Estarán de acuerdo conmigo en que las redes sociales no son malas siempre y cuando sirvan para lo que se han hecho: para la comunicación, siempre que esta - la comunicación - no ahogue las relaciones entre los seres humanos, no ahogue el diálogo fluido entre iguales, no ahogue la palabra que es lo que nos distingue de esos otros animales que no hablan.
Pero me da la impresión que las redes sociales no están siendo utilizadas en su justa medida y si esa medida supone que las utilizo para mofarme, reírme, burlarme, acosar... a alguien, pues no están sirviendo para lo que han sido creadas. Por eso creo que una cura de humildad nos tiene que venir bien. Creo que a todos nos gusta que nos aplaudan - incluso al más sencillo del mundo también, en un momento de su vida, le gusta. Nos gusta que nos reconozcan el esfuerzo el trabajo, el tesón... que ponemos en infinidad de cosas que hacemos. ¡A quien no le gusta un aplauso!. Los que hemos tenido la oportunidad de recibir alguno, parece que somos los protagonistas de la fiesta y hasta... nos sentimos importantes.
Probablemente en más de una ocasión y a pesar nuestro hemos expresado que "una cura de humildad no nos viene mal". De vez en cuando solemos ser muy exigentes y críticos con los errores de los demás, y se nos olvida que nosotros no somos perfectos y que como cualquier persona, podemos también cometer errores. Cuando esto ocurre, cuando reconocemos o nos reconocen los errores, no nos gusta porque probablemente nos hace sentir humillados y avergonzados; nos vemos obligados a reconocer nuestras propias limitaciones. Sin embargo si queremos la cura de humildad puede incluso servirnos para ser más comprensivos con los demás.
Es curioso como el propio Jesús experimenta la humillación de ser rechazado en su propia tierra donde era conocido: "no es éste el carpintero, el hijo de María...". Probablemente desconfiaban de él. Jesús sufre la humillación de su propio fracaso: no desprecian a un profeta más que en su tierra, lo desprecian entre sus parientes y en su propia casa. ¡ Qué grande es Jesús, que supo ponerse a la altura de los otros para saber como se sentían!. Pero sin duda la más grande de las humillaciones, la tuvo en la cruz.
Ser humilde no es enarbolar una bandera y sentirse orgulloso de ello para decir aquí estoy. Ser humilde no es lo mismo que enorgullecerse de la humillación porque eso sería masoquismo. Ser humilde no es caminar con la cabeza baja, hablar poco o escapar de la sociedad. Son las humillaciones cotidianas de aquellos que callan para salvar a su familia, o evitan hablar bien de sí mismos y prefieren exaltar a otros en vez de gloriarse o incluso eligen las tareas menos brillantes.
Probablemente a todos nos guste un aplauso y creo que eso no es malo. A todos nos gusta que en un momento determinado nos den una medalla o nos reconozcan lo bien que de vez en cuando hacemos las cosas. Pero que eso no sirva para explotar a los demás, para mirar por encima del hombro a otros, para creernos superiores a los demás, para pensar que los demás no tienen valores, sino que los nuestros son los mejores, entonces caeremos en la cuenta que no desprecian a un profeta más que en su tierra.
Que bueno es la cura de humildad que hace que veamos la viga que llevamos dentro de nuestros ojos.
Hasta la próxima
Paco Mira
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu opinión es importante.
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.