Bienvenido seas a Belén, José. Llegas cansado, has hecho el trayecto a pie. Has dejado que María venga montada por su estado. La cuidas con cariño y esmero, y deseas ver ya el fruto de su vientre. Eres hombre bueno y honrado. Sufriste cuando María te comunicó su embarazo, pero oíste al ángel en sueños y la acogiste con cariño.
No eres hombre de muchas palabras, pero comunicas la bondad de todo tu ser con el trabajo, el cuidado y los detalles.
Eres víctima del poder romano que te obliga a este viaje para el censo al que tiene que acudir todo el mundo sin mirar su estado y situación.
Saliste con los de tu pueblo, pero llegas de los últimos, porque tuviste que hacer el camino más lento. Y ya no hay sitio digno. Todo está ocupado y hasta saturado. No es que te cierren puertas, es que no queda ni un rincón libre.
Te ofrecen un establo y allí te encaminas. No sabes en que situación está, pero estás dispuesto a barrerlo y ordenarlo para que al menos puedan descansar y dormir en cualquier rincón.
Sabes asumir los reveses de la vida con elegancia. Sabes hacer de un lugar pobre un sitio digno y acogedor. Bendito, seas, José.
Bienvenida seas a Belén, María. Si cansado llegó José, agotada llegaste tú.
No te quejas.
Presientes que el parto es inminente: No te quejas.
En la casa de Nazaret lo habías preparado todo y sin embargo tu hijo nacerá en un lugar distinto y tal vez no tan sano: No te quejas.
A pesar de tu embarazo ya final, no te pueden dar sitio, todo está a tope: No te quejas.
Ofrecen un establo de animales con el olor propio de esos sitios y los inconvenientes que supone: No te quejas.
Nunca te quejas. Tu actitud valiente y tu mirada esperanzada, serena el corazón de José. Sabes que todo pasa por algo y para algo.
Con el tiempo comprenderás que tenía que nacer tu hijo en Belén, la cuidad natal de David.
Señora de la no queja, la que sabe hacer de un pobre establo, un palacio, ayúdame a no quejarme tanto, y a vivir sereno y esperanzado, confiando siempre en Dios. Bienvenida, seas, María.
Bienvenido seas a Belén, Jesús, todavía en el seno de María.
Es el segundo viaje que haces en ese santo seno. El primero cuando visita a su prima, y estuviste allí tres meses. Ahora en camino a Belén, vas feliz dentro de María, y la haces feliz.
Ella tiene que soportar lo propio de un embarazo, y Tú disfrutas con ella y en ella. Ya llevas nueve meses de humanidad, y dentro de poco nacerás para el mundo. Todavía hoy no tienes prisas, no les das prisa a la naturaleza. Son las últimas horas que el cordón umbilical te hace estar dentro de María. Dentro de poco verás con ojos borrosos su rostro de Madre, y mamarás a sus pechos y disfrutarás de su ternura, como dijo el profeta. El mundo te sigue necesitando Jesús.
En muchas casas no te harán sitio. Pero yo quiero hacerte sitio en la mía.
Mi interior a veces está más sucio que lo estaba aquel pesebre. Que José y María me ayuden a limpiarlo. Aguardo tu nacimiento, mirando a María y a José.
Te quiero ver siempre con los ojos de la fe, con el deseo de verte un día cara a cara en la eternidad, donde ya te ven tantos que he querido y me han querido.
Ahora dentro de poco te veré y te recibiré en sacramento del altar.
Que todo mi ser te reciba con cariño, ternura y responsabilidad.
Bienvenido seas, ahora y siempre, Jesús.
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