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DOCTOR DIOS, ¿QUÉ ME RECETA?
Lo mejor que se ha inventado es la medicina. Nuestro cuerpo es una máquina, y como toda máquina, llega un momento en que empieza a fallar. Quizás los años son los que nos van marcando que la máquina empieza a no ser lo perfecta que tiene que ser: cambiamos piezas, engrasamos, medicamos lo que no funciona bien, ponemos accesorios nuevos.... pero quien detecta lo que falla primero somos nosotros que tenemos que ser conscientes que nuestra máquina no va bien y luego el especialista el que nos tiene que dar la receta para una medicación adecuada.
Este fin de semana, recordamos la receta que Dios nos ofrece para la vida. Dios es el médico al que los cristianos tenemos que acudir con frecuencia cuando notamos que las cosas no funcionan como debieran. Y nos receta, nos envía a su medicina, que para nosotros es un arcángel llamado Rafael. Su historia es la que está ligada a Tobías, aquel hombre bueno que un día esperaba que alguien le acompañara.
Y es que, a veces, la medicina no es tanto la de la industria farmacéutica (jarabe, pastillas, ...) cuanto la de algo mucho más cercano, más económico, y con menos esfuerzo, pero sí con mayor compromiso. Muchos enfermos de nuestro pueblo, de nuestras ciudades, de nuestros caminos de nuestra familia... están esperando hombres y mujeres buenas que nos acompañen, simplemente acompañar en el camino de la vida.
En esta nuestra vida, hay muchos caminos que nos pueden llevar a diferentes lugares, a veces no deseados. Para los cristianos solamente hay uno que nos lleva a un buen destino. Muchos caminos nos llevan por veredas que no son las adecuadas: caminos de alcohol, de enfermedad, de soledad, de adicciones no deseadas. Muchos hermanos nuestros se han despistado por rutas que creyendo ser las reales, sin embargo son las que llevan a la verdadera meta.
Todos nosotros estamos llamados a ser Rafaeles de la vida; estamos llamados a ser la brújula que marque el camino a otros que se han despistado, que no tienen quien les guie, que no saben la ruta que tienen que seguir. Todos nosotros hemos de ser esos hombres y mujeres buenos que en el camino de la vida acompañan a los demás, pero porque nosotros, los primeros, somos conscientes que el acompañamiento es una forma de no despistarse.
Este año celebramos a san Rafael, en el jubileo de la esperanza en un mundo que cada vez parece menos esperanzado y menos optimisa. Celebramos a san Rafael en el marco de la sinodalidad, de caminar juntos, de apoyarnos los unos a los otros, de trazar sendas de paz, de justicia y de libertad en nuestro pueblo, en las familias, en los centros de trabajo. Celebramos a san Rafael con la esperanza de que los pobres, como dice el Papa León XIV, tienen un hueco especial en el regazo de Dios.
La receta de Padre Dios, nos la da en Rafael. Ojalá que no sea una fiesta de una vez al año; ojalá que no nos quedemos solamente con lo externo de la fiesta, sino con el interior del convencimiento de que Padre Dios, nos guia y acompaña en el camino de la vida.

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