Pentecostés
es la fiesta "del Espíritu": del Espíritu de Jesús, del Espíritu en
la Iglesia, del Espíritu de todo bautizado. Por eso cierra el Ciclo Pascual de
los 50 días.
La
Iglesia en sus comienzos estrena la fiesta del Espíritu Santo. Está presente en
la comunidad primitiva: Los discípulos, las mujeres y, entre ellas, María la
Madre de Jesús. Todos quedan llenos de Espíritu Santo. Y la Iglesia comienza el
anuncio, su misión ante la humanidad.
Jesús
regala el Espíritu, “exhaló su aliento sobre ellos”, repite el gesto primordial
del Creador que alienta sobre el barro del primer ser humano y le da vida. Así
ahora, el Espíritu brota de la boca de Jesús para dar vida nueva a nuevas
criaturas, a una nueva creación.
Donde
está el Espíritu no hay distinciones, ni clases de personas, ni élites; a todos
llena. El Espíritu a todos comunica su fuerza, su ánimo; en torno a él surge la
nueva condición humana del amor. La plenitud del Espíritu nos va haciendo tomar
conciencia de que somos una nueva creación, de que somos consagrados en la
verdad y en la libertad.
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