Lejos de mi intención el estar en contra de los voladores, aunque de pequeño, como otros muchos de mi edad, el ruido de los mismos fuera síntoma inequívoco de miedo y por lo tanto de llanto. Pero insisto que no estoy en contra de ellos, entre otras cosas porque los voladores son los protagonistas de las fiestas y el que haya fiesta supone entrar en la bonita dinámica de un pueblo que tiene algo que celebrar y eso siempre es bueno.
Pero claro, los voladores lo que tienen es que después del ruido, desprenden todo su colorido y.... se acabó. Su carestía, a veces, no justifica su fugacidad. Su carestía lleva a que también tengamos la capacidad de poder escoger los que más nos convengan, acordes con las fiestas que podemos celebrar.
A veces, estos encuentros se quedan un poco en lo efímero de los mismos: el encuentro con otros jóvenes, el convivir durante unos días lejos o cerca de la tierra, el fervor de algunos encuentros o las charlas de algunos personajes de los que oímos hablar y que ahora vemos en persona; aquellas canciones nuevas pero con ritmo que invita no sólo a la oración sino a la fiesta...pero los encuentros tienen que tener un origen y éste puede ser el de este año.
El lema de este año no puede ser mejor: en tiempos recios, seamos amigos fuertes de Dios. Los jóvenes, o por lo menos muchos de ellos, tienen ahora la oportunidad de decirle a los demás que a pesar de las dificultades por las que estamos pasando, a pesar de los tiempos recios que corremos, que ser amigo de Dios todavía es posible. Es posible el poder predicar a los cuatro vientos que el mensaje de una buena noticia en medio de tantas malas, todavía puede ser real. Que el evangelio no es algo obsoleto y perdido, que el mensaje de Jesús de Nazaret, es posible.
Para ello cuentan con el ejemplo no solo de Teresa, sino de Domingo de Guzmán, que no le tembló el pulso para anunciar a todo el mundo que un tal Jesús de Nazaret sigue vivo, por eso los Dominicos siguen en la brecha y encima se denominan orden de predicadores. Los jóvenes son los que tienen que tener la fuerza suficiente como para no ponerse colorados en el anuncio de su mensaje.
¡Que bonito sería, que al acabar el encuentro esto se multiplicara como los panes y los peces!. Parece que estoy dando una imagen pesimista, pero es que estamos en tiempos recios. El evangelio de este fin de semana (Jn 6,41) nos vuelve a invitar a acercarnos de nuevo a Jesús como pan que baja del cielo. Dios se humaniza en el hombre para que este se acerque más a él, siendo ambos imagen y semejanza.
Hasta la próxima
Paco Mira
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