miércoles, 23 de octubre de 2024

VECINDARIO, UN PUEBLO CON ÀNGEL

 𝙑𝙚𝙘𝙞𝙣𝙙𝙖𝙧𝙞𝙤, 𝙪𝙣 𝙥𝙪𝙚𝙗𝙡𝙤 𝙘𝙤𝙣 Á𝙣𝙜𝙚𝙡

"...𝘼 𝙛𝙞𝙣𝙚𝙨 𝙙𝙚 𝙢𝙖𝙧𝙯𝙤 𝙙𝙚 1950 𝙨𝙚 𝙞𝙣𝙞𝙘𝙞𝙖𝙧𝙤𝙣 𝙡𝙤𝙨 𝙘𝙞𝙢𝙞𝙚𝙣𝙩𝙤𝙨 𝙙𝙚 𝙡𝙖 𝙣𝙪𝙚𝙫𝙖 𝙞𝙜𝙡𝙚𝙨𝙞𝙖, 𝙦𝙪𝙚 𝙚𝙡 8 𝙙𝙚 𝙣𝙤𝙫𝙞𝙚𝙢𝙗𝙧𝙚 𝙙𝙚 1953 -𝙖ú𝙣 𝙨𝙞𝙣 𝙘𝙤𝙣𝙘𝙡𝙪𝙞𝙧- 𝙚𝙧𝙖 𝙗𝙚𝙣𝙙𝙚𝙘𝙞𝙙𝙖; 𝙮 𝙘𝙚𝙡𝙚𝙗𝙧𝙖𝙙𝙖 𝙚𝙣 𝙚𝙡 𝙧𝙚𝙘𝙞𝙣𝙩𝙤 𝙞𝙣𝙖𝙘𝙖𝙗𝙖𝙙𝙤 𝙡𝙖 𝙥𝙧𝙞𝙢𝙚𝙧𝙖 𝙢𝙞𝙨𝙖 𝙙𝙚 𝙎𝙖𝙣 𝙍𝙖𝙛𝙖𝙚𝙡 𝙙𝙚𝙡 𝙑𝙚𝙘𝙞𝙣𝙙𝙖𝙧𝙞𝙤..."

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Ya están llegando las fiestas/ del Arcángel Rafael/ porque el alma está dispuesta/ y la intención ya se presta/ de andar hasta el santuario/ viene ya el rancho canario/ ¡Que no hay ángel que asemeje/ al que cobija y protege/ al pueblo de Vecindario!”

 

Tal como reseñaba Humberto Pérez en sus investigaciones toponímicas; el nuevo municipio de Santa Lucía de Tirajana se creó en 1815, para el que se segregaban Sardina y otros pagos del interior del de San Bartolomé de Tirajana, que se unieron a los pagos de la costa del municipio de Agüimes hasta la cuenca del barranco de Balos, entre los que se encontraban los por entonces nuevos asentamientos de Vecindario y Doctoral que allí se encontraban casi de precario. Vecindario era un asentamiento diseminado con escasa relación con el histórico asentamiento de Sardina cuyos pobladores estuvieron inicialmente vinculados al ingenio azucarero y a las plantaciones de caña.

 

Una semiárida llanura cruzada por el llamado Camino del Conde que servía de paso a sus caballerías hacia Juan Grande o Maspalomas y que fue descrita por el diácono Isidoro Sánchez López en su pregón de 1968, como desértica tierra rojiza azotada por el viento; como un “campo inmenso de siembra de trigo y otros cereales que se arrojaban al terreno casi sin los trabajos más elementales de acondicionamiento del mismo. El trigo quedaba así a merced de las lluvias y si el cielo se mostraba favorable bajaban en los veranos bandadas de segadores a recoger las cosechas”

 

Algunas construcciones como la llamada “Casa Encarnada” junto a la Era de Verdugo y la “Casa Alta” del Doctoral, a la que se unió después la de don Luis Gil se desperdigaban por el campo, sin que como ocurriera después, el camino sirviera de eje urbanístico. La posterior mejora de la carretera a partir de 1928 y el acceso al agua hizo posible el cultivo del tomate. Y así, cientos, miles de personas se trasladaron en la primera mitad del pasado siglo durante la época de la zafra a ganar dinero para dotes, pagar deudas, comprar alguna tierrita o arreglar las casas familiares desde todas las esquinas no sólo de la geografía grancanaria, sino también de otras islas del archipiélago.

 

Ahí estuvo el germen de Vecindario. No en proyectos políticos, ni en inquietudes de exportadores. Estuvo en la voluntad de los hombres y mujeres que llegaron a un lugar en apariencia inhóspito y de clima riguroso, pero en el que decidieron asentar sus hogares, sus negocios, su futuro y en resumen, el resto de sus vidas. En un primer momento, en lamentables situaciones como la que describiera el pregonero cuando decía que “perdidas en aquellas desérticas llanuras, habitando chozas de piedra y barro, vivían estas familias con las mayores dificultades para satisfacer sus necesidades primarias de adquisición fácil de productos, de enseñanza, de diversión. Se trabajaba fatigosamente, sin que el domingo se distinguiera apenas del lunes y los almacenes de empaquetado, trabajo de la mujer, no se cerraban con frecuencia hasta las altas horas de la madrugada. En las orillas de los cultivos, los niños, incluso bebés, esperaban pacientemente a que la madre apareciera de cuando en cuando a echarle rápida mirada”. Mucho se ha escrito y se ha investigado sobre esta etapa histórica; algo digno de ver, analizar y sentir como un símbolo del esfuerzo de la gente canaria por trazar y trabajar la senda de su futuro. Vecindario puede servir como un extraordinario ejemplo de ello. Las primeras viviendas de aparceros, tiendas y negocios que fueron surgiendo a la orilla de la carretera, hicieron posible esta columna que vertebrara la nueva comunidad humana y que posteriormente se convertiría en la Avenida de Canarias.

 

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Aquello fue lo que vio y dolió al obispo Antonio Pildain y Zapiain cuando en 1938 llegara a su diócesis. Quizá es verdad lo que opinan investigadores sobre el devenir social y económico de Vecindario: que fue Pildain una de las primeras personas que supo ver lo que se estaba forjando y quiso aglutinarlo, cohesionarlo con la presencia viva de la religión. El hecho de que en marzo de 1943 erigiera parroquia desgajando su territorio de Sardina, en aquellas tierras que más parecían semilla que árbol, lo ratifica.

 

San Rafael del Vecindario surgió parroquialmente sin imagen de envergadura, ni retablos, ni sacristía ni templo. Por no tener no tenía ni un lugar fijo donde celebrar las misas; pero pese a ello, nació y creció. Lugares de uso militar; la era de Verdugo; los almacenes de Hijos de Diego Betancor; los de Bruno Naranjo; o los de la Casa Ciel; construcciones particulares de Patricio Domínguez, José Monroy Santana o José Cerpa; fueron durante la década de los cuarenta los lugares donde la eucaristía dominical y precepto, que unificaba y enorgullecía al Vecindario, santificó cada esquina de la nueva población.

 

Las ansias de tener un lugar propio, ante las inclemencias del tiempo y las posibles irreverencias que se pudieran producir, dieron su fruto seis años más tarde de su erección como parroquia. En abril de 1949, el arquitecto diocesano Rafael Massanet y Faus presentaba el proyecto de la iglesia de San Rafael de Vecindario; de limpia fachada coronada con cruz en hastial y sobre cuya portada se planteaba una hornacina donde estaría la imagen pétrea del arcángel y a la derecha la torre campanario que anunciaría en todas aquellas calles y plazas que iban surgiendo que ya “había templo”. O lo había prontamente sobre el solar de 5500 metros cuadrados que en 1948 había donado el exportador José Verdugo y Acedo, hijo de Juan Benito Verdugo y Pestana y Jerónima Acedo y Valdés.

 

A fines de marzo de 1950 se iniciaron los cimientos de la nueva iglesia, que el 8 de noviembre de 1953 -aún sin concluir- era bendecida; y celebrada en el recinto inacabado la primera misa de San Rafael del Vecindario, por el párroco de la misma Román Navarro, y sirviendo de diácono y subdiácono los curas del Ingenio y Agüimes y el coro dirigido por el de Sardina.

 

Por eso, en 1954, hace setenta años, los hombres y mujeres de Vecindario querían ya celebrar la honra de su pueblo y hacer fiestas con mérito; pero en octubre, una terrible plaga de langosta combinada luego con lluvias asoló la isla entera, arrasando sobre todo las tierras sureñas. Y, además, la única imagen que se tenía del Santo Arcángel era una de pequeño tamaño del tipo de Olot.

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Ello no fue inconveniente para la pujante ciudadanía de Vecindario. La Comisión de Fiestas se reunió con el Gobernador Civil el 26 de noviembre y lo invitaron para dar mayor solemnidad a lo que querían hacer. Con motivo del Año Santo, en noviembre de 1954 Vecindario celebró sus primeras fiestas. En ausencia de imagen de San Rafael, éstas fueron realizadas en honor a Nuestra Señora de Fátima bendecida en el domicilio de don Bernardo Cazorla Jiménez el 26 de aquel mes.

 

El domingo 28 de noviembre de 1954 tuvo lugar la función religiosa en la que un coro de jóvenes de la parroquia interpretó la Gran Misa Coral “Pío X” del compositor Julián Vilaseca, estando el panegírico a cargo del Reverendo Padre Pablo Napal Escudero, Superior de la Residencia de Jesuitas de Las Palmas. Al término de la función, el gobernador civil Santiago Guillén Moreno que la había presidido, inauguró oficialmente el templo, con la presencia asimismo del alcalde de Santa Lucia, José Fabelo Ruano. A las 5,30 de aquel día, la primera procesión de la historia de Vecindario recorrió el pueblo con la imagen de Nuestra Señora de Fátima.

 

No faltaron por supuesto los actos cívicos: la Cabalgata de Gigantes y Cabezudos que hizo el recorrido Cruce de Sardina, Casa Pastores, Sardina, Paredilla, Doctoral, Cerruda y Vecindario; cine al aire libre; fuegos artificiales; diana floreada, tracas, feria de ganado, carrera de bicicletas desde el Cruce de Sardina al Doctoral y regreso a la plaza de San Rafael; carrera de motos desde el Cruce de Arinaga a la plaza de San Rafael; baloncesto femenino; piñata; carrera de burros; carrera de sacos; lucha canaria y actuación del cuarteto “La Luz”. Magnífico programa para aquel Vecindario de hace siete décadas.

 

Pero aún no tenía la parroquia imagen de su advocación; algo a lo que se le puso solución al año siguiente. El 16 de octubre de 1955 se bendijo la nueva y hermosa imagen del Arcángel, procedente de Olot; que procesionó por primera vez el 23 de octubre, tras la función cuyo panegírico estuvo a cargo de Juan Alonso Vega, canónigo magistral de Canarias.

 

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El resto de la crónica de aquellas extraordinarias fiestas que queden para el próximo año; cuando el pueblo de Vecindario celebrará conjuntamente con su párroco Higinio Sánchez, la Bajada por primera vez al sur grancanario de Nuestra Señora del Pino con motivo del Jubileo de la Esperanza.

 

En los años siguientes, personalidades de la cultura, del clero y la política isleña pasaron por las fiestas de San Rafael del Vecindario, las bandas de Teror, de Telde, Los Gofiones, sus extraordinarias ferias, terminaron por dar al pueblo que tan humildemente había surgido casi de la nada, el empaque y el mérito que sus habitantes merecían por su honestidad y capacidad de trabajo. Otras imágenes para uso procesional, o la del escultor Luis Montull han ido enriqueciendo la iconografía que de su titular posee la parroquia.

 

El templo que fue durante décadas casi una imagen sencilla de aquellos almacenes donde sus mujeres trabajaban hasta la extenuación; ha pasado los últimos años por profundos procesos de restauración y embellecimiento. A fines de 2003 comenzó la última y más intensa fase de este proceso. La retirada de los techos de uralita, nuevas cubiertas de madera, vidrieras, etc, que han ocupado y preocupado a los últimos párrocos, como a Antonio Juan López -en la actualidad en Telde y al que aún recuerdo por los pasillos del colegio Monseñor Socorro de Teror- Alejandro Santana o el citado Higinio Sánchez.

 

El retablo del templo de las Siervas de María de Las Palmas de Gran Canaria es un ejemplo de su intención de traer lo mejor para Vecindario. Las Siervas de María cerraron templo y convento en mayo de 2009. El retablo pequeño de los dos que poseían fue en el 2010 para Vecindario con la imagen de San José -de la que sólo se quedaron con la vara de plata-, San Juan y otros distintos objetos como el lienzo de una Adoración Eucarística. La imagen de Nuestra Señora de la Salud fue para la iglesia de la urbanización de Los Llanos.

 

Luis Doreste Silva escribía en 1958 que era “un gozo para el caminante tocar este paralelo, pararse en este cruce de la isla, en este pueblecito crucial del sur que aparece de pronto como flor pequeña y mágica de su entraña, muy en savias guardadas, vertido secreto de fecundidad. San Rafael del Vecindario, jurisdicción tirajanera…en busca de riberas, traduciéndose en techos nuevos, blancos, risueños, rumor y trajín de hombres”

 

No se podía haber elegido mejor para que Nuestra Señora del Pino bajara a un lugar donde se simbolizara como en ningún otro los principios del Año Jubilar.

 

José Luis Yánez Rodríguez

Cronista Oficial de Teror

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