Queridos hermanos y amigos de las Islas Canarias:
Con dolor e impotencia estamos viviendo estos días la erupción de un volcán, en la Cumbre Vieja de la Isla de La Palma. En primer lugar, hay que agradecer a los científicos la aportación de todos sus conocimientos que han permitido prevenir los riesgos; asimismo, reconocer y agradecer a las autoridades toda su entrega y su lucha para evitar, como lo han conseguido hasta ahora, los daños personales y la pérdida de vidas humanas.
Gratitud, y un aliento especial, para las fuerzas y cuerpos de seguridad: La Guardia Civil, la Policía Nacional, las Fuerzas Armadas (particularmente la UME), la Policía Canaria, la Policía Local de los Municipios de La Palma, los Bomberos de la Palma y los llegados de otras islas.
También, valorar y agradecer el trabajo incansable de los miembros de Protección Civil, de los Servicios Sociales y servicios de otro tipo, que se desviven por atender a la población afectada. Igualmente, a todos los voluntarios de Cruz Roja, de Cáritas, y de otras instituciones públicas y privadas, sin olvidar a las personas particulares que han ofrecido sus casas y su prestación personal. Todos ellos se están volcando para acoger, acompañar y atender las necesidades de los damnificados. Por tanta generosidad, damos gracias a Dios y les encomendamos a todos en la oración, para que les dé fortaleza en su servicio y experimenten la alegría de hacer el bien.
Ante la fuerza de la naturaleza y, más concretamente, ante el rugir de la tierra, sentimos la impotencia al comprobar nuestra pequeñez, incapaz de parar una colada de lava destructora. La situación nos supera y las fuerzas humanas nada pueden hacer para controlar un fenómeno natural como este, que se manifiesta en los temblores sísmicos y en las abundantes coladas.
Ciertamente, como estamos comprobando, ante una catástrofe como esta, nadie se queda indiferente. Particularmente, los cristianos, movidos por la fe en Dios -Padre de todos- nos sentimos comprometidos a poner nuestro tiempo, nuestros bienes y capacidades, al servicio de las personas necesitadas. Gracias a nuestra fe, los creyentes, nos apoyamos en Dios “que es poderoso para hacer que copiosamente tengamos más de lo que pedimos o pensamos, en virtud de su poder que actúa en nosotros” (Ef. 3,20). Por eso, de la mano de Nuestro Señor Jesucristo, estamos llamados a abrir nuestros corazones a Dios y pedirle que, con su fuerza poderosa, actúe en nuestra historia y nos libre de todo mal.
En estos momentos dramáticos, ante la situación que se está viviendo en la Isla de La Palma, revivimos nuestra confianza en Dios, le hacemos presente nuestros sentimientos, le manifestamos nuestro deseo de que esta erupción volcánica acabe pronto y le pedimos que no se produzcan más daños.
Y, ante los efectos ya producidos por la catástrofe, le encomendamos a las personas afectadas para que les proteja del pesimismo y les dé fortaleza para afrontar, con paciencia y esperanza, esta tribulación que están padeciendo. Hacemos nuestro su dolor y pedimos a Dios que les conceda consuelo en su aflicción; que, en esta difícil situación, sientan la cercanía y la ayuda por parte de toda la sociedad, y que los programas de reconstrucción, previstos por las instituciones públicas, les permitan rehacer sus vidas.
Cuando visitamos los santuarios marianos, en cada una de nuestras islas, nos damos cuenta que en ellos se refleja la fe de nuestros antepasados que, a lo largo de la historia, en momentos de dificultad, acudieron a la Virgen María. En todos ellos, se manifiesta la realidad de un pueblo que no se deja engañar por la presunción de quienes se creen que todo lo pueden. Por el contrario, muestran el espíritu de las personas que, ante los males naturales, tienen clara conciencia de su pequeñez e impotencia, y ello lo lleva a unirse en oración y súplicas al Señor, contando con la intercesión de nuestra Madre, la Virgen María.
Igualmente, la vida cristiana no está exenta de momentos de crisis y dificultades. Lo vemos en el testimonio de los santos, en las pruebas que tuvieron que afrontar. Pero, ellos nos enseñan que el secreto, para seguir caminando en las dificultades, es la fe y la fuerza de la oración. Gracias a ella, pudieron perseverar y sostener a otros en su peregrinar. Estaban convencidos que “con la oración damos lugar a la acción de Dios en nuestra vida”. Todos estamos llamados a seguir su ejemplo.
Por ello, en esta situación dramática, cargada de sufrimiento y de angustia que atenaza nuestro archipiélago, pues “todos somos palmeros”, acudimos a la Madre de Dios y Madre nuestra, buscando consuelo y refugio bajo su protección.
Pidamos a la Virgen María que vuelva a nosotros sus ojos misericordiosos, que consuele a los que están afligidos por la pérdida de sus casas y de todos sus bienes, y que infunda confianza en quienes viven en el temor de un futuro incierto. Haciendo una paráfrasis de la oración del Papa Francisco, con motivo de la pandemia, le decimos a la Virgen María:
María, Madre nuestra, implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar en la isla de La Palma un horizonte de esperanza y de paz.
Protege a todos los que se desviven por ayudar y evitar mayores males. Acompaña su precioso servicio y concédeles fortaleza, bondad y salud.
Madre Santa, acrecienta en todos nosotros el sentido de pertenencia a la única gran familia humana, para que con espíritu fraterno y solidario salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria que genera este volcán.
Virgen María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de este terrible volcán y que la vida en nuestro archipiélago y, especialmente, en la isla de La Palma pueda reanudar su curso normal con serenidad y en paz.
Nos encomendamos a Ti, Madre, que brillas en nuestro camino como signo de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!
Pedimos la intervención de Dios para que nos ayude a todos a “saber estar” en esta tragedia, poniendo de nuestra parte lo que somos, sabemos y tenemos al servicio de las personas afectadas. Es por ello que seguimos pidiendo vuestra generosidad, canalizada en donativos a través de Cáritas.
También, como Iglesia que camina en las Islas Canarias, “nos unimos en oración por La Palma”. Lo hacemos de modo personal en cualquier momento y, mediante una Vigilia de Oración comunitaria, el próximo día 11 de octubre, víspera de la Virgen María del Pilar. Para ello, les invitamos a acudir a los santuarios marianos y a los templos de las patronas de cada Isla, pidiéndole a Nuestra Señora, que proteja al pueblo de La Palma del volcán y frene sus efectos devastadores.
Asimismo, invitamos a que, en las parroquias y otros lugares de oración, según sus posibilidades, se pueda tener algún momento de oración el mismo día 11. Que ella, nuestra Madre en la fe, siga siendo con su ternura y acogida amorosa, esperanza de nuestro pueblo canario.
Es lo que, con todo afecto, deseamos y pedimos para todos.
† Bernardo Álvarez Afonso, obispo Nivariense.
† José Mazuelos Pérez, obispo Canariense.
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