GAUDETE, GAUDETE, GAUDETE, GAUDETE, GAUDETE
Cuando
hace unos días hablaba del color morado del adviento, daba la
impresión de no
querer tener un tiempo de alegría en medio de este
color. Y la Iglesia, a través de la liturgia nos lo ofrece este III
domingo, llamado el de la alegría, en latín el de gaudete. ¡Qué
bueno, que en medio de muchas tristezas o sinsabores, podamos
alegrarnos del camino que vamos recorriendo!.
Pero
no solamente eso. El color morado, deja paso al color carne, yo diría
que al color de cada uno. A un color que nos invita a mirarnos en el
espejo y que nos preguntemos cual es el papel que cada uno de
nosotros estamos haciendo en el adviento. El camino del adviento es
el camino de cada uno. El camino del adviento nadie lo puede hacer
por nosotros. Somos nosotros los que tenemos que dejar huella para
que otros puedan seguirlo. Triste será que no dejemos huella en el
libro de la vida.
Por
ello el adviento hay que tomarlo como un proyecto personal, como el
color de la liturgia. Un proyecto en el que nadie nos puede suplir
porque los caminos se hacen con las pisadas de todos y de cada uno en
particular. Un camino de adviento que a veces encuentra un montón de
obstáculos, pero sin duda es en la medida en que nosotros seamos
capaces de sortearlos, cuando vamos viendo un Belén cada vez más
cerca.
Este
fin de semana se celebra el día de los derechos humanos. Saben que
no me gusta hacer mención a los días porque conmemoran lo que no se
celebra ni se cumple y que en el fondo nos hemos viciado
celebrándolos. Pero ¡ qué bonito sería que se cumpliera alguno de
ellos!. Me gustaría que los bancos dejaran de recrearse en los
desahucios y en los intereses abusivos; Me gustaría que todos
respetaran la vida humana, que nadie se escude en su propio cuerpo
para aniquilar la vida de otro. Me gustaría que nadie se
enriqueciera con los alimentos solidarios que otros envían para
paliar la escasez de lo que debería ser abundante.
¡Qué
bonito adviento, amigos, y qué bonita vista de Belén, si los
derechos humanos se respetaran!. Qué bueno sería que el color de la
liturgia, que la alegría de gaudete, fuera nuestro color y nuestra
alegría. Todos nos encogemos cuando vemos las imágenes de
televisión ante desgracias, pero no dejamos de comer por ello.
Juan,
desde la cárcel duda. Pregunta quién es el que viene detrás de él.
Y Jesús le responde que los ciegos ven y que los cojos andan.
¡Cuántos ciegos recorren con nosotros el camino de la
vida!.¡cuántos cojos no pueden caminar con nosotros porque
tropiezan en el mismo camino que el nuestro!. Nosotros hemos de ser
esa luz que guía los senderos que hay que allanar en el caminar
diario.
Ya
ven que el trabajo que nos queda por hacer es mucho. La tarea que
tenemos que realizar es grande. Pero ojo: no nos precipitemos más de
la cuenta. Santiago, en su carta nos dice que tengamos paciencia como
el
labrador
espera la lluvia. Es verdad, a veces, las prisas no son buenas
consejeras.
Ya
vemos que la alegría del gaudete da para mucho y para muchos. No
vivamos la tristeza del adviento a pesar de las dificultades que la
vida nos oferta de vez en cuando. Un saludo cariñoso para todos
aquellos que en este tiempo están viviendo la amargura de las
inundaciones. Es una prueba más de la grandeza de la vida, con sus
alegrías y con sus dificultades. Ojala que el adviento nos ayude a
la solidaridad y a la fraternidad.
Hasta
la próxima
Paco
Mira
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