Te
aclamamos queriendo unirnos
a
todos los que sufren.
A
tantos enfermos que no pueden con el dolor,
a
tantas familias deshechas por la droga,
a
todas las parejas rotas por el desamor y la soledad,
a
tantos niños llenos de cosas y necesitados de amor.
Te
aclamamos pidiéndote nos ayudes
a
acompañar la vida
de
tantos inmigrantes llenos de nostalgia
e
inseguridad,
de
todos los deprimidos,
desanimados
y sin ganas de vivir,
de
los que no tienen valores que merezcan la pena,
de
los que tienen penas que nadie consuela,
de
los que cumplen penas en cárceles deshumanizadas…
Te
aclamamos contentos
porque
nos llenas de esperanza.
Por
eso creemos que este mundo tiene remedio,
que
se puede dar la vida como Tú, para crear vida,
que
juntos contigo y con los otros,
somos
una familia,
que
poco a poco vamos haciendo tu reino
y
que nos juntaremos en tu abrazo
al
final de los días.
Te
aclamamos, te felicitamos y te admiramos,
por
lo bien que nos explicaste
la
mejor manera de vivir,
por
cómo nos contaste quién es nuestro Dios,
porque
nos abriste caminos nuevos
y
nos llenaste de ilusión,
porque,
aunque las cosas te fueron difíciles,
llegaste
hasta el fin,
porque
nos invitas a vivir a tu manera
y a
contar con tu presencia.
Y
porque sentimos que caminas
la
vida a nuestro lado…
GRACIAS,
JESÚS… TU PASIÓN MERECIÓ LA PENA.
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