YO TAMBIÉN ESTOY CABREADO Y
QUIERO UN LÁTIGO
Me estoy imaginando la escena: un hombre entra en el templo, mira a un lado y al otro, empieza a fruncir el ceño y cual sería su ira que empieza a tirar por el suelo todo aquello que no le convence, empezaría a empujar a todos los que se encontraban a su paso, me imagino que algún taco en arameo incluso diría y al final salió por la puerta cual elefante que entró en una cacharrería. ¡cómo se quedaría la gente después de semejante imágen!
Me da la impresión que este texto se ha
utilizado con infinidad de intenciones y creo que hay una sola que lo
justifica: nosotros somos templo de Dios, porque nos ama y nos hizo a su imagen
y semejanza y por ello tenemos que respetarlo y que nos lo respeten. Cuerpo no
tenemos más que uno y el cuidarlo supone tener más calidad de vida, en la vida
y con la vida y si esta viene de Dios a él tenemos que agradecerle su bondad.
La cara de cabreado de Jesús, es la que
de vez en cuando utiliza uno cuando no está de acuerdo con las cosas. Dios en
el texto de hoy (Juan 2,13) nos pide cuidar el cuerpo, pero no solo cuidar el
cuerpo sino denunciar a quien no lo cuida. Déjenme que me cabree conmigo mismo
y con los que me rodean porque uno cuando ve las cosas no puede estar en
conformidad con ello. Me ha maravillado que cuando los yihadistas mataron a 12
personas en Francia, la de la Igualdad, Libertad y Fraternidad, cerca de tres
millones de personas se echaron a la calle como una muestra inequívoca de que
hay que estar en contra de la violencia, sea de la forma que sea. Estoy por
asegurar que en esa manifestación había franceses católicos y republicanos
unidos por una causa común: no a la destrucción del cuerpo que para los
cristianos es templo de Dios.
Me resulta contradictorio, paradójico y
me cabrea que un tiempo después han degollado a 21 cristianos coptos,
recreándonos la escena en televisión y NADIE se echó a la calle para
reivindicar lo mismo que con los doce caricaturistas: que la vida es inviolable
y nadie tiene el derecho a arrebatarla. Hace un poco más de tiempo dos
ciudadanos japoneses también fueron degollados, NADIE, se echó a la calle para
estar en contra de la violencia. Todos los días, o casi, en Siria o en Libia o
en Africa se prohíbe la libertad de culto o se queman iglesia y NADIE sale a la
calle diciendo que los que creen en Jesús de Nazaret son hijos de Dios.
¡yo también quiero un látigo!, pero un
látigo para luchar contra la indiferencia y para reivindicar coherencia en los
que nos llamamos cristianos. ¿por qué en Francia sí y cuando degüelan a
nuestros hermanos nos callamos la boca?.
Jesús les llamaba hipócritas, pues lo mismo que nos diría a nosotros
hoy.
Me resulta curioso que en aquella época
los fariseos le pedían una muestra de cómo levantaría el templo destruído.
Nosotros tenemos que dar la muestra de las bienaventuranzas: cuando damos pan,
visitamos a los enfermos o desvalidos, cuando lloramos con los que sufren,
cuando acompañamos a los desconsolados.... estamos edificando el templo de
Dios. Los fariseos buscaban milagros, nosotros buscamos crucificados a quien
amar, pobres a quienes levantar. Quiero gritar con la Iglesia, con mi Iglesia
santa y a la vez humilde y pecadora, que si alguien nos pide signos para creer,
le invitemos a que se acerquen a los pobres de este mundo, a los esclavos, a
los niños explotados a los inmigrantes que están detrás de las vallas.
Mostremos al Cristo como el templo destruido del viernes santo, pero sobre todo
mostremos el templo reconstruido y al Cristo de la Pascua.
Amigos no nos cansemos de amar lo que
encontramos destruido y de levantar lo que amamos. ¡qué mejor templo que el de
una mujer que trabaja por levantar el templo de su casa, de su familia, de los
que le quieren y le aman!. Día de la mujer trabajadora, trabajemos por y con la
justicia.
Hasta la próxima
Paco Mira
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