No hace mucho, hablaba con alguien que trabaja en uno de nuestros hospitales y, a raíz del covid19, me comentaba que el 98% de la plantilla hospitalaria hacía su trabajo estipulado y más si era necesario: si hacía falta quedarse más tiempo del que te corresponde en tu turno pues la gente se queda. Me comentaba que lo prioritario era sacar adelante a aquella gente que por desgracia tiene algo que no le corresponde, un virus. Es verdad, me decía, que también los hay que hacen sus turnos (el 2% restante) y se van para sus casas. Paco, me decía, tiene que venir un virus para darnos cuenta lo maravillosa que es esta profesión, seguro que sin él, muchos no la valorarían.
Es verdad, me dije. Y pensando en la cuaresma, somos muchos los que nos conformamos con lo establecido. Seguro que somos como ese 2% del que hablaba antes: cumpliremos con el ayuno, con la ceniza, cumpliremos con la abstinencia, cumpliremos - algunos - con la limosna. Cumpliremos con nuestro mandamiento, tranquilizaremos nuestra conciencia y nos iremos a casa con la conciencia tranquila.
Pero sigue habiendo algo que todavía no hemos asimilado y que sigue siendo igual de importante: convertirnos y creer en una buena noticia que da sentido a todo lo que hacemos y de la forma que lo hacemos. Nuestro mundo podría ir mejor, de otra forma y de otra manera y parte de la culpa la tenemos nosotros.
El covid19 nos ha puesto en evidencia. Nos ha desmontado los viejos esquemas, los esquemas que estuvimos utilizando hasta hace un año, y todavía no nos hemos puesto las pilas para recuperar lo perdido: tiempo y personas. No se trata ya del número de gente que viene a nuestras iglesias, se trata del convencimiento de que hay que ir al desierto. Tenemos que encontrarnos con nosotros mismos y con nuestro Padre Dios. Tenemos que presentarle lo que somos y como somos y entonces seguro que la ceniza tiene el valor de un espejo, de vernos como somos y en la medida de lo que somos.
Nuestro mundo está lleno de hambrientos, no solo de pan que también, que reclaman nuestra presencia, que reclaman ser oídos y escuchados, que reclaman una sonrisa y un abrazo hoy prohibido, que reclaman una mirada de complicidad por una causa que merece la pena y solamente podemos dar cuando hayamos asimilado que tenemos que convertirnos y creer en el evangelio.
Nuestro testimonio sigue siendo pobre, todavía hay gente que pregunta que si le pago al cura, puedo comer carne. Pecado no es comer carne, sino no dar pan al que lo necesita, o vestir al desnudo, o visitar al enfermo, o consolar al triste, o buscar la salida al que está en el Erte, o que no le llega la paga a fin de mes, o volver la mirada para otro lado al problema de la inmigración. Eso sí, aunque nos duela, es pecado
La remisión del pecado no pasa por confesarme y tranquilizarme, que también, sino en que la buena noticia es la que llevo como bademecum debajo del brazo y que en momentos de duda, de desierto, de tentación... la utilizo para que los demás vean que mi fe es acorde con las obras. Y que cualquier diablillo de la vida me puede ofrecer lo que quiera, pero que tengo que tener las agallas suficientes para decirle que se aparte. Entonces se hará realidad la frase de Conviértete y cree en el evangelio.
Feliz Cuaresma
Hasta la próxima
Paco Mira
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