Primera lectura
Lectura de la profecía de Ezequiel (2,2-5):
En
aquellos días, el espíritu entró en mí, me puso en pie, y oí que me decía:
«Hijo de Adán, yo te envío a los israelitas, a un pueblo rebelde que se ha
rebelado contra mí. Sus padres y ellos me han ofendido hasta el presente día.
También los hijos son testarudos y obstinados; a ellos te envío para que les
digas: "Esto dice el Señor." Ellos, te hagan caso o no te hagan caso,
pues son un pueblo rebelde, sabrán que hubo un profeta en medio de ellos.»
Palabra
de Dios
Salmo Sal 122
R/.
Nuestros ojos están en el Señor,
esperando
su misericordia
A ti
levanto mis ojos,
a ti
que habitas en el cielo.
Como
están los ojos de los esclavos
fijos
en las manos de sus señores. R/.
Como
están los ojos de la esclava
fijos
en las manos de su señora,
así
están nuestros ojos
en
el Señor, Dios nuestro,
esperando
su misericordia. R/.
Misericordia,
Señor, misericordia,
que
estamos saciados de desprecios;
nuestra
alma está saciada
del
sarcasmo de los satisfechos,
del
desprecio de los orgullosos. R/.
Segunda lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los
Corintios (12,7b-10):
Para
que no tenga soberbia, me han metido una espina en la carne: un ángel de
Satanás que me apalea, para que no sea soberbio. Tres veces he pedido al Señor
verme libre de él; y me ha respondido: «Te basta mi gracia; la fuerza se
realiza en la debilidad.» Por eso, muy a gusto presumo de mis debilidades,
porque así residirá en mí la fuerza de Cristo. Por eso, vivo contento en medio
de mis debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones y las
dificultades sufridas por Cristo. Porque, cuando soy débil, entonces soy
fuerte.
Palabra
de Dios
Evangelio del domingo
Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,1-6):
En
aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos.
Cuando
llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se
preguntaba asombrada: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le
han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo
de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven
con nosotros aquí?»
Y
esto les resultaba escandaloso.
Jesús
les decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus
parientes y en su casa.»
No
pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las
manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor
enseñando.
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