Los
que habéis sido bautizados,
los
que habéis escuchado la voz del Espíritu,
los
que habéis acogido la revelación del Dios vivo,
los
que habéis descubierto que sois sus hijos,
¡adentraos
en el desierto sin miedo
y
caminad con paso ligero!
Cuaresma
es ese tiempo que viene y va,
tiempo
para vivirlo en camino,
sin
instalarse, sin retenerlo, sin lamento,
con
la esperanza siempre a flor de piel
y la
mirada fija en otro tiempo,
la
Pascua, que es definitivo.
Entrad
en Cuaresma convencidos,
listos
para el combate, ligeros de equipaje, la mente despejada,
entrañas
llenas de ternura y misericordia,
calzado
apropiado,
y
mucha paciencia con vosotros mismos.
Dejaos
mecer por la brisa del Espíritu;
poned
vuestro corazón en sintonía
con
los latidos de Dios y el grito de los afligidos,
bebed
en los manantiales de la vida
y no
os dejéis engañar por los espejismos del desierto.
Bajad
del monte a los caminos de la vida,
bajad
sin miedo y llenos de misterio.
No
profanéis los templos vivos,
buscad
de noche como Nicodemo
y,
como aquellos griegos, preguntad a discípulos y amigos por Jesús y su Reino
y
cómo sembrarse en el campo del mundo
para
germinar a su estilo.
Vivid
la Cuaresma bien despiertos,
caminando
en comunidad,
con
fe, esperanza y amor,
fijos
los ojos en Jesús.
¡Daos
esa oportunidad!
Recibe,
Señor, nuestro corazón de piedra y transfórmalo en corazón de carne.
Recibe,
Señor, nuestro orgullo y transfórmalo en humilde servicio.
Recibe,
Señor, nuestras codicias y transfórmalas en generosidad.
Recibe,
Señor, nuestra ceguera y transfórmala en luz.
Recibe,
Señor, nuestros miedos y transfórmalos en fe.
Recibe,
Señor, nuestras crisis y transfórmalas en madurez.
Recibe,
Señor, nuestros sufrimientos y transfórmalos en sacramentos.
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