Lo que voy a decir probablemente no tenga excesiva importancia para muchos. Pero en el verano lo que me gusta hacer es todo aquello que durante el año no puedo hacer por trabajo, reuniones, etc... y la playa me relaja. ¡A quién no le relaja o no le da fatiga el ver una llama en una hoguera!. ¡A quién no le relaja escuchar las olas del mar!. Pues a mí me pasa algo parecido: el fuego - siempre que esté controlado -, el agua del mar.... me relaja. Me relaja el caminar por la orilla de la playa, da igual solo que acompañado, aunque prefiero lo último. Tomar un poquito el sol, bañarme... y... llega uno a casa como nuevo, aunque eso por los año no es muy fiable.
Estos días, uno de los que he ido a caminar solo por playa del inglés, esos días en los que la marea parece que te dice que la arena es toda tuya y que las piedras las dejamos para otro momento, me encontré con un amigo y que después de saludarnos, le pregunté: "¿caminando solito?. No. Vamos dos. Dios viene conmigo". Y es verdad. Ahora que el evangelio de estos días nos habla de pan, quizás material, como el domingo pasado, y este domingo también nos habla de algo parecido. Nos habla de fundamento, en una sociedad en la que como decía un filósofo, es una sociedad líquida.
Cuando este filósofo hablaba de este tema, lo hacía en contraposición a sociedades anteriores en las que parecían más sólidos: se hacían proyectos a medio y largo plazo, porque había unos pilares lo suficientemente sólidos para poder soñar de esa manera: trabajo fijo, relación sentimental estable, valores sociales que todo el mundo aceptaba y eran asumidos..... Hoy todo eso no solo se ha debilitado, sino que se ha convertido en algo líquido. No parece haber nada duradero: ni el trabajo, ni las relaciones sociales, ni valores.... todo camina a una gran velocidad y tenemos un fuerte sentimiento de inestabilidad, porque no podemos apoyarnos en nada que nos ofrezca solidez. Se nos escurre como el agua entre los dedos.
A veces pienso si para muchos, nuestra idea de Dios es como el agua que se nos escurre. Por eso cuando mi amigo me dijo que no iba solo por la playa sino que Dios iba con él, está claro que Dios no coge vacaciones en verano. Es más. Me dio una lección, porque cuando yo iba caminando probablemente no iba pensando en Dios.
El evangelio de este domingo nos va a invitar a saciarnos de lo que no nos dará más hambre. ¿Cómo pasar correctamente de lo líquido a lo sólido?, el evangelio es claro: trabajemos por el alimento que perdura no por el alimento que perece; por el alimento que nos dará la vida eterna. Aunque vivamos en una sociedad en la que solamente encontramos alimentos perecederos como la olla de carne de los israelitas en la primera lectura, creo que caminar - como mi amigo - con Jesús en el verano, no es mala idea. Y no es mala idea que
Jesús esté de huelga con los taxistas, siempre y cuando estos tengan razón, además que siempre viaja en patera con los más débiles.
Me resulta curioso cuando veo nuestras eucaristías, la cantidad de bancos vacíos. Siempre me pregunto dónde se encuentran todos esos agentes de pastoral que durante los cursos catequéticos nos damos golpes de pecho, nos apuntamos a dieciocho mil reuniones, solicitamos planes de formación, probablemente negamos ciertos sacramentos porque algún padre ha faltado más de la cuenta y tenemos que ser implacables con la norma impuesta por la parroquia.... pero los bancos siguen vacíos.
¿Saben?. Ojalá me encuentre de nuevo con mi amigo, porque en vez de ir cada uno por su lado, nos juntamos y caminamos los dos con Dios por la playa. ¡Qué lección más buena, porque Dios no duerme ni reposa en verano!
Hasta la próxima
Paco Mira
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