martes, 29 de abril de 2025
viernes, 25 de abril de 2025
LECTURAS DEL II DOMINGO DE PASCUA O DE LA DIVINA MISERICORDIA
PRIMERA LECTURA
LECTURA DEL LIBRO DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES
(5,12-16):
Salmo
Sal 117,2-4.22-24.25-27a
R/. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna
su misericordia
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia. R/.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R/.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios, él nos ilumina. R/.
Segunda Lectura
Lectura del libro del Apocalipsis
(1,9-11a.12-13.17-19):
Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación, en
el reino y en la constancia en Jesús, estaba desterrado en la isla de Patmos,
por haber predicado la palabra, Dios, y haber dado testimonio de Jesús. Un
domingo caí en éxtasis y oí a mis espaldas una voz potente que decía: «Lo que
veas escríbelo en un libro, y envíaselo a las siete Iglesias de Asia.» Me volví
a ver quién me hablaba, y, al volverme, vi siete candelabros de oro, y en medio
de ellos una figura humana, vestida de larga túnica, con un cinturón de oro a
la altura del pecho. Al verlo, caí a sus pies como muerto. Él puso la mano
derecha sobre mí y dijo: «No temas: Yo soy el primero y el último, yo soy el
que vive. Estaba muerto y, ya ves, vivo por los siglos de los siglos, y tengo
las llaves de la muerte y del abismo. Escribe, pues, lo que veas: lo que está
sucediendo y lo que ha de suceder más tarde.»
Palabra de Dios
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan
(20,19-31):
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban
los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos.
Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a
vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los
discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha
enviado, así también os envío yo.»
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados! quedan
perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con
ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al
Señor.»
Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de
los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en
su costado, no lo creo.»
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y
Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y
dijo: «Paz a vosotros.»
Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos;
trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»
Contestó Tomás: «¡Señor Mío y Dios Mío!»
Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos
los que crean sin haber visto.»
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro,
hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis
que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo tengáis vida en
su nombre.
Palabra del Señor
ADIÓS, BERGOGLIO
ADIÓS, BERGOGLIO
Hay acontecimientos en la vida que por más que se planifiquen no salen. Y cuando salen, seguro que no estaban planificados. El domingo de pascua, nadie podía imaginar que a nuestro Papa Francisco le quedaban horas de vida. Igual sus médicos o gente más allegada, andaban corriendo por el Vaticano porque se preveía ya el anticipo de lo que iba a suceder. Nos ha dejado un gran hombre, un gran pastoralista, el que en castellano tradujo lo que inició Benedicto XVI y al que – como buen teólogo – casi nadie entendía (probablemente es un toque de atención para el lenguaje de los teólogos), creo que nos ha dejado un hombre bueno, cercano, amable, cariñoso, evangélico, amigo de abrir ventanas (como en su momento Juan XIII con el Concilio Vaticano II) para que corriese el aire y que nosotros cerramos para no coger gripe.
Ahora se abre un proceso donde habrá un montón de conjeturas: debería ser, podría ser, quizás que no sea..... Ojalá que el Espíritu del Padre que acogió a Francisco, haga su trabajo sin coacciones, sin que nadie le diga lo que tiene que hacer o cómo lo tiene que hacer. El Espíritu de la libertad y con libertad, nos haga ver a un nuevo pastor que nos guíe por el camino del amor sinodal que inició Francisco.
Decía Benedicto XVI que no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o por una gran idea, sino por por un encuentro con una persona. Es lo que vivió Tomás. La experiencia de fe no se traspasa como el que lo hace con una propiedad, sino que la fe surge desde el encuentro personal y Tomás, como todos, necesitaba esa experiencia y por eso no le bastaba lo que los demás le decían.
Es curioso como el relato del evangelio de hoy, comienza diciendo que los cristianos estaban con las puertas cerradas y si las puertas están así, no se puede escuchar lo que sucede fuera. No es posible captar la acción del Espíritu en el mundo. No se abren espacios de encuentro y diálogo con nadie. Una Iglesia sin capacidad de dialogar es una tragedia. La iglesia tiene que tener puertas abiertas para ser una Iglesia en salida, caminar juntos sinodalmente.
El miedo puede paralizar la evangelización. El miedo nos lleva a rechazar y a condenar. Con miedo no es posible amar al mundo, pero si no lo amamos, no lo estamos mirando como lo mira Dios. Y si no miramos como lo mira Dios, ¿cómo comuncaremos la Buena Noticia?. Si vivimos con las puertas cerradas, ¿quioén dejará el redil para buscar a las ovejas perdidas?, ¿Quién se atreverá a tocar a algún leproso excluído?. ¿Quién se sentará a la mesa con pecadores y prostitutas?. ¿Quién se acercará a los olvidados por la religión?. Los que quieran buscar al Dios de Jesús, se encontrarán con nuestras puertas cerradas.
Nuestra primera tarea es dejar entrar al resucitado a través de tantas barreras que levantamos para defendernos del miedo. Que Jesús ocupe el centro de nuestras iglesias, grupos y comunidades. Que solo él sea fuente de vida, de alegría y de paz. Que nadie ocupe su lugar. Que nadie se apropie de su mensaje. Que nadie imponga un estilo diferente al suyo.
Seguir los pasos de Tomás es buscar el encuentro con el resucitado que ilumina los sufrimientos de la vida. La muerte en cruz del maestro tenía paralizados a los discípulos, pero Jesús, una y otra vez se deja ver por los usyos y su presencia ayuda a salir adelante. El Señor les de la paz como signo de fe y valentía, y el perdón como expresión de que todo comienza de nuevo.
El Papa Bergoglio supo tocar las heridas de aquellos que sufren; quiao que su iglesia fuera un hospital de campña, supo encontrarse con el resucitado en los más débiles: en las cárceles, en los ámbitos de guerra, con aquellos que no piensan como nosotros; su encuentro con el resucitado le llevó a no callarse ante los momentos de máxima tensión, pero siempre con la cruz de los que sufren por delante, porque mirando la cruz, supo donde estaba la salvación del mundo.
Descansa en paz, Francisco. Te echaremos de menos, pero no te olvides, al lado de Padre Dios, que con Tomás, nos ayudes a tocar las llagas de tantos y tantos crucificados en el mundo de hoy que esperan que les tendamos una mano porque tenemos las puertas abiertas de nuestro corazón.
Hasta la próxima
Paco Mira
domingo, 20 de abril de 2025
sábado, 19 de abril de 2025
HOY RESUCITÓ JESÚS
HOY EL SEÑOR RESUCITÓ
Ayer enterramos a Jesús, en un sepúlcro que le dejaron. Allí acudieron unas mujeres para que no le faltara ningún detalle, ni nigún cuidado a un cadáver muy descuidado.
El Viernes Santo, ayer, decíamos que Jesús en la Cruz nos invita a permanecer ante las cruces y los crucificados. Mirábamos tambíen a aquellos que tienen como sepúlcro la inmensidad del mar, tras caer abatidos en pateras de injusticia. Los arriesgados del mundo que con el deseo de vivir y de poder dar vida a otros, se lanzan a la aventura de un mar de turbulencias. Vienen con la dignidad de lo humano, con el deseo de la vida y se encuentran con lo indigno del fracaso, del abuso y con la muerte no deseada.
Pero no sintiéndonos defraudados en nuestras esperanzas sino con paciencia, confiando en que Dios cumple en Jesucristo su promesa: la salvación para cada uno, para la Iglesia, para toda la humanidad. Ésa es la esperanza cristiana que brota de Jesús en la Cruz. Y hoy estamos celebrando que, como indica el título de la Bula de convocatoria del Papa en el Jubileo 2025, esa esperanza no defrauda. Cuando el evangelio nos invita a estar vigilantes, a no dormirse y a estar despiertos, se refiere a los signos del amor.
El testimonio de la resurrección pasa por el grito constante de la visión de esos signos, porque no se enciende una vela para ocultarla. La luz de los que aman ha de estar siempre en el candelero y no para presumir, sino para que otros puedan ver bien, y hacer posible el mandamiento de «amar como él nos ama». Yo, si me lo permiten, destacaría algunos signos de ese amor.
Recuperar la esperanza de la vida, la vida como paternidad y maternidad responsable. Es un signo de amor y resurección porque es un motivo de esperanza, porque depende la esperanza y produce esperanza y la esperanza no defrauda como dice el Papa Francisco.
Los jóvenes y sus ideales. Son ellos los que están en el momento de mayor esperanza, los que con frecuencia ven que sus sueños se derrumban. No hay nada más triste que un joven sin esperanza. Ojalá que la resurección sea en la Iglesia una ocasión para estimularlos, que tengamos tiempo para estar cerca de ellos que son la alegría y la esperanza de la Iglesia y del mundo.
Esperanza para los migrantes: cada vez más suena atronador el grito de aquellos que dejan su tierra, su familia, sus raíces... en busca de un cielo nuevo y una tierra nueva, como lo hizo el pueblo de Israel. Hemos de liberarnos de prejuicios y cerrazones y caminar por la via de la acogida y de los brazos abiertos. Abramos las puertas de nuestras comunidades para que a nadie le falte la esperanza de una vida mejor.
Esperanza para los pobres. Los pobres son los que más esperanza necesitan y se merecen. No podemos apartar la mirada ante situaciones como las que se viven en ciertas partes del mundo. Pobres que muchas veces no están muy lejos de nuestra casa: problemas de vivienda, de salud, de comida... En ellos el resucitado nos muestra las heridas del crucificado para revelarnos que se identifica con ellos.
Esperanza para los mayores y su soledad. Frente a la soledad abandono y tristeza de los ancianos estamos llamados a una nueva mirada de cuidados y ternura con respecto a ellos. Hemos de valorar el tesoro que son y su experiencia
de vida. Ellos han sido transmisores de la fe y de la sabiduría para nosotros. En ellos encontramos arraigo, comprensión y aliento.
Esperanza en la casa común. Es necesario que aquellos que poseen riquezas, sean generosos reconociendo el rostro de los hermanos que pasan necesidad, especialmente aquellos que carecen de agua y de comida. El hambre es un latigazo escandaloso en el cuerpo de nuestra humanidad y nos invita a sentir remordimiento de conciencia. Cuidar nuestra tierra es cuidarnos a nosotos, porque somos agua, aire, tierra, cielo, luz...
Esperanza en la resurrección: Somos hijos del evangelio del crucificado que ha resucitado. Los cristinanos no nos enterramos con nuestras vidas, sino que dejando nuestros restos mortales en el sepúlcro, sembramos nuestra vida en Cristo esperando resucitar con él. Por eso sentimos y creemos que la historia de la humanidad no termina con la muerte, que esta no tiene la última palabra, sino la vida.
Es la resurrección la que justifica toda la historia y le de sentido a todo lo vivido, llevándolo a la plenitud. Habrá justicia y salvación y eso nos mueve al compromiso de la construcción de un mundo mejor, elaborando los materiales del Reino de la Vida. Porque hoy el Señor resucitó y de la muerte nos libró. Aleluya.
viernes, 18 de abril de 2025
miércoles, 16 de abril de 2025
martes, 15 de abril de 2025
domingo, 13 de abril de 2025
sábado, 12 de abril de 2025
viernes, 11 de abril de 2025
LECTURAS Y EVANGELIO DEL DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR
Primera Lectura
Lectura del libro de Isaías (50,4-17):
El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo; para
saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído,
para que escuche como los discípulos.
El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché
atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban
mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes ni salivazos.
El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso
endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 21,2a.8-9.17-18a.19-20.23-24
R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Al verme, se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre si tanto lo quiere». R.
Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos. R.
Se reparten mi ropa,
echan a suertes mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R.
Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
«Los que teméis al Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel». R.
Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los
Filipenses (2,6-11):
Cristo Jesús, siendo de condición divina, no retuvo
ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de si mismo tomando la
condición de esclavo, hecho semejante a los hombres.
Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló
a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el
Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es
Señor, para gloria de Dios Padre.
Palabra de Dios
Evangelio
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san
Lucas (22,14–23,56):
En aquel tiempo, los ancianos del pueblo, con los jefes de
los sacerdotes y los escribas llevaron a Jesús a presencia de Pilato.
No encuentro ninguna culpa en este hombre
C. Y se pusieron a acusarlo diciendo
S. «Hemos encontrado que este anda amotinando a nuestra
nación, y oponiéndose a que se paguen tributos
al César, y diciendo que él es el Mesías rey».
C. Pilatos le preguntó:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?».
C. El le responde:
+ «Tú lo dices».
C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente:
S. «No encuentro ninguna culpa en este hombre».
C. Toda la muchedumbre que había concurrido a este
espectáculo, al ver las cosas que habían ocurrido, se volvía dándose golpes de
pecho.
Todos sus conocidos y las mujeres que lo habían seguido
desde Galilea se mantenían a distancia, viendo todo esto.
C. Pero ellos insitían con más fuerza, diciendo:
S. «Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde
que comenzó en Galilea hasta llegar aquí».
C. Pilato, al oírlo, preguntó si el hombre era galileo; y,
al enterarse de que era de la jurisdicción de Herodes,
que estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días, se
lo remitió.
Herodes, con sus soldados, lo trató con desprecio
C. Herodes, al vera a Jesús, se puso muy contento, pues
hacía bastante tiempo que deseaba verlo, porque oía hablar de él y esperaba
verle hacer algún milagro. Le hacía muchas preguntas con abundante verborrea;
pero él no le contestó nada.
Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo
con ahínco.
Herodes, con sus soldados, lo trató con desprecio y,
después de burlarse de él, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a
Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos entre sí Herodes y Pilato, porque
antes estaban enemistados entre si.
Pilato entregó a Jesús a su voluntad
C. Pilato, después de convocar a los sumos sacerdotes, a
los magistradosy al pueblo, les dijo:
S. «Me habéis traído a este hombre como agitador del
pueblo; y resulta que yo lo he interrogadodelante de vosotros y no he
encontrado en este hombre ninguna de las culpas de que lo acusáis; pero tampoco
Herodes, porque nos lo ha devuelto: ya veis que no ha hecho nada digno de
muerte. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré».
C. Ellos vociferaron en masa:
S. «¡Quita de en medio a ese! Suéltanos a Barrabás».
C. Este había sido metido en la cárcel por una revuelta
acaecida en la ciudad y un homicidio.
Pilato volvió a dirigirles la palabra queriendo soltar a
Jesús, pero ellos seguían gritando:
S. «¡Crucifícalo, crucifícalo!».
C. Por tercera vez les dijo:
S. «Pues ¿qué mal ha hecho este? No he encontrado en él
ninguna culpaque merezca la muerte. Así que le daré un escarmiento y lo
soltaré».
C. Pero ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que
lo crucificara; e iba creciendo su griterío.
Pilato entonces sentenció que se realizara lo que pedían:
soltó al que le reclamaban (al que había metido en la cárcel por revuelta y
homicidio), y a Jesús se lo entregó a su voluntad.
Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí.
C. Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón
de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase
detrás de Jesús.
Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se
golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él.
Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:
+ «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por
vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que vienen días en los que dirán:
«Bienaventuradas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los
pechos que no han criado». Entonces empezarán a decirles a los montes: «Caed
sobre nosotros», y a las colinas: «Cubridnos»; porque, si esto hacen con el
leño verde, ¿que harán con el seco?».
C. Conducían también a otros dos malhechores para
ajusticiarlos con él.
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen
C. Y cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo
crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la
izquierda.
Jesús decía:
+ «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen».
C. Hicieron lotes con sus ropas y los echaron a suerte.
Este es el rey de los judíos
C. El pueblo estaba mirando, pero los magistrados le hacían
muecas diciendo:
S. «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es
el Mesías de Dios, el Elegido».
C. Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban
y le ofrecían vinagre, diciendo:
S. «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo».
C. Había también por encima de él un letrero: «Este es el
rey de los judíos».
Hoy estarás conmigo en el paraíso
C. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba
diciendo:
S. «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a
nosotros».
C. Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía:
S. «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma
condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo
pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada».
C. Y decía:
S. «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino».
C. Jesús le dijo:
+ «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».
Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu
C. Era ya como la hora sexta, y vinieron las tinieblas
sobre toda la tierra, hasta la hora nona, porque se oscureció el sol. El velo
del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:
+ «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu».
C. Y, dicho esto, expiró.
Todos se arrodillan, y se hace una pausa
C. El centurión, al ver lo ocurrido, daba gloria a Dios
diciendo:
S. «Realmente, este hombre era justo».
Palabra del Señor
jueves, 10 de abril de 2025
HOSANNA HEY
HOSANNA HEY
El mundo está lleno de iglesias cristianas presididas por la imagen del Crucificado y está lleno también de personas que sufren, crucificadas por la desgracia, las injusticias y el olvido: enfermos privados de cuidado, mujeres maltratadas, ancianos ignorados, niños y niñas violados, emigrantes sin papeles ni futuro. Y gente, mucha gente hundida en el hambre y la miseria. Hoy, en muchas de nuestras iglesias, también acudimos a recoger, como los niños hebreos, el ramo de olivo, muchas veces más por algo mágico, que por representación de una entrada triunfal de quien da la vida por nosotros.
Es difícil imaginar un símbolo más cargado de esperanza que esa cruz plantada por los cristianos en todas partes: «memoria» conmovedora de un Dios crucificado y recuerdo permanente de su identificación con todos los inocentes que sufren de manera injusta en nuestro mundo.
Sé de personas alejadas de la práctica dominical que, año tras año, toman parte en un viacrucis del Viernes Santo. Apenas mueven los labios. No sé si recuerdan ya alguna oración. Pero allí están en silencio entre la gente que hace el recorrido tradicional. Estoy seguro de que en el corazón de no pocos se despiertan sentimientos hace tiempo olvidados de arrepentimiento, agradecimiento y confianza en Dios.
Hace algunos años, un médico me decía que sólo asiste a la celebración litúrgica del Viernes Santo. Escucha con atención el relato de la Pasión y luego espera lo que, para él, es el momento culminante: cuando se descubre la cruz y el pueblo se acerca a besarla. Lleva años sin comulgar. Pero cada Viernes Santo se acerca puntualmente a besar la imagen de Cristo crucificado. ¿Qué pondrá este hombre en ese beso?
El sufrimiento deja al ser humano sin palabras. De nada sirven tas teorías ni las explicaciones piadosas. Ningún razonamiento es capaz de consolarlo. Lo primero que brota de un corazón dolorido es la queja, el gemido y la impotencia. Ninguna idea, ninguna palabra puede escamotear el escándalo del mal.
De hecho, el Dios encarnado en Jesús no ha dado explicaciones sobre el mal. Ha hecho algo más: lo ha compartido. Hay dos actitudes básicas de Jesús ante el mal. Por una parte, lo ha combatido con todas sus fuerzas por verlo arrancado de la vida. Por otra, no se ha dejado bloquear por él y lo ha asumido hasta el final confiando plenamente en su Padre. Al grito estremecedor del «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?», le ha seguido el «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.» Y Dios le ha respondido resucitándolo de la muerte.
Toda persona que sufre tiene derecho a quejarse ante Dios. Pero tendrá que hacerlo, no ante un «Dios apático», que se supone está en su cielo disfrutando de su eterna felicidad, sino ante ese «Dios crucificado» que ha compartido nuestro dolor e impotencia hasta la muerte. Tendrá que quejarse, no a un «Dios indiferente y lejano», sino a un Dios que, encamado en Jesús, se ha comprometido contra el mal hasta dar la vida.
Esa cruz, levantada entre nuestras cruces, nos recuerda que Dios sufre con nosotros. A Dios le duele el hambre de los niños de Calcuta, sufre con los asesinados y torturados de Irak, sufre con cada episodio de guerra inútilmente injustificada, llora con las mujeres maltratadas día a día en su hogar. No sabemos explicamos la raíz última de tanto mal. Y, aunque lo supiéramos, no nos serviría de mucho. Sólo sabemos que Dios sufre con nosotros y esto lo cambia todo.
Pero los símbolos más sublimes pueden quedar pervertidos si no sabemos redescubrir una y otra vez su verdadero contenido. ¿Qué significa la imagen del Crucificado, tan presente entre nosotros, si no sabemos ver marcados en su rostro el sufrimiento, la soledad, el dolor, la tortura y desolación de tantos hijos e hijas de Dios?
¿Qué sentido tiene llevar una cruz sobre nuestro pecho, si no sabemos cargar con la más pequeña cruz de tantas personas que sufren junto a nosotros? ¿Qué significan nuestros besos al Crucificado, si no despiertan en nosotros el cariño, la acogida y el acercamiento a quienes viven crucificados?
El Crucificado desenmascara como nadie nuestras mentiras y cobardías. Desde el silencio de la cruz, él es el juez más firme y manso del aburguesamiento de nuestra fe, de nuestra acomodación al bienestar y nuestra indiferencia ante los crucificados. Para adorar el misterio de un «Dios crucificado», no basta celebrar la semana santa; es necesario, además, acercamos un poco más a los crucificados, semana tras semana.
Hasta la próxima
Paco Mira
lunes, 7 de abril de 2025
CATEQUESIS PREMATRIMONIAL
ESTE FIN DE SEMANA SE HA REALIZADO EL ENCUENTRO DE CATEQUESIS PREMATRIMONIAL PARA LOS QUE PRÓXIMAMENTE VAN A DAR SU SI DE AMOR ANTE DIOS.¡. MUCHAS FELICIDADES!.
domingo, 6 de abril de 2025
COMUNICADO CARITAS SAN RAFAEL MARZO 2025
Mucha gente habla sobre buscar a Dios como si Él estuviera jugando a las escondidas. Pero .. ¿Qué tal si en vez de buscar a Dios, nos dejamos encontrar por Él?
Queremos muchas veces existir por nosotros mismos en lugar de existir gracias a la mirada de Dios y ser guiados por la Luz de su Palabra.
Asi, somos ciegos a las cruces de nuestro mundo, porque mirando solo a nuestro ombligo no nos animamos a salir a la intemperie donde el desaliento y el sufrimiento abofetean a tantos.
Que en esta Cuaresma nos dejemos mirar por el Señor que nos interpela a besar su heridas y llevar su cruz y asi, venciendo la tentación de ocuparnos solamente de nuestra necesidades, acompañemos a nuestros hermanos en el proceso de conquistar la dignidad que como hijos de Dios tienen desde siempre.
Que la Virgen Maria no deje de mirarnos y nos lleve de su mano en nuestro camino cuaresmal .
Gracias a toda la comunidad por sus donaciones y oraciones. Gracias a empresas como Bimbo que todos los meses colabora con las Caritas de la zona.
Las obras en los salones de Caritas siguen avanzando, ya nos hemos mudado de almacén a una sala nueva con mucho más espacio.
Durante el mes de Marzo hemos acogido a 102 familias y la colecta del mes ha sido de 755€
Dios nos siga bendiciendo a todos
viernes, 4 de abril de 2025
EL PESO DE LA LEY, EL PERDÓN
EL PESO DE LA LEY, EL PERDÓN
El peso de la ley debe caer con toda su fuerza y rigor sobre una mujer sorprendida en adulterio. Porque, claro, la ley está para cumplirla, repetimos a menudo, sin pensar demasiado para nada en lo que decimos y la ley de Moisés manda apedrear a las prostitutas. No hay escapatoria posible, es evidente: hay que apedrearla, ejecutando la sentencia que la ley dicta. Y no puede haber perdón, pues entonces la ley sería innecesaria.
En esta etapa final de la Cuaresma es muy habitual que en las comunidades parroquiales, se organicen celebraciones penitenciales comunitarias, con confesión y absolución individuales. Y, salvo excepciones, de año en año se nota la disminución de la participación en estas celebraciones. Y lo mismo ocurre el resto del año: cada vez son menos los fieles que piden confesión. Las causas son muchas: separación entre fe y vida, pérdida del sentido del pecado pero hay una que supone un fuerte obstáculo: ‘Decir los pecados al confesor’. Muchos piensan que por qué deben contarle al cura sus pecados, y por eso prescinden de este Sacramento.
La mayor desfiguración del Dios de Jesucristo es aplicarle el rostro de juez y de condena. Pasar de la bendición al miedo es lo propio del pecado y del alejamiento de Dios, aún cuando se haga en su nombre. La historia lo es de salvación por voluntad propia del que la dirige y acompaña. El enfrentamiento de Dios contra el mal y el pecado sólo lo es en función de la curación, la sanación y la liberación de los que están sometidos y lo sufren.
El pasaje de la mujer adúltera es una lección para los que se creen justos y desprecian a los demás. El filósofo dijo que «el hombre era lobo para el hombre», es decir un ser que se realiza destruyendo, sometiendo y devorando al otro. Tal vez la definición sea exagerada, pero observando el medio ambiente político que vivimos y los acontecimientos bélicos del momento, algo de verdad puede tener..
Desde una observación imparcial es imposible no ver como hay personas que parecen realizarse solo cuando encuentran carnaza que devorar, cuando tienen a tiro de piedra algún adúltero o adúltera, con quien desahogarse dando rienda suelta a la violencia que generan sus propias frustraciones activando sus malas maneras. Así regocijándose en la miseria del otro, muestra el fariseo-hombre-lobo su personalidad: es un ser acomplejado e inseguro.
Aquellos que pretenden poner en evidencia a Jesús a costa de la mujer adúltera, pertenecen a ese gremio de los fariseos-hombres-lobo comedores de carroña, raza de los que se creen impecables y por tanto convencidos de su derecho a juzgar y decidir sobre los demás con total impunidad. Incluso en nuestras comunidades parroquiales: cáritas, liturgia, catequesis... nos creemos por encima de los demás.
Pero el encuentro sincero con Jesús, hizo que aquellos fariseos tuvieran la honradez de mirar su propia pecado y desde ahí fueron capaces de mostrar misericordia. Aquellos judíos acusadores son pues, criticables por una parte, pero dignos de consideración por el valor de reconocer su propio error. Iniciaron ahí su conversión al Dios del perdón.
Este domingo, previo al domingo de Ramos, el evangelio nos pone ante nosotros mismos. Quiere que miremos nuestras manos cargadas de piedras dispuestas a ser arrojadas sobre los demás sin misericordia. Deberíamos preguntarnos si estamos libres de pecado; si no somos tan miserables como los adúlteros que los que apedreo con mis juicios mentales y con mis palabras. Con qué derechos nos erigimos en acusadores de nuestros hermanos.
El perdón de Dios nos abre a una vida nueva, como a la mujer pecadora del evangelio y quien sabe si también a los acusadores.
Hasta la próxima
Paco Mira
LECTURAS Y EVANGELIO DEL V DOMINGO DE CUARESMA
LECTURAS Y EVANGELIO DEL V DOMINGO DE CUARESMA
Primera Lectura
Lectura del libro de
Isaías (43,16-21):
Me glorificarán las bestias
salvajes, chacales y avestruces, porque pondré agua en el desierto, corrientes
en la estepa, para dar de beber a mi pueblo elegido, a este pueblo que me he
formado para que proclame mi alabanza».
Palabra de Dios
Salmo
Sal 125,1-2ab.2cd-3.4-5.6
R/. El Señor ha estado grande
con nosotros, y estamos alegres
Cuando el Señor hizo volver a
los cautivos de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de
risas,
la lengua de cantares. R.
Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con
ellos.»
El Señor ha estado grande con
nosotros,
y estamos alegres. R.
Recoge, Señor a nuestros
cautivos
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares. R.
Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas. R.
Segunda Lectura
Lectura de la carta
del apóstol san Pablo a los Filipenses (3,8-14):
Todo lo considero pérdida
comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor.
Por él lo perdí todo, y todo
lo considero basura con tal de ganar a Cristo y ser hallado en él, no con una
justicia mía, la de la ley,
sino con la que viene de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y se
apoya en la fe.
Todo para conocerlo a él, y la
fuerza de su resurrección, y la comunión con sus padecimientos, muriendo su
misma muerte, con la esperanza de llegar a la resurrección de entre los
muertos.
No es que ya haya conseguido o
que ya sea perfecto: yo lo persigo, a ver si lo alcanzo como yo he sido
alcanzado por Cristo.
Hermanos, yo no pienso haber
conseguido el premio. Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y
lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, hacía el premio,
al cual me llama Dios desde arriba en Cristo Jesús.
Palabra de Dios
Evangelio
Lectura del santo
evangelio según san Juan (8,1-11):
En aquel tiempo, Jesús se
retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y
todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le
traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron:
– «Maestro, esta mujer ha sido
sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las
adúlteras; tú, ¿qué dices?».
Le preguntaban esto para
comprometerlo y poder acusarlo.
Pero Jesús, inclinándose,
escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle,
se incorporó y les dijo:
– «El que esté sin pecado, que
le tire la primera piedra».
E inclinándose otra vez,
siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron
escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con
la mujer en medio, que seguía allí delante.
Jesús se incorporó y le
preguntó:
– «Mujer, ¿dónde están tus
acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?».
Ella contestó:
– «Ninguno, Señor».
Jesús dijo:
– «Tampoco yo te condeno.
Anda, y en adelante no peques más».
Palabra del Señor