Pues fíjense que sí que creo que todavía existen no uno, sino muchos milagros. Es verdad que pensamos que los milagros tienen que ser como los truenos: escandalosos, temerosos para que su efecto sea mayor, que hay que escondernos en un bunker para "mayor gloria de Dios". Pero yo no creo mucho en esos, sino en los que, como dice la canción, "en el silencio te encontré". Los milagros son aquellos que en la cotidianeidad se van dando, sin escándalos, sin ruidos, al son que nos marca el calendario de la vida y que la propia vida se encarga de colocar a cada uno en su sitio. El evangelio de este fin de semana, nos hablará de las pequeñas cosas, de semillas, de lo que prácticamente no se ve, pero su efecto ha de ser demoledor.
Es como los santos. Pensamos que son aquellos que como Atila, donde pisaban no crecía la hierba. Pensamos que son todos aquellos que tienen que tener una imagen en alguno de nuestros templos, a los que les encendemos una velita para alcanzar los grandes favores en nuestra vida. Y yo creo que son más los que no están que los que están. Son más los santos que circulan y caminan con nosotros que los que están en una peana en cualquiera de nuestros templo.
¡Cuánta gente santa nos cruzamos en la calle y en nuestra vida!. Seguro que muchos de nosotros conocemos a muchos santos: familiares, vecinos, amigos, compañeros de trabajo, voluntarios, gente en tierra de misión o en el barrio obrero, gente echando una mano en los servicios sociales municipales o en las colas del hambre.... que desde el compromiso evangélico, sin necesidad de rasgarse vestiduras, sin que nadie les tire piedras a propósito, son capaces de ser como la semilla del evangelio: hacerse pequeños, para anunciar - con el ejemplo - lo más grande.
Si buscas milagros, mira: muerte y error desterrados, miseria y demonios huidos, leprosos y enfermos sanos. Sí. Es el responso a San Antonio, al nacido en Portugal y fallecido en Padua. Este fin de semana, le dedicamos unas letras a uno de los grandes santos de nuestra historia. Le dedicamos unas letras a quienes tienen por nombre al que les puede servir de guía y de camino en este arduo peregrinar por este mundo.
Es curioso como vivimos en un mundo de inmediatez, de rapidez, de nuevas tecnologías, de subida de la luz en detrimento de los más débiles y pobres, de ofertas de velocidad en servidores informáticos.... y el evangelio de este fin de semana nos invita a la paciencia, a la sin-prisa, a la calma, a dejar que la semilla tenga su proceso de crecimiento. Por eso Antonio el de Padua, en su responso nos habla de que si buscamos milagros, le demos tiempo al tiempo, que la muerte y error no tienen cabida en un mundo esperanzado, creyente y con la vitalidad más grande.
Los santos nunca tuvieron prisa. Los santos tuvieron la paciencia del dejarse hacer por el que lo puede todo, y nosotros pensamos que los santos son como los médicos que con la receta del medicamento oportuno nos curan la dolencia y hasta la siguiente.
Felicidades a los santos. Felicidades a todos nosotros que estamos llamados a ello y a veces nos resistimos a querer serlos. Felicidades a quienes ya han iniciado ese camino y que como nos recuerda el profeta Ezequiel, para Dios no hay nada imposible, de donde no lo pensamos plantará una rama nueva y jovial. Que todos estamos llamados a ser santos, no descartemos ni señalemos con el dedo a quien creemos que no va a ser, ¿qué sabemos nosotros?. A los que tienen como modelo a Antonio, Felicidades.
Hasta la próxima
Paco Mira
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