Primera lectura
Lectura del libro
del Éxodo (20,1-17):
Salmo
Sal 18,8.9.10.11
La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor
es fiel e instruye al
ignorante. R/.
Los mandatos del Señor son
rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R/.
La voluntad del Señor
es pura y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son
verdaderos
y enteramente justos.R/.
Más preciosos que el oro,
más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila.R/.
Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1,22-25):
Los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para lo judíos, necedad para los gentiles; pero, para los llamados –judíos o griegos–, un Mesías que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.
Evangelio del
domingo
Lectura del santo evangelio según san Juan (2,13-25):
Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.»
Sus discípulos se acordaron de
lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora.»
Entonces intervinieron los
judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?»
Jesús contestó: «Destruid este
templo, y en tres días lo levantaré.»
Los judíos replicaron:
«Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar
en tres días?»
Pero él hablaba del templo de
su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron
de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había
dicho Jesús.
Mientras estaba en Jerusalén
por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que
hacía; pero Jesús no se confiaba con ellos, porque los conocía a todos y no
necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay
dentro de cada hombre.
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