jueves, 20 de enero de 2022

ASÍ NO, DJOKOVIC, NI AFICIONADO SEVILLANO

 Cuanto peor están las cosas, peor nos portamos. En alguna ocasión alguien me dijo que nunca dejábamos de ser niños, aunque cumpliéramos años. En aquella ocasión no lo creía del todo, pero ahora me doy cuenta no es del todo imposible.

Esta semana lo hemos visto. Y lo hemos visto en gente que es referente y modelo para muchos que empiezan en el mundo del deporte. Novak Djokovic, todo un referente en el mundo del deporte y en el mundo del tenis, ha perdido toda su credibilidad, como persona, por mentiroso. ¡Qué pena!. Muchos se miraban en el espejo del serbio como modelo de caballerosidad, de elegancia, de saber estar, de ecuanimidad, de personalidad... y por aumentar las arcas de su caja, mintiendo, ha quedado a la altura del betún. Así no, Djokovic.

Como tampoco no a mi amigo sevillano (probablemente seguidor del Betis) que lanzó un palo al campo dándole a un jugador del equipo contrario: ¡qué casualidad!. Pero es que aunque le diera a uno de los suyos, en la fiesta del deporte no tiene cabida la violencia; no tiene cabida aquello que vaya en contra de lo que une a la fiesta, a la diversión, a la reunión familiar por unos colores que van a convocar a la familia para disfrutar un espacio.

Amigos, Novak y aficionado sevillano. Así no y nunca no.

Y lo digo en un fin de semana en que Jesús va a la sinagoga (el equivalente a nuestra Iglesia, pero de entonces), a confirmar que el Espíritu de Dios, de la verdad, estaba sobre él y sobre todo estaba para anunciar la buena noticia a aquellos que quisieron y queremos acogerla. Noticias como la de Novak o la del aficionado sevillano, no ayudan precisamente a ello.

Pero claro, no hemos de engañarnos. Su mensaje, el de Jesús, no es una buena noticia para todos los hombres de una manera indiscriminada: es una buena noticia para los pobres. Estos tienen suerte, los pobres, los humillados por la vida...

Pero no nos equivoquemos: Jesús no afirma que los pobres, por el hecho de serlo sean mejores que los ricos. Sencillamente su predilección es por el hecho de ser pobres y oprimidos, y Dios no puede reinar entre ellos sino les hace justicia. Dios no puede ser neutral en un mundo injusto especialmente con los más débiles, por eso la llegada de Dios es una buena noticia para ellos.

Los ricos tienen mala suerte, sus riquezas les impide abrirse a un mundo lleno de posibilidades de relación con los demás. Su corazón, quizás el de Djokovic también, está lleno de tantas cosas - a veces no solo materiales - como el orgullo, la necesidad de acaparar, la posibilidad de engañar,  el no ser honrados... que Dios no tiene cabida y lugar. La riqueza les impide abrirse a Dios Padre. Por ello los ricos no participarán en la última mesa, cuando el Padre siente en ella a los pobres, lisiados, ciegos, cojos, privados de libertad, mujeres marginadas.....

Claro, nosotros también desplegamos al profeta Isaías por medio del Bautismo y tenemos que decir: "el Espíritu de Dios está sobre mí, porque él me ha ungido y me ha enviado a dar la buena noticia a los pobres": ¡qué bonito queda escrito!. ¿Tenemos conciencia de lo que nos obliga nuestro Bautismo?. Cuando comparto la fe con algunas comunidades y veo que hay gente que no la comparte semanalmente, pero sí lo hace en momentos puntuales (entierros, bautizos....), me pregunto que noción tenemos nosotros del Espíritu de Dios.

Bueno, decía que no a Djokovic o al aficionado sevillista, pero también se lo digo a Paco, a Macarena, a Pino, a Juan... tantos y tantos que tienen a Dios como comodín, pero no como al referente del profeta desenrollado en el pergamino de Isaías.

            Hasta la próxima

            Paco Mira   

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