viernes, 5 de agosto de 2022

COMPARTIENDO JUNTOS

 

¿CUÁNTOS QUEDAN CON PROMESA SERIA?

 

¡Pues no se crean que es fácil!. Estamos en un mundo en que las promesas falsas son más rentables, o parecen serlo, que las afirmaciones serias, proveniente de gente que también es seria. Recuerdo que mis abuelos eran hombres de palabra estrechada con un apretón de manos. No estábamos en la era del papel, la palabra era una y esa iba a misa, nunca mejor dicho. Incluso, podía ocurrir, que los tratos que hacían no eran todo lo rentable que en un principio podría parecer. Me explico: si con un primer negociante quedaba en 10 y venía un segundo que ofrecía 18, se quedaba con el primero porque su palabra era una y no había otra.

Pero por desgracia, quien hizo la ley, hizo también la trampa. Las palabras se las lleva el viento  y en esta zona a poco que sople un poco, pues ya está  y aquello que distinguía a las personas honradas y serias, se ha esfumado y casi ya no quedan. Incluso lo que hay que firmar en un papel, siempre habrá quien le busque la vuelta para que no tenga validez.

Pero una promesa debe y es algo muy serio, porque expresa la firme voluntad de dar o hacer algo. Para que esta promesa tenga valor, la persona que la hace ha de ser merecedora de confianza, para tener la certeza de que cumplirá lo prometido. Son muchas las ocasiones de nuestra vida en las que nos encontramos con deseos de prometer: ser puntual, estudiar (eso lo suelen decir los chiquillos cuando suspenden alguna asignatura), cuando alguien promete un cargo público (¿Se han preguntado por qué ya nadie jura su cargo?, ¿será porque espera no cumplir lo que va a prometer?). A nivel de fe también prometemos cosas: en la Vigilia Pascual renovamos las promesas bautismales; en el sacramento del matrimonio prometemos en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, prometemos ser fiel..en una ordenación diaconal o presbiteral, el Obispo pregunta si promete obediencia  por ejemplo  a él y a sus sucesoresUff, ¡cuánto prometemos y poco cumplimos!.

Cuento todo esto, porque las lecturas del fin de semana, nos hablan precisamente de promesa. Vivimos en un mundo cada vez más complicado y casi sin ver la luz al final del túnel, al menos por el momento: las guerras y las imágenes mediáticas sobre ellas y con las que solemos almorzar; la economía que en vez de darnos un respiro parece que cada vez nos ahogan más; los recibos que no dan tregua a nuestra débil economíael que no vemos cómo podemos llegar a fin de mes por más que nos apretemos el cinturón; la cesta de la compra, en la que no sabemos cómo comer bien y barato, porque consumimos menos, porque no podemos hacer otra cosa.

Y las lecturas nos hablan de confianza, o al menos de no bajar la guardia ante las dificultades. Porque si pensamos  como dice el evangelio  que como va a tardar el jefe, comemos, bebemos, y nos damos a la buena vid(que seguro que a todos nos gusta) pues lo que hacemos es bajar la guardia, ponemos la confianza en lo superfluo y cuando llega el «jefe» nos encuentra desprevenidos, fuera de lugar y aquello que habíamos prometido no ha servido de nada.

Vuelvo al principio. En la vida como en la fe, hemos de ser hombres/mujeres de palabra. Que, si le decimos que sí al proyecto y a la persona de Jesús de Nazaret, no sea simplemente de boquilla, de esas palabras que se las lleva el viento, sino que tengamos la valentía suficiente para afrontar las dificultades y darle el sentido de confianza que el propio Jesús nos marca.

La tarea no es fácil, como fácil no es el camino que él nos marca. Un camino en el que tenemos que cargar con la cruz de cada día y que cada uno tiene que aguantar el peso que le corresponde, pero esa cruz es la que da sentido a nuestra vida. Somos herederos de la promesa de Dios y ha de ser un reto para nosotros. Cada uno sabrá como lo afronta: ¿prometo?

 

 

Hasta la próxima

Feliz verano

Paco Mira

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