PREGÓN DE ADVIENTO
Os anuncio que comienza el Adviento.
Alzad la vista, restregaos los ojos, otead el horizonte.
Daos cuenta del momento. Aguzad el oído.
Captad los gritos y susurros, el viento, la vida...
Empezamos el Adviento,
y una vez más renace la esperanza en el horizonte.
Al fondo, clareando ya, la Navidad.
Una Navidad sosegada, íntima, pacífica,
fraternal, solidaria, encarnada, misericordiosa,
también superficial, desgarrada, violenta...;
mas siempre esposada con la esperanza.
Es Adviento esa niña esperanza
que todos llevamos, sin saber cómo, en las entrañas;
una llama temblorosa, imposible de apagar,
que atraviesa el espesor de los tiempos;
un camino de solidaridad bien recorrido;
la alegría contenida en cada trayecto;
unas huellas que no engañan;
una gestación llena de vida;
anuncio contenido de buena nueva;
una ternura que se desborda...
Estad alerta y escuchad.
Lleno de esperanza grita Isaías:
«Caminemos a la luz del Señor».
Con esperanza pregona Juan Bautista:
«Convertíos, porque ya llega el Reino de Dios».
Con la esperanza de todos los pobres de Israel,
de todos los pobres del mundo,
susurra María su palabra de acogida:
«Hágase en mí según tu palabra».
Alegraos, saltad de júbilo.
Poneos vuestro mejor traje.
Perfumaos con perfumes caros. ¡Que se note!
Viene Dios. Avivad alegría, paz y esperanza.
Preparad el camino. Ya llega nuestro Salvador.
Viene Dios... y está a la puerta, acógele.
¡Despertad a la vida!
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"Entonces el Reino de
los Cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a
recibir al novio. Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas. Las
insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite; mas las prudentes
tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas. Y tardándose el
esposo, cabecearon todas y se durmieron. Y a la medianoche se oyó un clamor:
¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle! Entonces todas aquellas vírgenes se
levantaron, y arreglaron sus lámparas. Y las insensatas dijeron a las
prudentes: dadnos de vuestro aceite;
porque nuestras lámparas se apagan. Mas
las prudentes respondieron diciendo: Para que no nos falte a nosotras y a
vosotras, id más bien a los que venden, y comprad para vosotras mismas. Pero
mientras ellas iban a comprar, vino el novio; y las que estaban preparadas
entraron con él a la boda; y se cerró la puerta. Después vinieron también las
otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos! Mas él, respondiendo, dijo:
De cierto os digo, que no os conozco. Velad, pues, porque no sabéis el día ni
la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir".
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