Lo más probable que a estas alturas de la fiesta - si me lo permiten - todos los gerentes de los hoteles están haciendo números. Quizás en el colegio no eran muy buenos (muchos de ellos) en matemáticas, pero quizás debido a algún milagro ahora les salen las cuentas a todos. Lo más probable es que el equipo de marketing ya vaticinó unos resultados antes de que estos se produjeran: tantas camas ocupadas, tantas personas que quizás tengamos que contratar, tanto en gastos de intendencia.... total o igual a un éxito que se ha de medir en la segunda semana del mes de abril. Maravilloso.
Pero curiosamente los cristianos
también hacemos números. Hacemos números con la intención de analizar la
probabilidad de que lo que vamos a celebrar o celebramos va a tener un éxito
también después de celebrarlo. Lo que celebramos es un acto en cuatro partes
que, como decía en el título, empieza como termina. Hosanna hey, cantan los
niños de aquella Palestina polvorienta al ver entrar a un hombre cuya sencillez
se manifiesta en la cabalgadura, en el esbozo de su sonrisa. Hoy quizás en la
vida no nos alegremos cuando alguien necesita de nosotros y no digamos hosanna
hey. Fíjense que igual el recepcionista de un hotel lo hace (Buenos días,
bienvenidos... ) porque sabe que después se lo agradecerán. En el fondo nuestro
evangelio, nuestra buena noticia también está llena de gestos de
agradecimientos.
Pero claro. Toda buena cara también
lleva una entrega, una buena entrega. Jesús, nuestro Jesús, tenía claro que su
misión en la tierra era una misión de entrega, de generosidad, de servicio, de
disponibilidad... gesto como lavar los pies reservado exclusivamente a los
esclavos, es digno de quien se sienta al final de la asamblea y lo van a buscar
para ponerlo en primera fila. ¡que nos cuesta a nosotros lavar pies!¡ que nos
cuesta ponernos al servicio de los demás cuando los otros nos lo piden o sin
pedirlo lo necesitan! Si volvemos a nuestro querido sur, me saco el sobrero
ante el sector servicios: ¡cuántas camareras de pisos!¡cuántos camareros,
cuantos ballets...cuantos trabajadores! Todos procuran con su entrega, que el
sector no se muera, que los trabajos no decaigan, que siga siendo el sustento y
el pan de muchas familias.
También en este acto, llega el
momento quizás más duro. Toda entrega generosa tiene y conlleva un sacrificio.
Dios tenía claro que lo que de él salía a él volvía. Sin duda. Dios no quiere
el sacrificio incruento de su hijo, si quiere que desde su hijo hasta el final
la entrega ha de ser sin condiciones. Jesús, en un primer momento ha dudado,
quizás hubiese preferido que el cáliz se lo bebiera otro, pero el ejemplo hay
que darlo hasta el final. Si vuelvo de nuevo a nuestra tierra, cuantos
trabajadores de nuestro entorno tienen que sacrificarse por su trabajo y a
veces no bien remunerado. ¡Cuántos hijos quedan dormidos en su cama mientras sus padres van a ganar el
sustento! ¡Cuántos dolores médicos por la dureza y quizás crueldad de trabajos
que para muchos no son considerados como de primera fila!... Jesús, hasta en la
forma de morir, tampoco se distinguió de una manera más humana.
Dos formas de ver la semana santa,
pero creo que son compatibles. Vivamos no el folclore de una semana que puede
tornarse de vacaciones merecidas, sino de una confesión de fe en la persona en la
que creemos y amamos; la confesión de fe que a nosotros nos da sentido a
nuestra vida; vivamos una semana santa de compartir la fe por la que podamos
llegar a ver la luz final.
Déjenme que deje para el fin de
semana que viene el mayor de los actos de amor y de fe. Un amor y una fe por la
que nosotros estamos en este maravilloso camino. Ánimo, adelante y celebremos
disfrutando desde la fe esta maravillosa semana.
FELIZ PASCUA 2023
Paco Mira
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