Ya
nos vamos preparando para Pentecostés y le pedimos al Señor, que nos envie
su espíritu, que se convierta en nosotros en palabra que convenza, que seduzca
y que entusiasme. ¡Porque no podemos callar lo que hemos visto y oido!
Se
busca «Espíritu»
¿Alguna
vez has oído decir de alguien que no tiene ningún espíritu? Se usa para decir
algo así como que es una persona desganada, desgarbada, que parece que le falte
pasión, intensidad o vitalidad. Desde la fe, el espíritu es «el espíritu de
Dios», esa presencia de lo divino en nuestras vidas, que se convierte en
aliento, intuición, emoción o memoria viva. Ahora que nos acercamos a la fiesta
de Pentecostés –la fiesta del espíritu– es, quizás, momento para hacernos
conscientes de esa presencia, para pedirle a Jesús que nos envíe su espíritu y
para dejar que esa fuerza viva de Dios en nosotros contagie y entusiasme al
mundo.
Ser
personas espirituales
«El
espíritu atestigua a nuestro espíritu que somos hijos de Dios» (Rom 8, 16)
Mucha
gente dice que es «espiritual». No siempre quieren decir que detrás de esto
haya algo religioso. Para muchas personas, basta con hablar del mundo interior,
valores, dimensiones intangibles. En este caso, lo espiritual sería lo contario
a lo material.
Pero,
desde la fe, hay un contenido religioso en ese espíritu. Y desde la fe, ser una
persona espiritual es ser una persona que deja que dentro resuene el eco de
Dios, que su palabra inspire, su vida llame, su fuerza sostenga y su proyecto
envuelva.
Señor,
envíanos tu espíritu, que se convierta en presencia viva, en agua que riegue la
tierra que somos, en pasión que nos empuje a caminar.
Ser
testigos
«Mi
mensaje y mi proclamación no se apoyaban en palabras sabias y persuasivas, sino
en la demostración del poder del Espíritu» (1Cor 2, 4)
La
acción del espíritu de Dios en las personas es convertirnos en testigos.Porque
de lo que te apasiona, te seduce, te motiva y te convence es difícil callar.
Uno quiere gritar al mundo la verdad que intuye, sobre todo cuando es una buena
noticia. De esto se trata. Pentecostés fue el escenario en el que los apóstoles
pasaron de ser un grupo de hombres asustados y escondidos, a convertirse en
testigos valientes de la vida de Jesús. Tan creíbles, que aún hoy estamos muchos
siguiendo sus huellas.
Señor,
envíanos tu espíritu, que se convierta en nosotros en palabra que convenza, que
seduzca, que entusiasme
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