¡Ay de mí, si no anuncio el
Evangelio!
San Pablo en la Primera
Carta a los Corintios, dice que es una necesidad ineludible para él predicar.
¿Y para quién no? La transmisión de la palabra de Dios no es una exclusiva de
los curas, ni siquiera de los seglares comprometidos. Es labor de todos. Hemos
de llevar el conocimiento de Cristo a nuestras casas, a nuestro trabajo.Todos
tenemos el deber de dar a conocer la realidad de Cristo a quien no la sabe.
San Pablo anuncia el
Evangelio de la libertad ante intereses particulares. Intenta el diálogo con la
diferencia: “Porque, siendo yo libre como soy, me he hecho esclavo de todos
para ganar a los más posibles. Me he hecho débil con los débiles; me he hecho
todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos. Y hago todo esto por el
Evangelio, para participar yo también de sus bienes”. ¡Qué todos nosotros,
sepamos imitar este ejemplo, para servir los intereses del Reino de Dios,
proclamando siempre el Evangelio, en cualquier ocupación o puesto que tengamos
en la vida!
Marcos 1, 29-39: Sanó a
muchos, que sufrían diferentes males
San Marcos nos va a
explicar, en el Evangelio, con la sencillez y profundidad de un pintor impresionista,
como es una jornada de sábado de los primeros tiempos de la vida pública de
Jesús. Come en casa de Pedro, tras la oración en la sinagoga. Quita la fiebre a
la suegra del Apóstol. Luego se dedica, como todos sus días en la Tierra, a
hacer el bien y a curar a los enfermos. A la jornada siguiente, muy de mañana,
irá a hablar con su Padre. Y luego marchará a otros lugares a seguir haciendo
el bien. Ese es su estilo. Nosotros no deberíamos olvidar nunca esa
cotidianidad de Jesús dedicada a los hermanos. ¿Y nosotros?
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