Tu
vida, como la de todos, transcurre, entre sencillas tareas. Puedes
caer en el grave error de juzgarlas sin importancia y hacerlas sin
implicarte con entusiasmo y amor poniendo lo mejor de ti mismo. No
olvides que “no hay virtud más eminente que la de hacer
sencillamente lo que tenemos que hacer”. Que descubras y vivas la
felicidad y paz del deber cumplido.
Es
el primer día de clase. La maestra está haciendo la ficha de cada
niño del Jardín de infantes.
—¿Qué
hace tu mamá? –le pregunta al pequeñín, refiriéndose a su
trabajo. —Prepara la comida –contesta el niño. —Bien, es ama
de casa, ¿y tu papá? —Se la come.
Las
tareas sencillas y cotidianas son realmente responsabilidades
simples; pero, ser fieles al quehacer de cada día es algo
importante. La felicidad humana generalmente no se logra con acciones
de especial relevancia, que pueden acontecer muy raras veces, sino en
ese sencillo deber que realizas todos los días con mucho amor.
Valorízalo en ti y en los demás.P.
Natalio
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