viernes, 10 de mayo de 2024

¡NO MIREMOS TANTO PARA ARRIBA!



NO MIREMOS TANTO PARA ARRIBA!

 

«Mientras haya un horizonte en esta tierra, mientras no pierdas las ganas de reir, mientras brille en nuestro cielo alguna estrella, no te rindas, no te canses de vivir, todo va a ir bien, todo va a ir bien; todo, todo, todo, todo va a ir bien»

Así comienza la canción de Luis Guitarra en su disco “a la intemperie”. La fiesta de la Ascensión nos recuerda precisamente eso, que todo va a ir bien. Aunquen se encienden conflictos anacrónicos que se consideraban superados, resurgen nacionalismos cerrados, exasperados, resentidos y agresivos. En varios países una idea de la unidad del pueblo y de la nación, penetrada por diversas ideologías, crea nuevas formas de egoismo y de perdida de sentido, dice el Papa en la Fratelli Tutti (11).

La fiesta de hoy nos invita a ser conscientes de la esperanza a la que nos llama el Señor. Nos invita a poner nuestra mirada en las cosas de arriba, o lo que es lo mismo, en lo esencial de la vida, en los valores innegociables, en aquello que no va a ser arrasado por el efímero paso del tiempo. Pero esto no nos lleva a quedar plantados mirando al cielo, como aquellos primeros discípulos o a evadirnos de la realidad que vive nuestro mundo; nos llama a hacer realidad aquí y ahora el proyecto del Reino, construir en nuestro mundo con nuestras palabras y nuestras acciones esa fraternidad y sororidad universal que será un día en plenitud en el cielo.

Mientras tanto tenemos la tarea de poner todas nuestras energías en la promoción del bien común, de la defensa de la vida, la dignidad y los derechos fundamentales del ser humano. La preservación de la paz en el mundo y el cuidado de la casa común. La fiesta de hoy, nos llama a soñar y a hacer realidad ese sueño: soñemos como una única humanidd, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos (FT 8).

El ser humano necesita salvación, necesita ser rescatado del pozo de lo que no entiende en que se encuentra. El creyente de Jesús está llamado a ir por el mundo y proclamar el evangelio  a toda la creación, a echar los demonios que quitan la dignidad del ser humano y a imponer las manos a sanar y salvar, anunciar la oferta sanadora de Jesús portadora de sentido y significado que devuelva al ser humano a lo esencial de sí mismo.

Hoy, más que nunca, tenemos la necesidad que nos griten “creyentes, ¿qué hacen en la tierra sin mirar nunca al cielo?”. Los hombres hemos acortado demasiado el horizonte de nuesstra vida. Nos contentamos con esperanzas demasiado pequeñas. Se diría que hemos perdido el anhelo de lo infinito.

No se trata de elevar nuestra mirada hacia un cielo salido de las manos del Creador como un acto de magia divina, sino descubrir que Dios es Alguien que está llevando a su plenitud todo el deseo de vida y felicidad que se encierra en la creación y en la historia de los hombres.

Creer en el cielo es recordar que los hombres no podemos darnos todo lo que andamos buscando. Y, al mismo tiempo, creer que nuestros esfuerzos de crecimiento y búsqueda de una tierra mucho más humana no se perderá en el vacío. Porque al final de la vida no nos encontraremos sólo con los logros de nuestro trabajo sino con el regalo del amor de Dios.

Incluso nos podemos preguntar qué llamadas nos está haciendo Dios para transformar nuestra forma tradicional de pensar y que propiciemos la acción de Dios en la cultura moderna. También nuestro inmovilismo nos puede llevar a ser un freno para que el evangelio se encarne en la sociedad contemporánea.

Nadie sabe cómo será la fe cristiana en el mundo nuevo que está emergiendo, pero, difícilmente será clonación del pasado. El evangelio tiene fuerza para inaugurar un cristianismo nuevo.

La celebración de la Ascensión del Señor también nos cuestiona a nosotros. Porque corremos el peligro de buscar en Jesús un burbuja, un refugio... ante la dureza de la vida, viviendo nuestra fe de un modo intimista, desde una adoración o contemplación, mal entendida, aislándonos de la realidad, y sin querer asumir ningún compromiso evangelizador. Rompamos la burbuja, no miremos solo al suelo, sino también al cielo.

Hasta la próxima

Paco Mira

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