A
Dios le gustan poco las apariencias y los que viven de
apariencias.
En el cielo no hay salas de maquillaje ni tiendas de trastos para
poder aparentar. Las “apariencias” las crea la sociedad de
consumo y las ideas falsas que nos hacemos de nosotros mismos cuando
nos creemos que somos algo. ¡Qué bien se nos da disimular! Hay
maquillajes o disimulos ordinarios: “¡Límpiate, que no te vean
que tienes ojeras, o que has llorado, o que tienes el alma por los
suelos!”. Y hay otros que nos hacen vivir de manera falsa, doble,
al margen de nuestras posibilidades...
Dios
“cala” el corazón. Dios está en el secreto, en lo
escondido, en lo que se hace con corazón y nadie lo ve, solo los
perciben los de mirada de profundidad...
A
Dios no le interesa que cambies de aspecto, ni que disimules. A Dios
le gustas tal como eres. Si te enfundas disfraces y apariencias nunca
aceptarás la realidad, nunca cambiarás ni removerás el corazón...
Dios
ve lo escondido. Nada de lo que haces y los otros no ven, se
queda sin ver a los ojos de Dios. Tantas veces te quejas de cosas que
haces, de detalles que cuidas y que, sin embargo, la persona en quien
pensabas no los ve, no los aprecia... Que sepas que nada de lo mejor
tuyo pasa desapercibido para Dios. Nada. Los ojos de Dios llegan al
secreto del corazón y leen tus y mis secretos. Dios no es Dios de
apariencias.
Dios
anda por los secretos de nuestro corazón...
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