El Espíritu nos acerca a
Jesús y nosotros, como los discípulos, le pedimos que nos enseñe a orar. Le
pedimos que nos muestre cuál es el secreto que lleva guardado en el corazón y
que le permite vivir con tanta compasión y ternura, incluso en los momentos fuertes
de su vida. Orar no es una técnica que se aprende en una escuela. Orar es una
experiencia en la que nuestro corazón late al ritmo del corazón de Jesús. Sin
ruido, sin prisas, nos ponemos junto a ti, Jesús. Enséñanos a orar. Danos lo
que te hace vivir de esa manera única que nos ha fascinado.
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