ORACIÓN CON EL EVANGELIO

 

Señor, me siento identificado en los dos hijos del evangelio.

Con frecuencia te digo "sí", dejándome arrastrar por una buena voluntad y porque he comprobado que responder con presteza a lo que me pides ha sido bueno en la vida.

Pero en ocasiones la dureza de la vida y sobre todo mis propias contradicciones, me han hecho que respondiera con el silencio o la huida. La vida de piedad está llena de respuestas de "Amén" que terminan en el cubo de la basura de mis propias incoherencias.

A veces, simplemente al salir de una Celebración donde te he dicho muchas veces "sí", he tenido posturas que estropean lo que he manifestado y que manifiesta mi poca fuerza interior.

Pero también he dicho "no", de manera cerrada y embrutecida, cuando lo que me has pedido hería mi soberbia, mi amor propio mal entendido, o mi egoísmo escondido. Y, es más, hasta he justificado ese "no" con razonamientos elaborados y posturas cerradas.

En el fondo te digo: Señor, ya te doy muchas cosas en mi vida, por favor, no me pidas más.

Sigo siendo el centro de todo, y mis necesidades y comodidades la razón de algunas de mis actuaciones.

Pero reconozco, Señor, el fino trabajo que en ocasiones has hecho para volverme a la sensatez y donde dije de manera categórica "no", fue apareciendo lentamente primero la duda, luego la lucha conmigo mismo, y al final pude reconducir mi respuesta hacia tu voluntad. Y en estos momentos, cuando mi voluntad fue trabajada y reconvertida, es cuando más libre me he sentido y más seguro de que sostienes mi vida.

Y así voy caminando entre el "sí" y el "no". Y Tú, con paciencia infinita convocándome de nuevo.

Eres el Padre de la totalidad de mi vida, donde a veces aparece esa contradicción que me acompaña, y con la que siempre tengo que luchar.

Solamente Te pido con toda mi alma, sigue teniendo paciencia conmigo y no dejes de convocarme a tu viña.