Lectura del libro del Éxodo (17,3-7):
Clamó Moisés al Señor y dijo: «¿Qué puedo hacer con este
pueblo? Poco falta para que me apedreen.»
Respondió el Señor a Moisés. «Preséntate al pueblo llevando
contigo algunos de los ancianos de Israel; lleva también en tu mano el cayado
con que golpeaste el río, y vete, que allí estaré yo ante ti, sobre la peña, en
Horeb; golpearás la peña, y saldrá de ella agua para que beba el pueblo.»
Moisés lo hizo así a la vista de los ancianos de Israel. Y
puso por nombre a aquel lugar Masá y Meribá, por la reyerta de los hijos Israel
y porque habían tentado al Señor, diciendo: «¿Está o no está el Señor en medio
de nosotros?»
Salmo
Sal 94,1-2.6-7.8-9
R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor:
«No endurezcáis vuestro corazón.»
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos. R/.
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. R/.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.» R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los
Romanos (5,1-2.5-8):
Evangelio del domingo
Lectura del santo evangelio según san Juan
(4,5-42):
Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice:
«Dame de beber.» Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida.
La samaritana le dice: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de
beber a mí, que soy samaritana?» Porque los judíos no se tratan con los
samaritanos.
Jesús le contestó: «Si conocieras el don de Dios y quién es
el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.»
La mujer le dice: «Señor, si no tienes cubo, y el pozo es
hondo, ¿de dónde sacas agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que
nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?»
Jesús le contestó: «El que bebe de esta agua vuelve a tener
sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que
yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la
vida eterna.»
La mujer le dice: «Señor, dame de esa agua así no tendré
más sed ni tendré que venir aquí a sacarla.»
Él le dice: «Anda, llama a tu marido y vuelve.»
La mujer le contesta: «No tengo marido».
Jesús le dice: «Tienes razón que no tienes marido; has
tenido ya cinco y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad.»
La mujer le dijo: «Señor, veo que tú eres un profeta.
Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde
se debe dar culto está en Jerusalén.»
Jesús le dice: «Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni
en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno
que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación
viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que
quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el
Padre desea que le den culto así Dios es espíritu, y los que le dan culto deben
hacerlo en espíritu y verdad.»
La mujer le dice: «Sé que va a venir el Mesías, el Cristo;
cuando venga, él nos lo dirá todo.»
Jesús le dice: «Soy yo, el que habla contigo.»
En aquel pueblo muchos creyeron en él. Así, cuando llegaron
a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí
dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer:
«Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que
él es de verdad el Salvador del mundo.»
Palabra del Señor
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