viernes, 10 de enero de 2025

¿SABES LA FECHA DE TU BAUTISMO?


 ¿SABES LA FECHA DE TU BAUTISMO?

 

 

Probablemente si nos preguntan cuando es nuestro día, el día que nos casamos, el día que empezamos a trabajar, el día en que nuestro hijo sacó la oposición .... lo sabemos de memoria, pero ¿si nos preguntan el día en que nos bautizaron?. Y es curioso como le damos importancia a muchos acontecimientos en la vida, pero al bautismo que es el que nos abre la puerta a muchos lugares, no le damos la importancia que se merece. Es más, la Navidad no se ha acabado, pero el inicio de las clases, el quitar ya los adornos navideños, da la sensación que la Navidad ya ha pasado.

Sin embargo para quienes somos y formamos la Iglesia, la Navidad no ha pasado. Hoy todavía es Navidad. De hecho la palabra de Dios que hemos proclamado es una Palabra muy propia del Adviento y de la Navidad. Esta Palabra nos recuerda que la verdadera Navidad todavía no ha pasado, que la verdadera Navidad no hay que confundirla con los elementos exteriores con que la hemos adornado y quizás ocultado.

La verdadera Navidad es celebrar la manifestación de Jesús como Dios con nosotros, para encontrarnos con él. Una primera manifestación la hemos encontrado en Nochebuena y Navidad, en su nacimiento pobre y humilde y sólo conocido por unas pocas personas. Una segunda manifestación fue la adoración de los Magos.

Una tercera manifestación la encontramos hoy, cuando “Se abre el cielo y se oye una voz que dice: Tú eres mi Hijo, el amado, en quien me complazco”. Jesús se manifiesta plenamente como Dios con nosotros, como Hijo del Padre y ungido por el Espíritu Santo, que le envía en su misión evangelizadora. Por eso la Navidad no ha pasado, sino que continúa. En nuestro Bautismo también el Padre nos dice: “tú eres mi hijo amado”, y también recibimos al Espíritu Santo, para que como Jesús, tomemos conciencia de nuestro ser hijos de Dios y de la misión que tenemos quer realizar, para que la verdadera Navidad continúe.

Una misión que en este año jubilar tiene un acento especial. Estamos llamados a ser peregrinos de la esperanza. Y como dijo el papa Francisco:”si Dios viene, aun cuando nuestro corazón se asemeja a un pobre pesebre, entonces podemos decir que la esperanza no está muerta sino que sigue viva”.

Por eso tenemos que ponernos en camino. Tenemos que traducir la esperanza a las diferentes situaciones de la vida. La esperanza cristiana no es un final de película feliz; es la promesa de Dios que tenemos que acoger aquí y ahora, en esta tierra que tiene guerras y odios, que gime y que sufre. La esperana no tolera la indolencia del sedentario ni la pereza de quien se acomoda en su propio bienestar. La esperanza no admite la falsa prudencia de quien no se arriesga por miedo a comprometerse, ni el cálculo de quien solo piensa en sí mismo; es incompatible con la vida tranquila de quien no alza la voz contra el mal ni contra las injusticias que se cometen sobre la piel de los más pobres. La esperanza cristiana exige de nosotros la audacia de anticipar hoy esta promesa a través de nuestra responsabilidad.

Todos nosotros tenemos el don y la tarea de llevar esperanza allí donde se ha perdido. Allí donde la vida está herida, en los sueños rotos, en los fracasos que destrozan el corazón, en el cansancio de quien no puede más, en la soledad amarga de quien se siente derrotado, en los días largos y vacíos de los privados de libertad, en los lugares porfanados por la guerra y la violencia. El jubileo se abre para que a todos les sea dada la esperanza, la esperanza del evangelio, la esperanza del amor, la esperanza del perdón. 

El bautismo de todos y cada uno de nosotros tiene que notarse de alguna manera, especialmente como portadores de esa esperanza, como portadores de primer anuncio, como portadores de credibilidad en un mundo que cada vez se siente más desesperanzado.

 

Hasta la próxima

Paco Mira

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