PRIMERA CARTA AL APÓSTOL SAN PABLO DESDE CHIPRE
Admirado Pablo de Tarso: Te escribo desde Chipre, a donde he
venido con
compañeros de Cuenca, Madrid
y Canarias. Hemos llegado aquí
intentando encontrar las huellas de tu paso por esta Isla. Y las hemos
encontrado. Pisamos con cariño y respeto este lugar en donde
tú estuviste anunciando el evangelio con tu amigo Bernabé. Hemos estado en Pafos donde te enfrentaste a un mago, un falso profeta
(Hechos 13) que engañaba a la gente declarándose hijo de Jesús. Pienso que seguimos
rodeados, y no solamente en Chipre, de falsos profetas que anuncian y prometen y engañan. Magos que, por
puro amor al dinero, no tienen escrúpulos en quedarse con el dinero y las
ilusiones de aquellos a quienes logran engañar. Lástima que ya tú no andes
entre nosotros para invitarte a hacer un viaje a nuestra tierra. Y lástima que a muchos cristianos de esta generación nos falten la
fuerza y la fe tuya para, sin miedo, desenmascarar
a quienes se esconden tras la careta de la política o la religión
buscando el propio beneficio. Es una pena
que no seamos los suficientemente decididos como tú lo fuiste para anunciar sin miedo a Aquel que dio la vida por la causa más
noble posible.
Hemos visitado Salamina, la patria de tu amigo Bernabé, y rezamos ante su tumba en una zona que
actualmente está ocupada por turcos
musulmanes y donde han hecho desaparecer
todos los signos cristianos de las viejas iglesias y catedrales. Tengo que
decirte, Pablo, que también en nuestra tierra se están destruyendo muchos
signos cristianos y no me refiero sólo a las cruces. Algunos dicen que es señal
del progreso. Pero cuando leo tus cartas y la pasión que ponías, pienso que lo
que nos falta a nosotros es esa
fortaleza tuya para luchar no contra
los que no admiten señales de
Jesús en su vida sino para los que, llamándonos cristianos, nos acomodamos a la vida fácil y somos un mal
ejemplo para los demás. Tendremos que leer y meditar más tus escritos y el
Libro de Los Hechos de los Apóstoles.
En nuestra visita a esta Isla de Chipre,
acompañados por Nina, Bianca y Fela como guías,
hemos tenido ocasión de visitar y dialogar con cristianos que ahora se llaman ortodoxos en
su mayoría. También hay unos pocos miles de
católicos maronitas. Ha sido una experiencia gratificante descubrir que,
a pesar de la división de ritos y tradiciones, unos y otros se respetan
mutuamente. Recordamos, Pablo, tus
llamadas a la unidad de los creyentes cuando escribías a los corintios.
También ahora estamos saboreando algunos
gestos de unidad entre diferentes Iglesias separadas. Gestos pequeños pero
que indican que hay voluntad de hacer
caso a Jesús de Nazaret cuando nos decía que la mejor señal de nuestro
seguimiento a Él es estar unidos.
Y
pienso no solamente en la Iglesia. Mi pensamiento se va rápidamente a las
situaciones políticas que se viven en nuestro país o aquí en Chipre. Mientras en España los
políticos se pelean y no son capaces de llegar a un acuerdo porque todos quieren
gobernar, en Chipre hemos encontrado una
Isla más dividida aún. El Norte fue
invadido. Y en Nicosia, la capital,
hemos encontrado las alambradas o bidones que separan a la población musulmana
de la cristiana.
Nos gustaría regresar a
nuestras parroquias llenos de entusiasmo por lo aquí vivido y poder decir a
nuestros feligreses lo mismo que tú decías, por ejemplo a los filipenses: “Doy
gracias a Dios cada vez que me acuerdo
de ustedes. Les recuerdo en mis oraciones
a cada instante. Y lo hago con alegría.” (Filipenses, 1). Desde
aquí, este mismo saludo que te copio
para mis comunidades de Cruce
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