Son bastantes las personas
que, al abandonar las prácticas y ritos prescritos por la Iglesia, han
eliminado también de su vida toda experiencia religiosa. Ya no se comunican con
Dios. Ha quedado rota toda relación con El.
Esta incomunicación con Dios
no es buena. No hace a la persona más humana, ni da más fuerza para vivir. No
ayuda a caminar por la vida de manera más sana. Por otra parte, es bueno
recordar que hay muchos caminos para comunicarse con Dios, y no todos pasan
necesariamente por la Iglesia. Yo diría que hay tantos caminos como personas.
Cada vida puede ser un camino para encontrarse con ese Dios Bueno que está en
el fondo de todo ser humano.
Dios es invisible. «Nadie lo
ha visto», dice la Biblia. Es un Dios escondido. Pero, según Jesús, ese Dios
oculto se revela. No a los hombres grandes e inteligentes, sino a los «pequeños
y sencillos», estén dentro o fuera de la Iglesia.
Dios es inefable. No es
posible definirlo ni explicarlo con precisión. No podemos hablar de El con
conceptos adecuados. Pero podemos hablarle a El y, lo que es más importante, El
nos habla, incluso aunque no abramos nunca las páginas de la Biblia.
Dios es trascendente y
gratuito. No está obligado a nada. Nadie lo puede condicionar. Es Amor libre e
insondable. Ningún hombre o mujer queda lejos de su ternura, viva dentro o
fuera de una comunidad creyente.
A veces, podemos captar su
cercanía en nuestra propia soledad. En el fondo, todos estamos profundamente
solos ante la existencia. Esa soledad última sólo puede ser visitada por Dios.
Si escuchamos hasta el fondo nuestro propio desamparo, tal vez percibamos la
presencia del Amigo fiel que acompaña siempre. ¿Por qué no abrirnos a El?
Otras veces, lo podemos
encontrar en nuestra mediocridad. Cuando nos vemos cogidos por el miedo o
amenazados por la depresión y el fracaso, El está ahí. Su presencia es respeto,
amor y comprensión. ¿Por qué no invocarle?
Podemos intuirlo incluso en
nuestras dudas y confusión. Cuando todo parece tambalearse y no acertamos ya a
creer en nada ni en nadie, queda Dios. En medio de la oscuridad puede brotar la
claridad interior. Dios entiende, ama, lo conduce todo hacia el bien. ¿Por qué
no confiar en El?
Dios está también en las mil
experiencias positivas de la vida. En el hijo que nace, en la fiesta
compartida, en el trabajo bien hecho, en el acercamiento íntimo de la pareja,
en el paseo que relaja, en el encuentro amistoso que renueva. ¿Por qué no
elevar el corazón hasta Dios y agradecerle el don de la vida?
Hemos de recordar aquella
verdad que decía el viejo catecismo: «Dios está en todas partes. » Está
siempre, está en todo. Nadie está olvidado por su amor de Padre, todos tienen
acceso a El por medio de su Hijo, en todos habita su Espíritu. Dios es un
regalo para quien lo descubre. «Si conocieras el don de Dios… El te daría agua
viva. »
José Antonio Pagola
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