vida en ciertos lugares del mundo, algunos de especial relevancia para el cristianismo, es cuando todos tenemos que caminar al unísono para romper esa partitura de la tragedia de la vida. Sobre todo desterrar a aquellos que se empeñan en corregir y afinar las notas de la muerte y de la destrucción.

Hemos de ser uno y desterrar el océano del dolor o del cementerio atlántico, donde tantas vidas humanas, deseosas de la vida, el agua se presenta como una trampa donde no llegamos a tiempo para contemplar el amanecer de un nuevo día. No nos ponemos de acuerdo y regateamos en los mercadillos políticos con las vidas humanas para repartir, sin saber cómo ni por qué, en lugar donde no sabemos cómo va a resultar.

Me da la impresión que lo que cuenta la carta a los hebreos, nosotros lo hacemos al revés. Proviniendo todos del mismo Padre, no nos debemos de avergonzar en llamarnos hermanos, pero entiendo que más que hermanos somos, dentro de la misma familia, completamente desconocidos. No somos capaces de abrazarnos y querernos para ello.

Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre: ¡qué lejos estamos de esa realidad!. Estamos empeñados en llevarle la contraria a nuestro Padre. Estamos empeñados en divorciarnos y repudiarnos los unos a los otros en intereses partidistas que no llevan ni conducen a ninguna parte. Lo que nos une en Jesús, tiene que ser indisoluble si realmente el corazón está en cada uno de los acontecimientos que ponemos en ello.

Ojalá que tengamos en nuestra Iglesia las puertas abiertas a quienes el hombre ha castigado con su indiferencia, con su ignorancia, con su desprecio, ... que les ha tenido separados de no poder compartir, vivir y celebrar la fe con aquellos que nos creemos en posesión de ciertas verdades infundadas. Ojalá que nuestra Iglesia, sea una Iglesia no de hermanos divorciados, sino de hermanos que caminan sinodalmente unidos, que tienen proyectos comunes y que siguen la estela y la huella de un Dios que nos ama y nos quiere.

Por desgracia y a lo largo de la historia, nuestra querida Iglesia ha fomentado más la desunión que la unión, aquello que Dios había unido, el hombre se encargó de separar e incluso a veces de forma violenta.

Es curioso que este fin de semana se tiene presente a aquellos que padecen depresión. Que por la soledad y el abandono no nos entre la depresión y podamos convertirnos en verdaderos artífices de alegrías, ilusión y buena noticia que llamamos evangelio y por ello damos las gracias.

        

Hasta la próxima

Paco Mira

 

viernes, 13 de septiembre de 2024

LA ESTRELLA DE LA ALFOMBRA. LA CRUZ

 

 

Allá por el mes de febrero, los cinéfilos están de fiesta. Se resuelven los premios óscar a las mejores producciones cinematográficas de todo un año. Cada uno compite en su idioma, con sus mejores actores, con nervios y cada uno esperando que su nombre sea el del sobre ganador: por prestigio, reconocimiento, mérito, etc... Para entrar en el teatro donde todo ello acontece, se coloca una alfombra roja, la de los grandes acontecimientos y donde las grandes estrellas van pasando para posar ante los medios de comunicación de todo el mundo y que su imagen quede para la posteridad.

Los cristianos también tenemos una estrella que sea pasea y camina por la alfombra de todo el mundo y por la vida de todos y cada uno de nosotros. Es más: la llevamos con nosotros y cada uno tenemos que saber llevarla de la mejor forma posible, porque es nuestra seña de identidad y hemos de dar cuenta de ello. Es la cruz. Cruz que nos identifica, que nos ha de motivar y que nos tiene que animar en el camino de la vida.

Este fin de semana celebramos la exaltación de la cruz. Precisamente en un domingo donde Jesús le pregunta a sus amigos, quién es él para ellos. Quién es él para nosotros. Muchos, si nos hicieran esta pregunta hoy, (y creo que es bueno que nos la hagamos), responderíamos con lo aprendido en teología, o lo aprendido en el catecismo, o con lo que nuestros padres nos pudieron enseñar de pequeños y de memoria, pero vivencialmente, ¿quién es Jesús para ti y para mi?. 

Igual la pregunta es si hemos asimilado en nuestra vida, la vida de Jesús. Una vida que ante las dificultades de la mism no se ha amilanado, todo lo contrario, se asume y sabiendo que nadie va a aplaudir por lo que se hace, sino que se criticará por la entrega desde y con el amor hacia los demás; es un símbolo que hemos asumido como propio: la cruz.

El evangelio de este fin de semana nos interpela a que no hagamos como la gente de la época de Jesús que tenía una idea sesgada o parcial de Jesús, que lo identificaba como un superhombre, pero sin entrar a reconocer que el Hijo de Dios. O como hizo Pedro, que sabemos la respuesta correcta, pero en el fondo tenemos nuestra idea de Jesús y cuando no actúa en nosotros (cuando pedimos algo), creemos que tiene que hacerlo, acabamos rechazándolo. Muchas veces – como relata el texto – pensamos como hombres y no como Dios.

Ser cristianos no consiste en tener una idea de quien es Jesús o saber la teoría de quién es, sin profundizar en lo que significa ser Mesías, el Hijo de Dios hecho hombre. Muchos cristianos se sitúan ante Jesús como el que va al cine y cómodamente en su butaca ve una película como mero espectador. O como el que lee una novela y se identifica con un personaje ficticio.

Ser cristiano es seguir a Jesús, hacer nuestras sus actitudes, sus enseñanzas y sus consecuencias aunque suponga un cambio radical en lo que pensamos: si alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me siga. Ser cristiano no es seguir  a un personaje de película o a un personaje de novela cuyo desenlace lo hago cuadrar a mi forma y manera. Ser cristiano es meternos de lleno nosotros en la historia donde el protagonista es el propio Jesús.

Y tomar la cruz significa, entre otras cosas, lo que nos dice Santiago en la segunda lectura, que la fe se justifica por las obras. ¿de qué nos sirve decir que tenemos fe en Jesús, si no aceptamos su forma de actuar, si no estamos dispuestos a seguirle , aunque eso conlleve negarnos a nosotros mismos y cargar con la cruz?. Dejemos que el Señor nos enseñe a “pensar como Dios y no como los hombres” para vayamos teniendo una idea clara y completa de quien es él y así nuestras obras manifiesten la fe que profesamos de palabra.

Pasemos por la alfombra roja. Que cada uno lleve su propia cruz y que cuando nos vean no nos tengan que preguntar quien es Jesús para nosotros, sino que nuestra vida es la misma de Jesús

 

Hasta la próxima

Paco Mira

sábado, 20 de julio de 2024

LA MIRADA DE MUCHOS, POR EJEMPLO:DE LUIS DE LA FUENTE


 

Un pastor es la persona que cuida de un rebaño, y un rebaño es un conjunto de cabezas de ganado. Pero la palabra rebaño es utilizada en sentido despectivo para referirse a una masa anónima de personas, sin ideas propias, manipulable... y a menudo, la sociedad en que vivimos, y por tanto nosotro smismos, se parece en muchos aspectos a un rebaño: no hay un rumbo fijo, ni una meta definida, sino que se vive al día, sin grandes planes, sin esperanza, sólo buscando momentos gratificantes. 

También nos falta capacidad de reflexión y crítica para discernir y, por eso, abundan pastores (aunque ahora se llamen influencers o coaches) que se aprovechan de la necesidad de esperanza de la gente para conseguir miles de seguidorees que, de un modo irreflexivo, adoptan ideas y se dejan llevar por lo que estos nuevos pastores les dicen.

En el evangelio hemos escuchado que Jesús vio una multitud y se compadeció de ella porque andaban como ovejas que no tienen pastor. Jesús ve la realidad de su tiempo: no faltaban falsos pastores, que se presentaban como el Mesías para liberar al pueblo de la dominación romana; también muchos de los pastores oficiales (sacerdotes del templo, escribas, fariseos...) dejaban mucho que desear, como lo había anunciado el profeta Jeremías: “«ay de los pastores que dispersan y dejan que se pierdan las ovejas de mi rebaño», por eso no es de extrañar que la gente ya no supiera a qué atenerse, y por eso andaban por la vida sin rumbo fijo, como ovejas sin pastor y fácilmente manipulables.

Por eso Jesús, no ve un rebaño; ve a una multitud de personas que, aunque no lo expresen, sufren por esa falta de rumbo y de meta para su vida; por eso se puso a enseñarles muchas cosas.

El evangelio de hoy nos hace varias llamadas: una que pensemos si somos rebaño, si vivimos como ovejas que no tienen pastor, sin un rumbo ni meta definidos; si me dejo llevar de un modo irreflexivo por las opiniones o criterios de otros en todas las dimensiones de mi vida.

Por otra parte Jesús dice que vio a la gente y le dio lástima. Hay un refrán que dice que hay miradas que hablan por sí mismas. Esta semana se ha hecho viral la respuesta del seleccionador nacional de fútbol Luis de la Fuente cuando confesó públicamente que se presignaba antes de cada partido y que no era un gesto de superstición, sino un acto de fe. ¡Cuántas supersticiones tenemos que superar y suplirlas por gestos de fe!. ¿Cómo miramos nosotros a la gente que nos rodea?.¿Es despreciativa  e indiferente o compasiva como la de Jesús?. La realidad que estamos viviendo a nivel migratorio, nos reta en la mirada.

Es una pregunta, la anterior, que nos lleva a plantearnos qué puedo enseñar a otros. Porque no nos olvidemos que por el Bautismo, estamos llamados a ser pastores. Y, aunque en cada lugar y circunstancia ese enseñar se concretará de formas diversas, hay algo básico para proponer a la gente que nos rodea, un rumbo fijo y una meta definida: la esperanza que es lo último que se pierde.

Y el fundamento de la esperanza es la de compartir la vida plena en el regazo de padre Dios. Tenemos la certeza de que la historia de la humanidad y la de cada uno de nosotros no se dirige a un punto ciego o un abismo oscuro, sino que se orientan al encuentro con el Señor de la gloria. Jesús muerto, pero sobre todo resucitado es el centro de nuestra fe. 

El profeta Jeremías es un hombre al que la vida no le sonrió en exceso, pero que supo mantenenerse fiel a quien le había encomendado su tarea. Quizás nosotros no tenemos muy claro dicha tarea.

La vida cristiana es un camino, que necesita momentos fuertes para alimentar y robustecer la esperanza que permite vislumbrar la meta: el encuentro con el Señor Jesús». El próximo Jubileo será para todos una ocasión de reavivar y anunciar la esperanza, «para poder exclamar, ya desde ahora: Soy amado, luego existo; y existiré por siempre en el Amor que no defrauda y del que nada ni nadie podrá separarme jamás».


Hasta la próxima

Paco Mira

 

 

jueves, 4 de julio de 2024

¿DÓNDE ESTÁN LOS VERDADEROS PROFETAS?



¿DÓNDE ESTÁN LOS VERDADEROS PROFETAS?

 

Hoy  todo va con curriculum para poder ser alguien en la vida. Para cualquier trabajo, necesitamos un papel. Estamos en la cultura del papel: supermercado, hijos, carnets, a diferencia de los tiempo sde nuestros abuelos que con un apretón de manos arreglaban todo....pero nos encontramos con un Jesús que no tenía un poder cultural como los escribas. No era un intelectual con estudios, no había hecho ninguna carrera ni ningún master. Tampoco poseía el poder sagrado como los sacerdotes del templo. No era miembro de una familia honorable, ni pertenecía a las elites urbanas de Tiberiádes. No había estudiado en ninguna escuela rabínica. No se dedicaba a explicar la ley. No le preocupaban las discusiones doctrinales. No se interesó nunca por los ritos del templo.

Cuando llegó a Nazaret, la gente se maravilló por la sabiduría de su corazón y la fuerza curadora de sus manos. Jesús lo único que sabía hacer era comunicar su experiencia de Dios y enseñaba a vivir bajo el signo del amor. Sanaba la vida y aliviaba el sufrimiento.

Probablemente los hombres buscamos a Dios en lo espectacular y extraordinario. Nos parece poco digno encontrarlo en lo sencillo y habitual, en lo normal y no vistoso.

La encarnación de Dios en un carpintero de Nazaret, nos descubre, sin embargo, que Dios no es un exhibicionista que se ofrece en espectáculo, el ser todopoderoso que se impone y del que hay que defenderse, como dirá algún filósofo. El Dios encarnado en Jesús es el Dios discreto que no humilla. El Dios humilde y cercano que , desde el misterio mismo de la vida ordinaria y sencilla, nos invita al diálogo. Dios está en el centro de nuestra vida, aún estando más allá de ella.

A Dios lo podemos descubrir en las experiencias más normales de nuestra vida cotidiana. En nuestras tristezas inexplicables, en la felicidad insaciable, en nuestro amor frágil, en las añoranzas y anhelos, en las preguntas más hondas, en nuestro pecado más secreto, en nuestras decisiones más responsables, en la búsqueda sincera.Cuando un hombre ahonda con lealtad en su propia experiencia humana, le es difícil evitar la pregunta por el misterio último de la vida al que los creyentes llamamos Dios.

Lo que necesitamos son unos ojos más limpios y sencillos y menos preocupados por tener cosas y acaparar personas. Una atención más honda y despierta hacia el misterio de la vida, que no consiste solo en tener un espíritu observador, sino en saber acoger con simpatía los innumerables mensajes y llamadas que la misma vida irradia. Diios no está lejos de los que lo buscan con la sinceridad del corazón.

Un profeta es un personaje molesto que no se doblega ante nadie. No tiene precio y su palabra penetra como cuña en las partes más sensibles de nuestro actuar. Pone en crisis, desestabiliza, nos deja en el aire, nos despierta, sisembra la duda contra nuestras seguridades. Critica el orden establecido, señala los puntos débiles, marca caminos nuevos, exige cambios radicales que contrapone a la situación actual. 

Muchos profetas del pasado son conoceidos, hablan de ellos la Biblia o la historia del cristianismo, particularmente la de los mártires reconocidos como tales por la Iglesia. Otros muchos – la mayoría – también fueron profetas, mártires y no los conocemos. Unos y otros compartieron de alguna manera el destino de Jesús.

No quiero olvidarme de Oscar Romero, Francisco de Asís, Ellacuría y los mártires en el Salvador; los grandes teólogos del Vaticano II, Rahner, Häring, etc... si la sinodalidad en la que estamos inmersos no camina por cauces proféticos audaces, no se abrirá el evangelio a la nueva gentilidad. Nos hacen falta profetas que vean y piensen la situación y los problemas de las comunidades. Repetir y repetir no evangeliza. Hace falta aliento vital y audacia profética.

¿Somos profetas de calamidades o profetas audaces?

 

 

Hasta la próxima

Paco Mira

 

 

viernes, 28 de junio de 2024

HOMBRES Y MUJERES DE FE

 


HOMBRES Y MUJERES DE FE

 

Todo el mundo sabe que la filosofía nació porque el hombre se admiraba y se admiró siempre por lo que le rodea y se preguntó y se preguntaba el por qué surgen y de la manera que surgen las cosas. El por qué siempre es la pregunta del hombre desde que es pequeño. Un niño, cuando su padre o su madre le dice que no a algo, siempre la respuesta es por qué.

Pero también es verdad que unas veces por situaciones que la vida nos presenta, otras veces cuando hemos llegado a una edad avanzada, en un momento o en otro, también nos preguntamos, al menos algunos, ¿por qué tengo fe?. Cuando las cosas nos van razonablemente bien, quizá encontremos alguna respuesta satisfactoria a esta pregunta; pero cuando  las cosas van mal, o muy mal, o cuando vemos cerca el final, no es extraño que esas mismas razones ahora nos resulten insuficientes. No renegamos de nuestra fe, pero ésta no se apoya en nada tangible, experimentable. Solo tenemos fe, sin pruebas.

El mensaje de Jesús hoy, se dirije a todo el mundo, a los ricos y a los pobres, a los que tienen fe y a los que no. En una sociedad donde la ley es lo que prima, Jesús invita a dar un salto: de una fe con pruebas, de ley, de sinagoga, a la sola fe, sin nada que la apoye, una fe débil, pero que de algún modo se mantiene aun cuando los hechos parecen desmentirla, aunque los demás no la compartan (dice el texto que los demás se reían de él). Y por esa fe, Jesús obra el milagro: entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo levántate.

El pasaje del evangelio nos invita a preguntarnos, ¿por qué tenemos fe?. Para ello debemos saber el fundamento en que se apoya esa fe. El punto de partida y fundamento de la fe cristiana no es un ilusión o proyección de nuestros deseos; no consiste tampoco en especulaciones, ni es confianza simplista en un final feliz.

Pero es que la fe, por la confianza en Jesús, es que Dios es fiel en cualquier situación de la vida. La fe no es que yo creo que..., sino que yo creo en. La fe es confiar en Dios, es un proyecto de vida que lo abarca todo y una actitud integral ante la existencia. Creer significa sentirse seguro en Dios, confiar en él y basar la existencia en Él. La fe es la respuesta del ser humano a la revelación que Dios ha hecho de sí mismo, porque Dios previamente se nos ofrece en Jesucristo. La fe es encuentro, amistad con Dios, es un acto libre y responsable.

Pero, con frecuencia, la realidad que vivimos habla un lenguaje completamente distinto al de la Palabra de Dios. Las contradicciones de la vida, el sufrimiento injusto y la muerte parecen un sarcasmo al mensaje del amor de Dios.

De aí que la respuesta de la fe ha de darse a lo largo de toda la vida, y abarca todas las preguntas y esperanzas y desengaños. Ante estos interrogantes, el creyente tiene que robustecer y profundizar su fe. Constantemente tenemos que creer contra el mundo, como hizo Jairo. Pero, para que la fe no sea irracional, el Espíritu de Dios hace su labor, y la respuesta de fe ha de producirse a lo largo de toda la vida, hemos de estar atentos a los signos de Dios, que manifiestan su presencia también cuando estamos rodeados de oscuridad.

Si la semana pasada se nos decía que no teníamos fe, teníamos miedo, este fin de semana tenemos confianza y tenemos fe. Nos fiamos sin saber cuál va a ser el resultado. La fe es un camino que hay que recorrer fundados en la esperanza, es un riesgo, un cambio radical,  en los puntos de vista y de conducta habituales. Se trata de dar a la vida y a la muerte el carácter trascendente y esto para los cristianos significa que únicamente en la fe podemos encontrar respuesta. La vida de Dios apareció defiitivamente en Jesús.

Señor, si quieres puedes y nosotros hemos de poner de nuestra parte.

 

Hasta la próxima

Paco Mira

 

domingo, 2 de junio de 2024

DONANTES, PERO DE VIDA

 



DONANTES, PERO DE VIDA

De vez en cuando, los servicios sanitarios nos recuerdan la importancia y necesidad de que donemos sangre: “dona sangre, es de vital importancia”, “tu sangre salva vidas, dónala”, “dona sangre, comparte vida”, son algunos de sus lemas. En todos aparecen unidas la sangre y la vida, porque la sangre es muy necesaria para muchas funciones vitales de nuestro cuerpo. Por otra parte, España lleva más de treinta años como líder mundial en realización de trasplantes de órganos. Muchas veces estos órganos proceden de personas que han fallecido y que, por su generosidad o la de sus familiares, son donados para que quienes los reciben puedan mejorar su calidad de vida. Por eso es muy necesario e importante ser donante

Hoy estamos celebrando la donación más grande de sangre y de órganos. La solemnidad del Corpus Christi. Hoy celebramos que Jesús nos ha donado su Cuerpo y Sangre. Jesús es el gran Donante que se entregó por nuestra salvación y que, tras su muerte y su resurrección, continúa entregándose totalmente para darnos vida, para darnos salvación: “tomen, esto es mi Cuerpo... ésta es mi sangre”.

Hoy es un día para dejar que resuenen en nosotros las palabras de Jesús que decimos en el momento de la consagración: «tomen y coman, porque esto es mi cuerpo que será entregado por ustedes. Tomen y beban, porque este es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna». Quizás estamos tan acostumbrados a escucharlas que no nos damos cuenta de su profundo significado. Cristo, por puro amor hacia nosotros, se hace donante total, nos entrega su cuerpo y su sangre, para salvarnos, para darnos su propia vida y eso que nosotros tengamos vida. Esta donación total es lo que dio sentido a la vida de Jesús y es lo que da sentido a la vida de los que, como discípulos suyos, recibimos la donación de su cuerpo y su sangre.

Y, al recibir esta donación, también firmamos la nueva alianza con Dios. Ya no es una relación meramente cultural, hecha de ritos y gestos externos, sino que es una relación de vida y amor. Jesús, al entregarse por nosotros una vez y cada vez que celebramos la eucaristía, nos enseña que la nueva alianza de Dios con nosotros nos compromete a ser también donantes, a entregarnos nosotros mismos a los demás por amor, porque eso es lo que realmente nos da la vida. Celebrar la eucaristía es comulgar con Jesús para vivir cada día de manera más entregada, trabajando por un mundo más humano.

Jesús quería y quiere que los suyos se sientan comunidad. A los discípulos les tuvo que sorprender lo que Jesús hizo al final de la cena. En vez de beber cada uno de su copa, como era costumbre, Jesús les invitó a beber de una sola, la suya. Todos compartirán la copa de la salvación bendecida por él. En ella se veía algo nuevo: esta es la nueva alianza en mi sangre. Celebrar la Eucaristía es alimentar el vínculo que nos une entre nosotros y con Jesús. Es dar gracias por todo lo recibido, especialmente por la VIDA.

La mesa del Señor está abierta a todos, pero de la mesa de los ricos de este mundo están excluidos muchos (gente de precariedad laboral, inmigrantes ilegales, vivienda abusiva...), por ejemplo ¿Cuántos millones de personas viven muriendo de hambre por desnutrición?. La mesa de los ricos y de los poderosos está cerrada a los pobres.

Se me hace extraño como, a veces, el rigor litúrgico ha ido reduciendo los cubiertos de los comensales de la mesa de Jesucristo. Para muchos, la Eucaristía, la rigidez de la misma, parece un desfile militar (el cura ha dicho, la norma dice, el ritual...) Para los que andamos como podemos en la vida, la

Eucaristía es Emaús, pobres hombres y mujeres a veces desesperanzados, que tienen la fortuna de encontrarse con Cristo y sentarse a la mesa con él.

Es de mucho consuelo saber que la mesa del Señor esta abierta a todos, especialmente a los pecadores y publicanos. Da mucha paz saber que todos tenemos sitio en la mesa, en la fiesta del Padre. No importa nuestro pecado. Somos hijos pródigos, publicanos, magdalenas, hemorroisas, zaqueos, pero Dios nos sienta a su mesa y además encantado.

Tengamos los cubiertos preparados y ojalá que cuando nos sentemos en la mesa, sintamos la necesidad de ser donantes.

Hasta la próxima

Paco Mira

viernes, 24 de mayo de 2024

¡ EN NOMBRE DEL PADRE, EN NOMBRE DEL HIJO....!

 


¡ EN NOMBRE DEL PADRE, EN NOMBRE DEL HIJO....!

 

En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, así comenzamos los cristianos la oración, confesando nuestra fe en la Trinidad. Lo hacemos con toda naturalidad, sin querer comprender intelectualmente, a cada instante, el misterio que dicha afirmación encierra. Hemos conocido que Dios es Padre, es Hijo y es Espíritu. Esa es nuestra fe.

Cuando en el año 180 a un mártir le preguntaron qué era el cristianismo, este respondió al que lo iba a ejecutar: «si lograras mantener los oídos atentos, te revelaría el misterio de la simplicidad». Pero, ¿en qué consiste el misterio de la simplicidad?. Es la experiencia de que Dios ha entrado en nuestra historia como Padre amoroso, como madre amorosa y nos ha entregado a su Hijo encarnado en nuestra carne y miseria, con la fuerza y entusiásmo del Espíritu que todo lo vivifica.

¿Podemos vivir, experimentar, ese misterio de la simplicidad?.¿podemos experimentar a ese Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo?. Por supuesto. La fe cristiana lo ha vivido y experimentado a lo largo de los siglos y hoy nos invita a hacerlo también. Para ello revisemos el Credo.

Creo en Dios Padre, creador del cielo y de la tierra. En el Credo confesamos que la vida es fruto de la continua acción creadora de Dios. Contemplemos la creación. Contemplemos la acción dde Dios. Acojamos la vida, vida que nos es dada gratuitamente, en cada instante, vida que nace del amor infinito de Dios. No estamos solos, no somos fruto del azar, nuestro destino no es la nada. Vivimos en las manos amorosas del Padre. Jesús nos ha revelado que Dios es Abba y que es padre nuestro, padre de todos. Acojamos y contemplemos. La fe es contemplar.

Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor. Dios Padre nos ha regalado a su Hijo. En Él, nacido como uno de tantos, hemos visto el rostro de la misericordia infinita. Él es, para siempre, Dios con nosotros. Jesús nos ha descubierto, con su palabra y con su vida, como es Dios. Es como el Buen Pastor en busca de la oveja perdida, es como el padre bueno de la parábola del Hijo pródigo, es como el buen samaritano. Con su vida, fiel hasta la muerte, Jesús nos ha revelado el amor increíblemente fiel de Dios, que es Padre y Madre. Escuchemos y veamos. La fe es ver y escuchar a Jesús.

Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida. El Espíritu que desde el principio hizo posible la vida. El Espíritu que impulsó la vida de Jesús y que hizo posible el nacimiento de la Iglesia. El Espíritu que anima nuestra vida y nos impulsa hacia la belleza y la bondad. El Espíritu que enciende en nosotros lafe, el amor y la esperanza. El Espíritu que nos llama a ser discípulos y testigos de Jesús.

Desde el principio de los tiempos, con la palabra Dios, el ser humano ha querido designar la realidad primera y fundante de todo lo bueno y bello que existe. Algunos pueblos antiguos pensaban que eran dioses, las grandes fuerzas de la naturaleza, los astros, todo aquello que era superior a ellos. Nosotros profesamos nuestra fe en un Dios único, porque así ha ido revelándose Dios a lo largo de la historia, tal y como lo encontramos en la primera lectura de hoy: «reconoce hoy, medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios... no hay otro».

Este Dios que es Padre, Hijo y Espíritu, espera una respuesta por nuestra parte y un seguimiento incondicional: «vayan y hagan discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».

 

 

 

Hasta la próxima

Paco Mira

viernes, 3 de mayo de 2024

¿CÓMO ES EL AMOR?

 


La vida humana no se entiende sin amor. Es como el idioma universal que entiende cualquier persona de cualquier raza y cultura. El amor está presente en la mayoría de loa ámbitos en los que se desenvuelve nuestra vida, es el gran tema de las obrras de arte, libros, películas, programas y series de televisión... las alegrías y sufrimientos que acarrea el amor generan en nosotros los mayores sentimientos. Según la edad y circunstancias, el amor adopta diferentes características y formas de expresión, pero lo cierto es que no podemos tener una vida humana si no tenemos amor.

Jesús va más allá y nos habla de un amor que abre las ventanas del alma y de la vida. De un amor que es la entrega del siervo y al abrazo del amigo. Amar como Dios nos ama es entrar en la dinámica del misterio que es el otro, el hermano, especialmente el que sufre y no cuenta para nosotros. Un amor así, no tiene precio, no caduca, no renta a nivel humano. Un amor del bueno como el de Jesús es un amor que se expande hasta llegar a todo ser humano, hasta hacer de mi enemigo, mi hermano.

No es fácil cantar, escribir, amar, con un amor así. Solo los grandes santos místicos nos han acercado un poco a ese amor que hace arder nuestras entrañas en esa entrega de afecto. Este amor, «como él nos ha amado», necesita concreción, presencia, encuentro, necesita tiempo y espacio donados, no puede reducirse a hermosas palabras, a imágenes en una pantalla, a selfis del momento o a mensajes apresurados.

El amor cristiano ha de ser concreto. Jesús mismo cuando nos habla de amor, nos habla de cosas concretas: dar de comer al hambriento, visitar a los enfermos...Cuando no existe lo concreto se acaba por vivir un cristianismo de ilusiones, porque no se comprende bien dónde está el centro del mensaje de Jesús.

«A ustedes les llamo amigos». El amigo verdadero de Jesús se distingue principalmente por el amor concreto, no el amor en las nubes, sino el amor que resplandece en la vida de todos y cada uno de nosotros. El amor es servicio, es servir a los demás. Cuando Jesús lava los pies en la última cena, nos ha enseñado que hemos sido creados para servir los unos a los otros, y si digo que amo pero no sirvo al otro, no ayudo al otro, no le permito ir adelante, no me sacrifico por el otro, eso no es amor. Amar es hacerse próximo a las necesidades, los llamamientos, las soledades de las personas que nos rodean.

Nadie dijo que amar era fácil, pero nadie dijo que amar era imposible. Todos tenemos la capacidad de amar porque hemos nacido para ello. Hemos de ver y sentir en el que tenemos al lado, al Jesús que ha lavado los pies desinteresadamente a todos aquellos que le rodeaban, incluso al que le traicionó y que acabó con su vida.

Amar es no desafinar en la sintonía de la vida, donde todos y cada uno de nosotros hemos de tocar en el momento y tiempo que nos corresponde, bajo la batuta del director de orquesta llamado Jesús. Amar es entregar la vida, es entregarse, porque nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos y yo añadiría también por sus enemigos. Y esto es posible, porque como dice el libro de los Hechos, “el don del Espíritu Santo ha sido derramado también sobre los gentiles.

Es el momento de hacer una radiografía y un scaner de cómo está nuestra dosis de amor. Es el momento de ver y observar qué gestos de amor descubro y se dan en nuestra vida, en mi entorno, cómo puedo yo ser puente de amor en los demás y hacia los demás.

 

Hasta la próxima

Paco Mira

jueves, 25 de abril de 2024

¿CÓMO ESTAMOS CONECTADOS?

 


¿CÓMO ESTAMOS CONECTADOS?

Hoy casi todos estamos conectados mediante telefonía móvil, internet… Según algunas encuestas, más del 90% de la población tiene un teléfono inteligente. Estar conectados nos permite realizar muchas acciones cotidianas: mantener el contacto con familiares y amigos, realizar operaciones bancarias, pagar en comercios, teletrabajar, acceder a la información, realizar gestiones en entidades públicas… Ya no nos podemos imaginar la vida sin estar conectados. Pero esa conexión continua también tiene desventajas: genera dependencia; se debilitan las relaciones sociales, que quedan reducidas a mensajes; cuando falta o falla esa conexión, dejamos de poder hacer muchas de esas gestiones; aumenta nuestra vulnerabilidad ante ciberdelincuentes; las personas que, por algún motivo, no tienen acceso a la tecnología quedan excluidas de la vida económica y social…

Jesús, en el Evangelio de este quinto domingo de Pascua, nos llama a descubrir la necesidad de estar conectados a él, y lo hace en el ejemplo de la vid y los sarmientos: la vid es la planta cuyo fruto es la uva, y consta de una capa o tronco de donde salen los sarmientos, unas ramas largas, donde brotan las hojas y los racimos.

Y, desde esta imagen, Jesús dice: «yo soy la verdadera vid, vosotros los sarmientos». Jesús es la verdadera vid, de quien brota la verdadera vid-a; para poder recibir esa vida, necesitamos estar conectado a él: “el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante”.

Y nuestra conexión con Él no debe ser ocasional, sino contínua, porque igual que el sarmiento necesita estar conectado a la vid o , de lo contrario se seca, también a nosotros nos ocurre lo mismo cuando nos falta la conexión con Jesús o esta conexión es esporádica: “como el sarmiento no puede dar fruto por sí, sino permanece en la vid, así tampoco vosotros, sino permanecéis en mí; porque sin mí no podéis hacer nda”. Por eso, del mismo modo que sin estar conectados a internet apenas podemos llevar adelante nuestra vida diaria, sin estar conectados a Jesús nuestra vida cotidiana queda limitada a un pasar los días, sin una verdadera meta y esperanza, solo esperando el final. En cambio, si estamos conectados a Jesús de forma contínua daremos fruto abundante, porque estamos conectados a quien es la Vida y nuestra fe y nuestra vida van unidas, aunque a veces se nos olvida.

Al contrario que nos ocurre con estar conectados a internet, estar conectados continuamente a Jesús sólo nos aporta ventajas: no genera dependencia sino verdadera libertad para discernir y actuar; también fortalece nuestras relaciones sociales, porque están basadas en el mandamiento del amor, ‘como Él nos ha amado’; y nos hace fuertes para resistir a las tentaciones y amenazas que nos rodean; y, sobre todo, la conexión a Jesús está al alcance de todos, nadie queda excluido de ella, aunque a veces haya que ‘podar’, cortar con algo, para poder dar más fruto.

Pero claro, también hay problemas. Hay sarmientos secos por los que no circula la savia de Jesús. Discípulos que no dan frutos porque no corre por sus venas el Espíritu del resucitado. Comunidades cristianas que languidecen desconectadas de su persona. Por ello hace una afirmación cargada de intensidad: “el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid”, la vida de los discípulos es estéril si no permanecen en Jesús.

La forma en la que viven su religión muchos cristianos, sin la unión vital con Jesús, quedará reducida a un folclore que no aporta nada a la Buena Noticia del evangelio. La Igleisa no podrá llevar a cabo su misión en el mundo contemporáneo, si los que nos decimos cristianos no nos convertimos en discípulos de Jesús.

Ser cristiano, exige hoy experiencia vital de Jesucristo, un conocimiento interior de su persona y una pasión por su proyecto. Si no aprendemos a vivir de uncontacto más estrecho y apasionado por Jesús, la decadencia de nuestro cristianismo se puede convertir en una enfermedad mortal.

 

Hasta la próxima

Paco Mira


viernes, 19 de abril de 2024

¿DE QUÉ PASTOR HABLAMOS?: DEMOS GRACIAS POR ELLOS



¿DE QUÉ PASTOR HABLAMOS?: DEMOS GRACIAS POR ELLOS

 

Este fin de semana tenemos por delante una de las definiciones más famosas que Jesús hace de sí mismo. Incluso creo que es una definición que a muchos cristianos no les gusta porque parece peyorativa. Es más, en nuestra sociedad del bienestar, cuando alguien nos quiere menospreciar por algo, se recurre al rebaño, a que somos como ovejas, que donde va la primera, la que tiene el cencerro, allí van las demás. No necesitamos que nadie nos gobierne y nos controle nuestra vida. No necesitamos ningún pastor.

Creo que los cristianos vivimos una relación bastante pobre con Jesús. Creo que no creemos que él cuida de nosotros y por ello necesitamos conocer una experiencia más viva y entrañable. Cuando el Papa Francisco dijo que quería pastores “que olieran a oveja”, la frase se ha hecho viral en todo el mundo. Cuando tenemos la imagen de un pastor que huele a sus animales, que incluso lo vemos embarrado como lo están sus animales, cuando en invierno y verano se levanta a las tres de la mañana o incluso duerme con ellos cuando alguno va a parir... el amor hacia ellos es el sustento de su vida, al margen de lo que económicamente le pueda reportar.

El pastor bueno se preocupa de sus ovejas, no las abandona nunca, no las olvida, vive pendiente de ellas, atento a las débiles y enfermas... no como el pastor mercenario cuando ve el peligro, lo primero que hace es salir corriendo, porque no le importan las ovejas. El pastor no puede vivir a su aire, alejado del olor que desprende el rebaño. Un olor que se impregna, sabe lo que necesita el mismo y por ello lo ama.

Toda la vida de Jesús es un misterio de amor y de entrega generosa, sin cobrar una nómina al final del mes. Solo en la fuerza de su amor es posible el amor entre las ovejas del rebaño. La comunidad evangelizadora es aquella que se dispone a acompañar a todas las ovejas, estén o no en el redil. Acompañar a la humanidad en todas sus situaciones de dolor y sufrimiento, también de gozo y alegría. 

Ser ese buen pastor que cuida del espacio que necesitan las ovejas para crecer, para madurar y para vivir. Ser ese pastor que se entrega no es fácil, pero siempre es más liviano si nos dejamos impregnar del olor de Cristo, nuestro Pastor.

El pastor bueno es el que da la vida por sus ovejas. El amor de Jesús no tiene límites, ama a los demás más que a sí mismo, que no huye del peligro, que cuando se pierde una, no dice ¡por una no me molesto!, sino que deja las 99 y va por la que estaba perdida, la echa al hombro y la vuelve a incorporar al rebaño. Por eso los primeros cristianos recitaban, “el Señor es mi Pastor, nada me falta”.

Probablemente, a lo largo de nuestra vida, hemos conocido muchos pastores por los que tenemos que dar gracias a Dios: nuestros padres, nuestros abuelos, algún médico que nos sirvió de consuelo, algún compañero que en un momento determinado de nuestra vida nos sirvió como muro de las lamentaciones, profesores que muchas veces más que conocimientos nos enseñaron testimonios y ganas de vivir.

También puede haber malos pastores. Aquellos que viven su trabajo solo por el salario sin importarle sus rebaños. Estos no huelen a oveja, no se embarran con ellas, sino que huelen a dinero, avaricia y explotación. Seguro que son de verborrea fácil, son de los que corrijen a los demás, porque no ven la viga que tienen en su ojo. 

Sepamos reconocer al buen pastor, al que nos cuida, quiere y mima. 

 

 

Hasta la próxima

Paco Mira

sábado, 23 de marzo de 2024

COMIENZA LA SEMANA GRANDE

 


COMIENZA LA SEMANA GRANDE

 

Según el relato evangélico, los que pasaban ante Jesús crucificado sobre la colina del Gólgota, se burlaban de él y, riéndose de su impotencia, le decían «si eres el Hijo de Dios, bájate de la cruz». Jesús no responde a la provocación. Su respuesta es un silencio cargado de misterio. Precisamente porque es Hijo de Dios, permanecerá en la cruz hasta la muerte.

Las preguntas son inevitables: ¿cómo es posible creer en un Dios crucificado por los hombres?¿ nos damos cuenta de lo que estamos diciendo’¿Qué hace Dios en una cruz?¿Cómo puede subsistir una religión fundada en una concepción tan absurda de Dios?

Un Dios crucificado constituye una revolución y un escándalo que nos obliga a cuestionar todas las ideas que los humanos nos hacemos de un Dios al que supuestamente conocemos. El crucificado no tiene el rostro ni los rasgos que las religiones atribuyen al Ser Supremo.

El Dios crucificado no es un ser omnipotente y majestuoso, inmutable y feliz, ajeno al sufrimiento de los humanos, sino un Dios impotente y humillado que sufre con nosotros el dolor, la angustia y hasta la misma muerte. Con la cruz, o termina nuestra fe en Dios, o nos abrimos a una comprensión nueva y sorprendente de un Dios que, encarnado en nuestro sufrimiento, nos ama de manera increíble.

Ante el crucificado empezamos a intuir que Dios, en su último misterio, es alguien que sufre con nosotros. Nuestra miseria le afecta. Nuestro sufrimiento le salpica. No existe un Dios cuya vida transcurre, por así decirlo, al margen de nuestras penas, lágrimas y desgracias. Él está en todos los Calvarios de este mundo.

Este Dios crucificado no permite una fe frívola y egoista en un Dios omnipotente al servicio de nuestros caprichos y pretensiones. Este Dios nos pone mirando hacia el sufrimiento,el abandono, el desamparo de tantas víctimas de la injusticia y de las desgracias. Con este Dios nos encontramos cuando nos acercamos al sufrimiento de cualquier crucificado.

Los cristianos seguimos dando toda clase de rodeos para no toparnos con el Dios crucificado. Hemos aprendido, incluso, a levantar nuestra mirada hacia la cruz del Señor, desviándola de los crucificados que están ante nuestros ojos. Sin embargo la manera más auténtica de celebrar la Pasión del Señor es reavivar nuestra compasión. Sin esto, se diluye nuestra fe en el Dios crucificado y a abre la puerta a toda clase de manipulaciones.

En este rostro desfigurado del crucificado se nos revela un Dios sorprendente que rompe nuestras imágenes convencionales de Dios. Dios nos sigue interpelando desde los crucificados de nuestros Dios. No  nos está permitido seguir viviendo como espectadores de ese sufrimiento inmenso alimentando una ingenua ilusión de inocencia. Nos hemos de rebelar contra esa cultura del olvido, que nos permite aislarnos de los crucificados.

Cuando los cristianos levantamos los ojos hasta el rostro del crucificado, contemplamos el amor insondable de Dios, entregado hasta la muerte por nuestra salvación. Si lo miramos con detenimiento, pronto descubrimos en ese rostro el de tantos otros crucificados que lejos, o cerca de nosotros, está reclamando nuestro amor solidario.

No podemos adorar al crucificado y vivir de espaldas al sufrimiento de tantos seres humanos destruidos por el hambre, las guerras o la miseria. Si Dios ha muerto identificado con las víctimas, su crucifixión se convierte en un desafío inquietante para los seguidores de Jesús.

Hoy es Domingo de Ramos donde conmemoramos la entrada de Jesús en Jerusalén. Para la gran mayoría de los que estamos aquí, esta celebración nos es conocida, lo de todos los años, con sus tradiciones y símbolos propios. El Papa Francisco, ya nos lo ha advertido que para la mayoría la semana santa sse ha convertido en unas vacaciones de primavera, sin ninguna vinculación a lo religioso o en el caso de haberlo, en una procesión folclórico-turístico que deja ganancia en el lugar de celebración, e incluso si el tiempo no ayuda, nuestro gozo en un pozo. 

Ojalá nosotros sí queramos comprender mejor el núcleo de nuestra fe, y que el misterio de la Pasión, muerte y resurrección ilumine nuestra vida para vivirla plenamente desde la fe.

 

Hasta la próxima

Paco Mira