UN PLAGIO
Hoy
he llegado a la casa parroquial cansado y sin ganas de escribir mi Diario.
Además, mi cabeza ha estado en otro lado, incapaz de mantener la atención. Así
que me dije.
-Voy
a copiar un texto que ya escribí hace un par de años. Total, ahora que se habla
tanto de los plagios de las tesis o el máster de algún político, no pasa nada
que yo me copie a mí mismo. Nadie se va a dar cuenta.
Pero
no. Puestos a copiar, mejor sería imitar lo que algunos buenos compañeros míos
hacen en sus parroquias. Me gusta copiar la sensatez y sabiduría de alguna gente
del pueblo en el que vivo. Me vendría muy bien plagiar la actitud de servicio
de Dámaso o la perseverancia de Pepe. O copiar la responsabilidad y buena letra
de Mensa. O los esfuerzos y logros de Tita, el buen humor de Jorge, la simpatía
de Omaira, la fe y discreción de María. O la inocencia de Alejandra y Cristóbal
y los niños misioneros, la oración de Margarita o de Marimar. Copiaré, si
puedo, el compañerismo de Águeda, la rectitud de Enrique y el buen oído de Paco
y de Loren. Hoy, la verdad, necesito plagiar.
Casualmente,
un amigo me mandó anoche mismo un texto que me gustó y lo copio textualmente:
Pongo comillas:
“Un
campesino, cansado de la rutina del campo y de tanto trabajo duro, decidió
vender su finca. Como sabía que su vecino era un destacado poeta, se decidió a
pedirle el favor de que le hiciera un anuncio para su venta.
El
poeta accedió gustosamente y empezó a elaborarlo:
El
cartel decía:
“Vendo
un pedacito de cielo, adornado con bellas flores y verdes árboles, hermosos
prados y un cristalino río con el agua más pura que jamás hayan visto”
El
poeta tuvo que marcharse por un tiempo, pero a su regreso decidió visitar a sus
nuevos vecinos, pensando que aquel hombre del aviso de venta ya se había
mudado. Cuál fue su sorpresa al encontrarse otra vez con el campesino
trabajando en sus campos. El poeta le preguntó:
-¡Amigo!
¿No pudo vender la finca?
El
campesino con una sonrisa le respondió:
-No
mi querido vecino, después de leer el anuncio que usted me hizo, comprendí que
tenía el lugar más maravilloso de la tierra y que por ahora no existe otro
mejor…” Cierro comillas.
Moraleja:
No esperes a que venga un poeta para hacerte un anuncio que diga lo bonito que
es tu pueblo, lo maravillosa que es tu vida, tu familia, tu parroquia. O lo
buenos que son tus compañeros. Reconoce cuánta bondad y belleza hay a tu
alrededor y que hay a tu alrededor.
Disculpen.
Lo de hoy es un plagio. Pero me ayuda a valorar lo que tengo y a decir a todo
el mundo que tengo una finca y una parroquia y unos amigos que no quiero
cambiar por nada del mundo.
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