viernes, 29 de marzo de 2019

PETER TABICHE Y EL PADRE QUE ABRAZA


 CARTA
Todos seguramente que nos sabemos alguna frase, algún texto, alguna anécdota .... que se nos cuenta en la Biblia, probablemente con más o menos fidelidad o incluso alguna nos la sabemos de memoria. Y este puede ser el caso de Lucas 15, es decir de la parábola que se conoce como la del Hijo Pródigo. Seguro que la hemos leído en infinidad de ocasiones, la sabemos casi hasta de memoria, la hemos reinterpretado teológicamente e incluso la hemos aplicado a la vida de cada uno. ¡Qué buen texto!.
Acabé de leer un librito de Henri J.M. Nouwen, titulado El regreso del hijo pródigo. Meditaciones ante un cuadro de Rembrandt. Les digo que el libro no me gustó, me encantó. Como el autor, a través de un cuadro, es capaz de diseñar y de definir una parábola aplicable a la vida de cada uno y a la de todos en particular. Parece casi el título de una película, el regreso del....¡Que bueno!: el que se fue, vuelve, pero porque probablemente la medicina de la distancia y de la lejanía tenía efectos secundarios que hizo su labor.
En el tratamiento de drogodependencias y otras adicciones es esencial que la persona afectada reconozca que tiene un problema, que tome verdadera conciencia de su situación, de lo que está pasando y de las consecuencias que le va acarrear. Esto es válido para otros aspectos de la vida personal y social: el primer paso para afrontar y buscar solución a los problemas que van surgiendo es reconocer que existen. Y por supuesto esto es también válido para la vida de fe.
Los efectos del tratamiento del hijo menor es reconocer que tiene un problema, reconocer que ha fallado, reconocer que el camino escogido no es el verdadero y por ello la medicación tiene que surtir efecto y ...¡ vaya si lo hizo!: hay que dar la vuelta, hay que olvidar el pasado, hay que reconocer que lo que hicimos no ha sido lo mejor y por ello vamos a "la casilla de salida", retomemos el camino, reconozcamos nuestra debilidad y nuestra fragilidad y empecemos de nuevo. Probablemente el padre despidió a su hijo con un abrazo y con un beso; seguro que lo despidió con consejos (ten cuidado, mira a ver lo que haces, hoy le diría que no se olvidara de llamar; procura no gastar mucho dinero, etc....) y ¿cómo lo recibió?: como lo despidió: con un abrazo, con una fiesta, con las mejores galas.
Esto me trae a la memoria a Peter Tabiche: un "joven" fraile franciscano de 36 años que lo único que hace es abrazar - como el Padre de la parábola - a todos los que acuden porque reconocen que están necesitados de ayuda, de amor, de besos, de caricias... Peter Tabiche es el mejor profe del mundo. Seguro que la teoría se la sabe de memoria, pero el contacto diario con el evangelio hecho carne de los alumnos que él tiene, es lo que más le reconforta. Gracias, Peter, porque aunque no te conozco, veo que a pesar de los pecados de tu querida Iglesia, sigue habiendo gente buena que lleva el evangelio siempre consigo. Me resulta confortante que el 80% de tu sueldo vaya para el
evangelio hecho carne, para los pobres que sin darse cuenta, son el reflejo vivo de Dios. ¡cuánto tenemos que aprender!.
La cuaresma es el fármaco que nos tiene que animar a que los efectos secundarios hagan su papel. La cuaresma nos tiene que hacer volver a la casilla de salida, para volver a empezar y caer en los brazos del Padre que no es rencoroso, sino amor en estado puro, probablemente como Peter, que no mira el color, ni la raza, sino que enseña, como maestro, con el ejemplo. Es fácil marcharse de casa o quedarse en ella, lo más difícil es volver. La casa de quien se marcha es ausencia y la casa de quien se queda “por ser bueno” es rutina.
Pues como decía la semana pasada, ¡no nos queda nada!
Feliz Cuaresma
Hasta la próxima
Paco Mira

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