jueves, 18 de abril de 2019

UN JUEVES PARA LAVAR LOS PIES



Hoy, jueves santo, en cada iglesia, se repite el gesto que hizo Jesús: lavar los pies a los demás. En los tiempos de Jesús, cuando un invitado entraba  a una casa,  se le acogía facilitándole el lavarse los pies. Era lo lógico ya que las personas solían caminar descalzos o con sandalias para por aquellos caminos secos y polvorientos. La familia que acogía ponía una palangana  con agua a disposición del visitante, y este se lavaba los pies. Y si era una familia acomodada y  tenía esclavos, era  a ellos a quienes correspondía hacer este trabajo.
   Si alguna vez   el anfitrión  lavaba los pies al invitado  era señal de humildad y de mucho afecto hacia  la persona que acogía.   Por eso a los discípulos extrañó que Jesús se pusiese a lavar los pies de los apóstoles. En su lógica, tendrían que ser ellos quienes lavaran los pies a Jesús. Esa es la razón de la protesta de  Pedro.
Lavar los pies a otro, entonces y ahora, es signo de servicialidad. Que en la misa de este jueves los sacerdotes se pongan a lavar los pies a un grupo de personas no es nada baladí. Es manifestar con un gesto que no se es cura para ser servido sino para servir. Lo que Jesús enseñó.Si se hace  con sinceridad, si no se convierte en un simple rito litúrgico, es algo urgente y necesario. Los curas tenemos que agacharnos a lavar los pies. Y eso, con todo el sentido que tiene el gesto. Lavar los pies es servir, ayudar, no buscar privilegios, no ser exigente, hacerse igual, abandonar el lucimiento, la prepotencia, el señor don.
Jesús sabe que está cerca el momento de su muerte. Le quedan pocas horas. Está emocionado y triste.  Y escribe su testamento con gestos claros de amor. Tiene que decir a sus amigos que les quiere, que da la vida por ellos y que también ellos deben estar dispuestos a dar la vida por los demás. Que los ha elegido no para aparentar, para lucirse. Ni para mandar. Por eso les lava los pies y les dice que hagan lo mismo. Se hace pan para que también ellos estén dispuestos a ser comida, alimento  y fortaleza de las comunidades.
Este Jueves santo  de 2019 se escuchan muchas promesas, muchas buenas intenciones y algunas mentiras. Estamos en campaña electoral. Todos, pregonando lo bueno que son. También entre los cristianos a veces nos creemos más buenos de lo que somos. Los más chachis. No se lo crean. Lo bueno y lo malo hay que demostrarlo. Y lo bueno se demuestra lavando pies.
Hoy tengo un recuerdo para las personas que hoy no hacen el “signo” de lavar los pies sino que los
lavan sin metáforas: Auxiliares de enfermería que lavan y bañan y cuidan en los hospitales. Trabajadores y voluntarios de hogares, residencias, prisiones, grupos de cáritas,  que ponen amor en lo que hacen.
Jesús celebra hoy su “primera misa” y nos invita a nosotros. Invita a todos. Porque la eucaristía no es para los buenos o los que se creen buenos. Es para todos los que quieran responder a la propuesta de Jesús que hoy seguimos escuchando: “Les doy un mandamiento nuevo: que se amen unos a otros como yo les he amado”.
Si quieres ser voluntario en una ONG, si quieres dedicarte a la política, si quieres ser cura, si crees que la profesión de médico o maestro o trabajo social es una vocación, aprende primero a lavar los pies.
A mí, que soy párroco,  me toca hoy lavar los pies. No será a doce hombres. Jesús los lavó a 12 porque eran doce los que estaban. Hoy pueden subir al  altar  quienes quieran, da lo mismo la cantidad o si son hombres, mujeres, niños o niñas.  Hoy me toca hacer el signo. Pero debo hacerlo de verdad todos los días del año.  Y también debo dejar que alguien me lave los pies. El servicio entre los cristianos debe ser mutuo. Porque somos hermanos.

Jesús Vega Mesa

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