Dios,
te confieso que muchas veces no te entiendo.
Sucede
que en tantas oportunidades
el
paisaje de mis días no es como el que te conté que sueño.
Miralos,
ahí están:
son
muchos los miedos, preocupaciones y tristezas
que
andan rondando.
Y
sí, la alegría más de una vez,
se
siente invitada a retirarse
sin
dejar nota hacia dónde se marcha.
¿Cómo
se hace para seguir?
Parecía
que todo marchaba Bien.
Te
presento mis preguntas
que
se transforman en quejas.
¿Por
qué? ¿Cómo?
Todas
llegan y te las arrojo.
A
veces dejo a la esperanza del otro lado de la puerta.
No
te entiendo, te lo confieso.
Me
cuesta pero
creo,
confío,
espero
y
amo.
Sé
lo único que me hace falta:
me
amas.
Todo
lo planeas Bien.
Ya
te he contado de mis sueños,
ahora
quiero saber de los Tuyos:
¡haremos
algo grande!
Dame
la Gracia para
que
simplemente te deje ser Dios de mi vida
y yo
me descubra Tu hijo amado.
Que
mi vida no busque entenderte,
sino
celebrarte en un Amor que no se explica...
Amén
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