Adviento Tiempo de esperanza
Adviento es tiempo de esperanza ante la venida solemne de alguien importante. Para nosotros es ya adelantar y celebrar ese encuentro: la llegada que se confirma en un Amor, el que Dios nos tiene y que se ha manifestado en el misterio de su humanidad. Adviento es buena noticia para el género humano, que anuncia que la redención ya es posible, que nuestro Dios está con nosotros.
Vivir la esperanza en medio de esta pandemia mundial, una enfermedad contagiosa, que nada tenía que ver con nosotros, ni nuestras familias, ni nuestros trabajos, ni nuestras formas de vivir. Ha sido un año muy duro, por eso este tiempo nuevo, nos tiene que ayudar a reflexionar.
En este tiempo se nos hace una llamada a ver cómo está la posada de nuestro corazón, a despertar. Este tiempo nos invita al compromiso y a la responsabilidad con el otro. A que no se nos apague el fuego en el corazón, a que miremos alrededor, a que no veamos como algo normal las miserias de quien sufre. Nuestra posada tiene que tener un espacio amplio y confortable para el hermano.
Adviento es poner la mirada al final del camino y tener presente cuál es el objetivo primordial de la humanidad entera: la plenitud de los tiempos. Y esa plenitud no es otra cosa que el Reino de Dios que ya se está realizando y que nos invita a encontrar una nueva vida en Jesús. Soy yo quien debe recorrer este camino para que en la medida de mis posibilidades aporte un grano de arena, lleve mi lámpara con copioso y claro aceite, de modo que no se pueda apagar nunca en mí la luz misericordiosa, y esté bien prendida la llama hasta que venga el Hijo del Hombre.
Debemos mostrarnos firmes hasta llegar al final del camino, de este camino que nos presenta el adviento, porque es Dios mismo quien nos instruye por esta senda.
“Estad preparados”: es una llamada a la coherencia de vida que debemos llevar, a quitar las cosas postizas que nos acompañan a diario. Nuestro corazón debe estar ligero, preparado para la venida, porque no sabemos la hora. Pero sí queremos encontrarnos en ese momento con las manos rebosantes de buenas obras, y anhelamos que nuestros ojos se crucen con el brillo amoroso de la mirada de Dios.
“Estad en vela”: quien vela se prepara, pone sus esfuerzos en la tenue llama de su lámpara, para poder salir así al encuentro de la luz amorosa que nos regala Jesús, el Amor. El sentido último del adviento es que el lucero nazca en nuestro corazón, o también que seamos capaces de nacer al amor, a ese lucero que no conoce ocaso, y que es la única fuerza que nos sirve para vivir y actuar.
Este año la voz del que grita en el desierto (Jn 1,23) resonará con fuerza, porque la Covid, de alguna u otra manera, nos tiene todavía caminando por ahí, perdidos y sedientos, cansados y apagados. Encendamos la luz de la esperanza en nuestros corazones y en el de los Hermanos. FELIZ ADVIENTO 2020

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