jueves, 6 de marzo de 2014

UN PADRE QUE MIRA EN LO ESCONDIDO

No lo que queremos mostrar, no lo que necesitamos mostrar, no lo “evidente”. Lo escondido.

¿Qué será lo mío “escondido” que mirás? surge la pregunta; pero enseguida vuelvo a la frase completa, y lo que más fuerza hace no es qué miras en lo escondido sino que eres un Padre que mira. Y ahora sí, voy y vengo en esa imagen: un PADRE que ME mira, y no superficialmente, miras cómo nadie más me ve, y el modo de mirar que te conozco siempre es de una ternura infinita, de un amor incondicional.

No sé mirarme así. Siempre viendo, incluso con las mejores intenciones de cambiar para bien, mis puntos débiles, mis “lados flacos”, mi listado de fragilidades. Como si el centro de la cosa pasara por mí.

Pienso en cuánto me importan las miradas de los demás. Con cuánta facilidad me desaniman las miradas de desaprobación incluso de aquellos que sé que no me conocen bien, y también con misma facilidad, cómo me entusiasman los aplausos –aunque sean silenciosos y tomen diferentes formas- que me dan los mismos que no me conocen tanto. Como si el centro de la cosa pasara por la mirada de los otros.

Pero ahora, escucho Tu Palabra, y estalla algo dentro que abre luz: TÚ mirás lo secreto, lo escondido, lo íntimo, y mirás de un modo tan tremendamente amoroso que yo no siento necesidad de esconder ni de justificar nada. Sólo quiero estar delante Tuyo, y dejar que me mires, ser conciente de ese AMOR sin condiciones al que me invitás a través de Tus ojos.

 Quiero que la puerta de entrada a esta Cuaresma nueva sea a través de ese abrazo Tuyo, que me reconcilia con todo lo que soy; hacer experiencia de ese Amor que me hace nacer otra vez a la alegría y me devuelve mi Nombre más hermoso, mi nombre de Hij@-amada.

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