viernes, 10 de septiembre de 2021

DEBEMOS MIRARNOS EN EL ESPEJO

 DEBEMOS MIRARNOS EN EL ESPEJO

Sin meterme en la coquetería de nadie, no me gustaría ser como Narciso que estaba todo el día mirándose en el reflejo del agua, o como la bruja de blancanieves la cual siempre le hacía al espejo la misma pregunta: uno se recreaba en su belleza y la otra preguntaba quién era la más guapa del reino. Ambas respuestas eran siempre las mismas para no llevar la contraria: eres tú.

A veces, en nuestras comunidades, creo que somos como el espejo o como el río de aguas cristalinas: ¡qué bien hacemos las cosas!, ¡nunca tenemos el problema de equivocarnos!, ¡siempre damos consejos!, etc...la culpa, en el caso de tener algún fallo o más de uno, no se nos podrá achacar a nosotros, siempre será de los demás, porque no entienden lo que queremos decir o lo que tienen que saber.

Pero claro, este fin de semana Jesús hace una jugada maestra - cual campeón de ajedrez - sensacional: ¿qué dicen los demás de mí?. Para nosotros, señalar con el dedo lo que otros no hacen o deben o tienen que hacer es muy fácil: es que en la eucaristía no se sienta como debe; parece que hace tiempo que no viene a la Iglesia; es que solamente viene cuando hay fiesta; en caritas las cosas se podrían hacer de otra manera... pero después viene la segunda parte: el dedo se vuelve contra nosotros: ¿quién es Dios para nosotros?.

Me quiero imaginar, si nos hacen a nosotros la misma pregunta a la puerta de la Iglesia, que la respuesta sería la misma que cuando nos llama el operador de una empresa de telefonía móvil: no tengo tiempo ahora, déjalo para otro momento, etc... No, perdona, si la pregunta es fácil: ¿quién es Dios para tí?. Para nosotros, para los que a veces damos lecciones, para los que decimos como hay que hacer las cosas, pero ¡qué pocas veces experimentamos y expresamos que para mí, para nosotros tú eres el hijo del Dios vivo!.

Tenemos que mirarnos en el espejo de nuestra fe. Seguro que si fuéramos más consecuentes, no tendríamos tanto reparo en hacer confesión de lo que creemos, como le pasó a Pedro. A veces nuestra cruz, es la propia cruz. Nos ruboriza, no nos sentimos a gusto, intentamos evitar que nos pregunten si tenemos alguna inquietud religiosa y en más de alguna ocasión la ocultamos. Normalmente en círculos familiares o de amigos, se nos suele decir: "si quieres que nos llevemos bien, no hablemos ni de religión ni de política". Así nos va.

Seamos, pues, mansos y humildes de corazón. Si el corazón funcionara como debiera, el espejo de la bruja de blancanieves, o el agua cristalina de Narciso no darían las respuestas que dieron. Hoy el espejo o el agua tiene muchos rostros que siempre nos identifican con el mismo rostro. Hoy el dolor, el sufrimiento, la angustia, la desesperación... de tantas y tantas personas hacen que el propio Jesús siga preguntándonos lo mismo : ¿quién dices tú que soy yo?. Lo más fácil es renegar de quien no nos da la solución rápida cual

mago que saca el conejo de la chistera, y despotricamos contra él. Por eso el propio Jesús nos dice que el que quiera seguirle que cargue con su cruz, con la de cada día, con la que le ha tocado vivir y que le siga. Nunca ha dicho que es un camino fácil, todo lo contrario.

Hay que reconocer quien es el que nos hace la pregunta, que no va a ser ni Elías, ni Jeremías, ni ninguno de los profetas de calamidades de nuestros días, sino el Hijo de Dios vivo. ¿creemos esto?

Por cierto Feliz día de las Marías

Hasta la próxima

Paco Mira

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