domingo, 23 de marzo de 2014

EL AGUA DE VIDA ETERNA


Mientras unos tienen para comer y elegir que comer, otros pasan verdaderas dificultades para alimentarse y comer lo que pueda llegar a su alcance. ¡Unos tantos y otros tan poco! Son las contradicciones de este mundo tan desigual e injusto para unos y fácil y abundante para otros. De cualquier forma el hambre y la sed siempre están ahí y por mucho que nos saciemos siempre estaremos ansiosos y necesitados de volver a comer.

No obstante, experimentamos hambre y sed de no padecer más la insatisfacción ni el deseo de sentirnos necesitados de comer. Buscamos esa fuente inagotable y eterna que nos satisfaga, valga la redundancia, eternamente de comer los sin sabores de esta vida, de padecer no sólo hambre sino enfermedad, deterioro y ansías de felicidad y paz. Del cansancio de la rutina, del trabajo diario y del esfuerzo de buscar y buscar sin encontrar el equilibrio y la paz anhelada.

¡Dadnos Señor esa Agua que mana de la fuente eterna de tu Gracia para no sentir nunca más sed! Danos esa fe samaritana para que, al igual que esa mujer, corramos a proclamar que te hemos visto y hallado y experimentado los efectos de esa Agua que nos sacia eternamente.


Porque Tú Señor eres el Mesías que has de venir, el que se ha quedado bajo las especies de pan y vino para ser mi alimento diario, mi sustento de cada día y mi fuente de vida eterna. Amén

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