jueves, 11 de agosto de 2022

COMPARTIENDO JUNTOS

 


TENEMOS QUE SER PIRÓMANOS, DEL AMOR, CLARO

 

¡Pues no se crean que es fácil!. Los veranos son propicios para los incendios, y no es sencillo que tengamos que animar a la gente a que sea pirómana. El ser pirómano, hoy en día, está castigado con penas muy suculentas, en lo económico y en la privación de libertad. Prender fuego está castigado, muy castigado. Nuestro planeta vive y se alimenta de los vergeles, de los pocos vergeles que todavía nos quedan: de lasselvas, de los grandes pinares, de los frondosos bosques, de la humedad que generan y conservaneso nos da vida y la vida no puede ser destruida, abrasada y quemada.

Hoy los pirómanos son perseguidos, multados y encarcelados por un delito contra el bien común. Muchos son, ¿somos? partidarios de estas medidas porque quizás son ejemplarizantes, porque quizás sirvan para que no vuelva a suceder ¿o sí?. Estamos ansiosos de «ejemplos ejemplarizantes», que sirvan para que las nuevas generaciones no vuelvan a cometer los mismos errores.

El evangelio de este fin de semana nos habla de un pirómano. De alguien que de una manera muy clara nos dice «he venido a la tierra a traer fuego» y alguno diría, pues que lo detengan ya. Seguro que muchos harían caer todo el peso de la ley de la justicia sobre su persona, por amenazar con algo que está totalmente prohibido.

Pero claro, en la actualidad tenemos que tener claro quienes, son realmente los profetas de nuestro tiempo, los que anuncian viendo lo que sucede, que los tiempos igual no son los mejores. Hay que distinguir esos profetas, de los profetas de calamidades, casi como Jeremías. Esos profetas que no ven nada bueno en la vida, que todo lo que se hace no sirve para nada, que no hay algo que pueda ser aprovechado y todo lo vemos negro sin necesidad de ver el lado positivo de las cosas.

Jesús no es un profeta de calamidades, de tiempos calamitosos, de mal augurio. No es un profeta sin luz al final del túnel. Es curioso que ya en la época de Jesús las cosas no estaban muy claras. De hecho, él acabó con los brazos extendidos en un madero. Y cual profeta, de los auténticos, de los buenos, vaticinó que venía a traer fuego, que su mensaje no iba a ser fácil, que su «buena noticia» iba a ser criticada, vilipendiada y hasta con ganas de ser destruida.

Me lo han leído en más de una ocasión, que los verdaderos mensajes no siempre quieren ser bien entendidos. Los buenos mensajes no son los que acaparan las audiencias televisivas. Los buenos mensajes no son los que ocupan las primeras páginas de muchas portadas de revistas. El evangelio, la buena noticia, tiene que llamarnos a prender fuego. A ser pirómanos del amor hacia quien por amor extendió sus brazos en la cruz. 

Él fue detenido, mal juzgado y ajusticiado. Hoy en día sigue habiendo muchos profetas  y no de calamidades  que por anunciar la buena noticia siguen siendo juzgados mal y ajusticiados de cualquier forma. 

Amigos, creo que tenemos delante un reto muy grande. Ahora que nuestras iglesias se están quedando vacías; ahora que parece que no tenemos la capacidad de reaccionar, resulta que se nos invita a prender la llama con más confianza que nunca; se nos invita a ser antorcha en medio de tanta oscuridad que asola nuestras relaciones sociales y personales; Ahora más que nunca se nos invita a ser pirómanos testimoniales. No se nos invita a dar lecciones de lo que no practicamos, sino que se nos invita a dar lecciones de lo que vivimos y no es otra cosa que plantar la llama de la buena noticia en el corazón de muchos que estuvieron y ya no están porque se han ido desilusionados; llama en el corazón de muchos que tienen inquietud; llama en el corazón de tantos que confían en nosotros como modelo de profetas de buenas noticias.

Hasta la próxima

Feliz verano

Paco Mira

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