Desde que el hombre es hombre, siempre ha sentido la necesidad de tener modelos de identificación; siempre hemos sentido la necesidad de mirarnos en el espejo de alguien y, si me lo permiten, hasta copiar alguno de los talentos o formar de ser o de estar. En mi infancia, como en la de muchos, nuestros espejos normalmente eran
profesiones espectaculares: quería ser bombero, policía... hoy, quizás, en los tiempos que corremos, no sean profesiones en las que mirarnos, pero sí sigue habiendo personas en las que la gente, especialmente los jóvenes, se miran: algún jugador de fútbol, algún músico, alguna presentadora televisiva, etc..
Pero a todo esto ayudan las redes sociales, los medios de comunicación, su rapidez y su propagación. No hay más que mirar la televisión para ver la competitividad de algunos concursos, en los que se premia el valor, el saber, la rapidez... y ¡uff, cuánto talento hay en la vida!
Pero me resultó curioso que nuestro querido Francisco, nuestro Papa, declare la I jornada mundial del pobre. Algo que ya estaba instituido, pero que él quiere trasladar al domingo, como si este día de la semana tuviera algo de especial que los demás días no tienen.
Probablemente. Siempre digo que cuando se celebra la jornada mundial de algo es que hay alguna cosa que falla.
En esos modelos de identificación de los que hablaba antes, esos espejos en los que nos miramos, creo que nadie quiere ser pobre. Ninguno nos miramos en los espejos de los pobres, entendiendo por estos los que materialmente no tienen nada y hay unos pocos no solamente en el mundo, sino que probablemente en la familia, en algún lugar cercano a mi casa, etc...
Pero ¡fíjense!: creo que ser pobre es una virtud. El que se despoja de sí mismo se llena de otros, con otros y por los otros. El que nada tiene se entrega a los demás y se convierte en el mayor de los talentos puestos al servicio de otros. De nada nos sirve tener una pared llena de todos los títulos posibles, si solamente son para orgullo personal y el más absoluto de los egos narcisistas. De nada sirve si las puertas de mi vida, de mi estatus... tienen que pasar por un montón de filtros y me olvido del ser humano que tengo enfrente.. Siempre me acuerdo de un alcalde que decía que los martes son para el ciudadano y siempre tenía cola sin pedir cita previa.
¡ Que sabio el Papa: jornada mundial del pobre!. Ser pobre, como donación personal, debería ser un ciclo formativo. Algo que ciclicamente nos tiene que formar en la carrera de la vida, de nuestra vida, de la vida de cada uno de los que decimos que creemos y vivimos la vida de Jesús de Nazaret.
Busquemos, según los talentos que tiene cada uno, a nuestros pobres: a los ausentes de diálogo, a los que la sociedad ha apartado de la convivencia social por errores en la vida; a los ausentes de amistad y de cariño y simplemente desean que se les pase la mano por al cara; a los que viven en la más absoluta de las soledades... seamos pobres para que sin soberbia ni orgullo personal seamos capaces de abrirnos, para dejarnos acompañar, para también sentirnos necesitados de los otros.
A diferencia de los concursos de televisión, nuestra vida no es un concurso de talentos, sino que un día compareceremos ante Dios para darle cuentas de nuestro actuar y sobre todo si hemos tenido la capacidad suficiente para amar. Pongamos en práctica nuestros talentos, sin miedo al compromiso
por el Reino, para poder escuchar al Señor cuando nos dice muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor, pasa al banquete de tu Señor".
Los pobres, en esto, son los que nos llevan la delantera. Pongamos en casa, si no lo tenemos ya, un espejo que marque realmente la medida de nuestra capacidad de no tener nada, de ser los pobres por el Reino que un tal Jesús de Nazaret quiere, porque fue el primer ejemplo, el primer espejo pobre en el que mirarse.
Hasta la próxima
Paco Mira
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