LOS CHISMOSOS DE DIOS
Hace años que escuché esta afirmación y si bien en un principio no me gustaba mucho, dándole vueltas pues pensé que hasta no estaba mal del todo. Es verdad que si uno va a la RAE, la acepción de chisme, no es muy halagüeña, es más bien peyorativa; pero si entendemos por chisme lo que se cuenta de otro, pero para bien, quizás la frase no sea tan mala.
Hablar de Dios no es fácil, pero para muchos, tampoco es demasiado complicado. Lo interesante es que nuestro interlocutor, el que nos escucha sea capaz de entender lo que queremos transmitir y eso es lo complicado. Francisco de Asís le decía a sus frailes “y si es necesario díganlo con palabras”. El testimonio, el ejemplo, la vivencia.. son más importante que las palabras.
Quiero creer que eso es un misionero: la persona que habla de Dios, que chismorrea de Dios, que comunica algo de Dios y que lo hace a través de su vida. Quiero traer a la memoria a los más de cincuenta misioneros canarios que repartidos por todo el mundo, hablan de Dios con sus vidas. Hombres y mujeres que desde su experiencia, desde la experiencia de oración como nos hablan las lecturas de este fin de semana, son capaces de chismorrear de Dios incluso y si hace falta con palabras.
Recuerdo que una vez, en la radio, le pregunté a un misionero que qué es lo que le había llevado a irse tan lejos para anunciar la palabra de Dios y él me respondió: Dios. Hay veces que el convencimiento de lo que hacemos no tiene una explicación racional de aquello que hacemos, pero sí estamos motivados por aquello de lo que estamos convencidos. Hombres y mujeres que abandonando su casa, sin volver la vista atrás, han dejado su familia.. y son capaces de seguir anunciando que el mensaje de Jesús merece la pena.
En un mundo donde el odio y la violencia tienen entrada gratuita y hasta algunos los ven con buenos ojos, los misioneros surgen como esperanza entre los pueblos. Un mundo falto de esperanza o cuando esta aparece es muy efímera, sin embargo hay gente que, convencida de ella, lucha hasta el final porque la esperanza es lo último que se pierde. Ellos no la pierden.
Me quiero acordar de todos aquellos que han dejado su vida en el intento; me acuerdo de los que sufren, pero no arrojan la toalla; me acuerdo de los que viven en condiciones infrahumanas pero siguen esbozando una sonrisa esperanzadora; me acuerdo de tantos y tantos nombres que pasarán a la historia por entregar su vida en favor de los demás.
A veces pensamos nosotros que no podemos hacer nada. Nosotros también estamos en tierra de misión; hemos de ser chismosos de Dios, habladores de Dios, comunicadores de Dios. Hemos de ser los instrumentos de los que Dios se vale, para anunciar que su mensaje merece la pena: en el trabajo, en la familia, con los amigos, con todos aquellos que nos rodean.
No nos olvidemos de orar por ellos. De pedirle al Padre que los proteja y los cuide; que suscite más chismosos suyos y sobre todo de darle gracias por la labor que hacen.
Hasta la próxima
Paco Mira
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