Bienaventurada
María Virgen de Fátima,
con
renovada gratitud por tu presencia maternal
unimos
nuestra voz a la de todas las generaciones
que
te llaman bienaventurada.
Celebramos
en ti las grandes obras de Dios,
que
nunca se cansa de inclinarse con misericordia hacia la humanidad,
afligida
por el mal y herida por el pecado,
para
curarla y salvarla.
Acoge
con benevolencia de Madre
el
acto de consagración que hoy hacemos con confianza,
ante
esta imagen tuya tan querida por nosotros.
Estamos
seguros de que cada uno de nosotros es precioso a tus ojos, y que nada de lo
que habita en nuestros corazones es ajeno a ti.
Nos
dejamos alcanzar por tu dulcísima mirada
y
recibimos la consoladora caricia de tu sonrisa.
Custodia
nuestra vida entre tus brazos:
bendice
y refuerza todo deseo de bien;
reaviva
y alimenta la fe;
sostiene
e ilumina la esperanza;
suscita
y anima la caridad;
guíanos
a todos nosotros por el camino de la santidad.
Enséñanos
tu mismo amor de predilección
por
los pequeños y los pobres,
por
los excluidos y los que sufren,
por
los pecadores y los extraviados de corazón:
congrega
a todos bajo tu protección
y
entrégalos a todos a tu dilecto Hijo, el Señor nuestro Jesús.
Amén.
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