Aquella mañana, Jesús
salió al encuentro de las mujeres y les dijo que avisasen a sus hermanos para
que fuesen a Galilea, porque allí lo verían. Con esta buena noticia los
discípulos marcharon al monte que Jesús les había indicado. Allí le vieron y al
verle le adoraron. Jesús, entonces, se acercó a ellos y les dijo: «Id, pues, y
haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo».
Esta misión que el
mismo Jesús comunicó una vez resucitado y que se ha ido viviendo de generación
en generación, de cristianos a cristianos, es la misma que nosotros también
tomamos ahora. Todos nosotros hemos sido llamados por Jesús para anunciar su
evangelio entre los niños y jóvenes, y todos hemos respondido de forma
generosa. Por este motivo, por ser Jesús el autor de la llamada, es por lo que
nos encontramos reunidos ante su presencia. Para pedirle las fuerzas, el ánimo,
la fe y el don necesario para ser fieles a ese mensaje que un día dio a sus
discípulos y que ahora nos comunica a nosotros: «Id por todo el mundo y haced
discípulos a todas las gentes».
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