MUCHA
ILUSIÓN, PERO.... ¿AHORA QUÉ?
Creo
que ya se lo dije, pero lo vuelvo a repetir, FELIZ AÑO. Quizás sea una frase
como muy utilizada, usada, no sé si gastada, pero es un deseo personal. Es más:
me lo propongo todos los años y no siempre lo consigo, pero bueno.
¡Fíjense!.
Hace menos de un mes, (algunos más, por supuesto) todos con una ilusión
tremenda preparábamos los adornos navideños. En una carta anterior les
comentaba que a muchos, incluyéndome, nos hace una ilusión tremenda estas
fiestas. Hace menos de un mes desempolvábamos los adornos, las figuras del
belén, completábamos aquello que nos faltaba, algunos montaban árbol y belén.
Incluso los abuelos llaman a los nietos para que les ayuden a decorar la casa.
Soñamos, primero con Papá Nöel, luego con los reyes.... ¡cuanta ilusión!. Pero
una ilusión sana.
Sin
embargo, ahora que se acaba toda la parafernalia de la época en cuestión, me da
la impresión que guardamos las cosas no con la ilusión para el año que viene,
sino con el cabreo de quien nos ha manchado la casa, con el cabreo de unas
fiestas que nos hicieron coger no sé cuántos kilos, con el desastre de haber
gastado un montón de dinero.... pero cabreados.
Me
pregunto ¿qué hace que en veinte días, mal contados, nos cambie el sentido del
humor siendo prácticamente el mes el mismo?. ¡Qué rápido ganamos y qué rápido
perdemos las ilusiones!. Así nos va. Los niños, los grandes protagonistas
humanos y mundanos de la fiesta que celebramos, son los que nos dan lecciones
de cómo no hay que perder la ilusión, de cómo hay que caminar por la vida, sin
la tristeza impregnada en la cara, de cómo hay que salir corriendo porque la
caravana de sus majestades pasa y lo más probable es que no me de tiempo a
contemplarla.
Dios
se ha manifestado a los pueblos. Sigo preguntando lo mismo, ¿lo hemos visto, contemplado,
saboreado...? o por el contrario, como hemos hecho con el belén de casa,
¿estábamos deseando que se acabaran los tiempos de navidad, para recoger de
prisa y corriendo para poder limpiar y dejar las cosas como estaban?. Si es
así, así nos va. Nuestra fe, lo más probable es que vaya a trompicones y se
mueva en función de los tiempos que nos invitan a vivir ciertos
acontecimientos, pero pasajeros.
Jesús
se bautiza. Una voz dice que ese es su Hijo, el amado, el predilecto. Nosotros
que ya estamos bautizados, ¿qué voces oímos y escuchamos? y mejor, ¿nosotros
decimos que Jesús es el amado, nuestro predilecto, el faro que nos guía en la
vida?. ¿ Somos capaces de descubrir al que contemplamos en un pesebre hace muy
poquito y al que le catábamos villancicos?.
Uff,
me da la impresión que cambiamos rápidamente de tesitura. El bautismo, nuestro
bautismo nos tiene que dar una identidad lo suficientemente fuerte como para
dar razón de nuestra esperanza allí donde quiera que vayamos.
Tenemos que hacer como Pedro, que cuando pregunta si conocen lo que pasó en
Galilea que un tal Jesús pasó haciendo el bien.
Esa
tiene que ser nuestra razón de ser. Hacer el bien. Hacer el Belén con ilusión y
mantenerla trescientos sesenta y cinco días y que cuando llegue diciembre
recargar las pilas, pero no perder la ilusión de lo que decimos que queremos y
no hacemos. Dios siempre da otra oportunidad y en este caso no da un montón de
ellas.
Recojamos
lo iniciado, pero pensemos en el momento de guardar cada una de las figuras de
lo que pueden significar en nuestras vidas y con quien las identificamos.
Hasta
la próxima
Paco
Mira
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