Para
los que tenemos cierta edad ya, hay ciertas palabras que no solamente cuesta
pronunciarlas, sino que ademas muchas veces no sabemos lo que significa. Lo que
pasa es que si las decimos en español (influyentes, entrenadores…) igual no
tienen la misma fuerza que en inglés. Pero ambas palabras se han popularizado
mucho y además cuentan con un gran número de seguidores. Los influencers son
aquellos que que suelen expresar opiniones sobre productos de consumo (moda,
tecnología, viajes, gastronomía…) y por otra parte están los coach que ayudan a
que otros alcancen las metas que se proponen en lo personal, laboral, etc...Hay
muchos que son verdaderos profesionales responsables, pero muchos otros no
están capacitados para ofrecer esas orientaciones, solo aparentan ser
conocedores del tema, provocando graves consecuencias en quienes se fían de
ellos. Por ello, a menudo, se nos advierte que tengamos cuidado y no nos fiemos
de cualquiera, porque además no sale gratis.
Hoy,
la Palabra de Dios, nos presenta a unos grupos equivalentes a los actuales
influencers y coach. En la lectura del profeta Malaquías el Señor se dirige a
los sacerdotes que son los encargados de las relaciones con Dios, los que
ejercen el culto a Dios en nombre del pueblo. Los escribas son el grupo culto
que investigan la escritura para enseñarla. Los fariseos son rigoristas,
observantes fieles de la ley y de las tradiciones. Estos tres grupos tenían una
gran influencia sobre el pueblo, en su modo de pensar y de actuar.
Pero
al igual que ocurre con los actuales influencers y coach, Dios advierte que no
todos ejercen su influencia de un modo positivo, de modo que también perjudican
al pueblo En la lectura de Malaquías Dios dice que se han separado del camino
recto y han hecho que muchos tropiecen con la ley. Su mal testimonio ha hecho
que muchos se aparten de Dios. Llamada de atención a todos y cada uno de
nosotros. Nuestro testimonio, probablemente no siempre sea el mejor y en vez de
atraer, alejamos de Dios y de la Iglesia.
Jesús,
en el evangelio es claro: hagan lo que les digan, pero no hagan lo que ellos
hacen. Porque ellos dicen y no hacen. Cuantas veces decimos lo que hay que
hacer pero nosotros somos los primeros que no cumplimos con aquello que decimos
que tenemos que hacer. Hoy Jesús nos hace un llamamiento a no dejarnos guiar
por aquellos que nos dicen que son los mejores, por aquellos que se presentan
como ejemplo y modelo: no se dejen llamar rabbí, porque uno solo es su maestro.
Jesús nos invita a mirar a Dios como Padre de ternura y cariñoso y nos da las
claves para saber cual es el camino que lleva a Dios: el que se enaltece será
humillado y el que se humilla será enaltecido.
Jesús
es el verdadero influencer, el que se ha humillado hasta la muerte en la cruz;
es el que realmente nos puede hacer encontrarnos con Dios. Todos necesitamos
influyentes y entrenadores que nos acompañen para superarnos, también en la
vida cristiana. Pero hay que tener cuidado en no dejarnos atrapar por aquellos
que solamente buscan tener seguidores para lograr sus propios intereses. Hoy
Jesús nos enseña quienes son los verdaderos influencers y coach que nos van a
llevar al encuentro con Dios, de quienes no lo son: aquellos que vivan de
palabra de obra el servicio y la humildad.
No son
pocos los que se han alejado de la fe, escandalizados o decepcionados por la
actuación de una Iglesia que, según ellos, no es fiel al evangelio ni actúa en
coherencia con lo que predica. También Jesús criticó con fuerza a los
dirigentes religiosos: «No hacen lo que dicen». Solo que Jesús no se quedó ahí.
Siguió buscando y llamando a todos a una vida más digna y responsable ante Dios
La
Iglesia tendrá que cambiar mucho, pero lo importante es que cada uno reavivemos
nuestra fe, que aprendamos a creer de manera diferente, que no vivamos
eludiendo a Dios, que sigamos con honestidad las llamadas de la propia
conciencia, que cambie nuestra manera de mirar la vida, que descubramos lo
esencial del evangelio y lo vivamos con gozo.
La
Iglesia tendrá que superar sus inercias y miedos para encarnar el evangelio en
la sociedad moderna, pero cada uno hemos de descubrir que hoy se puede seguir a
Cristo con más verdad que nunca, sin falsos apoyos sociales y sin rutinas
religiosas. Cada uno hemos de aprender a vivir de manera más evangélica el
trabajo y la fiesta, la actividad y el silencio, sin dejarnos modelar por la
sociedad, y sin perder nuestra identidad cristiana en la frivolidad moderna.
La
Iglesia tendrá que revisar a fondo su fidelidad a Cristo, pero cada uno hemos
de verificar la calidad de nuestra adhesión a él. Cada uno hemos de cuidar
nuestra fe en el Dios revelado en Jesús. El pecado y las miserias de la
institución eclesial no me dispensan ni me desresponsabilizan de nada. La
decisión de abrirme a Dios o de rechazarlo es solo mía.
La
Iglesia tendrá que despertar su confianza y liberarse de cobardías y recelos
que le impiden contagiar esperanza en el mundo actual, pero cada uno somos
responsables de nuestra alegría interior. Cada uno hemos de alimentar nuestra
esperanza acudiendo a la verdadera fuente.
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