COMIDA Y COMPROMISO
Como es tradicional, el segundo
domingo de febrero se celebra entre nosotros la Jornada Nacional de Manos
Unidas. Esa Organización no Gubernamental de la Iglesia Católica trata de
promover aquel desarrollo integral al que se refería ya el papa Pablo VI. Un
desarrollo para todo el hombre y para todos los hombres.
El lema adoptado por Manos
Unidas para este año 2017 seguramente no dejará de llamar la atención al
observador más distraído: “El mundo no necesita más comida. Necesita más gente
comprometida”.
Ese par de dodecasílados
tiene su pizca de provocación. La primera parte nos lleva a cuestionar esos
clichés tan habituales sobre el hambre, la producción y la distribución de los
alimentos. Ya el papa Francisco había descolocado a mucha gente con una
afirmación aparentemente escandalosa: “Existe alimento para todos; el hambre se
debe a la mala distribución de los bienes de la renta. El problema se agrava
con la práctica generalizada del desperdicio” (La alegría del Evangelio, 191).
La campaña de Manos Unidas
se sitúa en la misma longitud de onda al proclamar que “Un tercio de nuestros
alimentos acaba en la basura”. En la basura o en grandes almacenes, como los que ya denunciaban los antiguos
Padres de la Iglesia.
La segunda parte del lema
para la campaña de este año no puede dejarnos indiferentes. Faltan personas que
se comprometan. Bien sabemos que ese es un mal que caracteriza nuestra época.
Hay muchas personas generosas y dispuestas a una ayuda puntual, con tal de que
sea pasajera. Los terremotos o un tsunami, los incendios forestales, o una
estación de lluvias torrenciales suelen suscitar nuestra compasión. Y hay que
aplaudir esa buena voluntad.
Pero en la sociedad actual,
todos estamos muy ocupados cada uno de los días de la semana. No podemos
comprometernos con obras de promoción y desarrollo. Además, hay otra razón:
comprometerse con una causa nos exige “salir” de nuestra indiferencia y nuestra
comodidad, como también dice el papa Francisco. Quien se compromete parece
estar hipotecando su libertad y su futuro. Y eso nos cuesta mucho a todos.
En el mismo contexto ya
citado el papa Francisco nos decía que no basta con “asegurar a todos la
comida, o un decoroso sustento, sino de que tengan prosperidad sin exceptuar
bien alguno” (La alegría del Evangelio, 192).
El lema de Manos Unidas para
este año parece jugar con nuestros actos y actitudes. Estamos dispuestos a
realizar un acto noble y generoso, como dar comida o agua, vestido o techo.
Pero aún no estamos dispuestos a adoptar una actitud de compromiso y dedicación
a la causa del bien y a la lucha contra la marginalidad. Habrá que cambiar el
modo de pensar y de obrar.
José-Román Flecha Andrés
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